Gabriel Rufián se convirtió este miércoles en el segundo diputado al que se expulsa del Congreso en sus cuatro décadas de historia democrática. El anterior había sido el portavoz del PP Vicente Martínez-Pujalte, al que en 2006 llamó al orden varias veces el entonces presidente de la Cámara, Manuel Marín, antes de echarlo del hemiciclo. Pujalte pedía entonces la dimisión del ministro socialista, José Antonio Alonso, por la detención de dos militantes del PP acusados de intentar agredir a José Bono en una manifestación de la AVT.
Corrían los años de la crispación. El PP había diseñado una campaña feroz contra José Luis Rodríguez Zapatero, al que acusaban de llegar al poder gracias a los atentados terroristas del 11-M, de cuya autoría dudaban alimentando la teoría de la conspiración. Ese era el contexto en el que fue expulsado el primer parlamentario del Congreso desde 1976.
Este miércoles Rufián, otro de los animadores habituales del hemiciclo, se convirtió en el segundo de la lista en medio de un clima político igualmente enrarecido en el que se ha vuelto cotidiano llamar “golpistas” a los dirigentes independentistas catalanes, incluso al propio presidente, Pedro Sánchez. Este miércoles hasta un ministro, el de Exteriores, Josep Borrell, acusó a uno de sus diputados de haberle escupido (los testigos señalan que Jordi Salvador en realidad amagó con hacerlo).
“Vaya follón”. El comentario de una diputada a otra al salir de la sesión de control resumía la jornada después del encontronazo entre Rufián y Borrell, que se convirtió en el tema del día en el Congreso. Si un diputado de ERC había escupido literalmente al ministro de Exteriores, como este denunció, o si era en sentido figurado fue el debate que trascendió a los medios de comunicación. En un momento en el que el país está sin presupuestos, no logra renovar el Poder Judicial y apenas hay consenso para nada, España debatió ayer sobre un intento de escupitazo. Y algunos medios se recrearon con la moviola para comprobar si el diputado soltó o no el salibazo (las imágenes no aportaron ninguna prueba).
La escena, un ministro acusando de escupirle a un diputado de uno de los grupos que invistió al presidente del Gobierno en la moción de censura, después de que otro parlamentario de Esquerra haya sido expulsado de la Cámara, ha llevado al Congreso a un nivel de fango poco conocido. Tan lejos se ha llegado en la Cámara donde reside la soberanía nacional, que los llamamientos a bajar la tensión tras esos episodios se han producido en público y en privado. El 'y tú más' protagonizado tradicionalmente por PP y PSOE se ha multiplicado en lo que va de legislatura y ya es un fuego cruzado de todos contra todos. Casado había acusado hace unas semanas al presidente del Gobierno de ser “partícipe y responsable de un golpe de Estado” en Catalunya.
El Diario de Sesiones está repleto de reproches mutuos. Este miércoles, Pedro Sánchez acusó a Pablo Casado de radical; el jefe de la oposición reprochó al presidente que se vaya a Cuba a “agasajar dictadores”; Rafael Hernando llamó “deleznable” a la ministra de Justicia tras reclamar por enésima vez su dimisión; y Rufián usó su turno de pregunta al Gobierno para decir que si Ciudadanos le volvía a llamar “golpista”, ERC le devolvería el golpe llamándole “fascista”, algo que ya había anunciado su portavoz Joan Tardá, la tarde anterior.
Borrell, a quien iba dirigida la pregunta, se hizo un lío y pidió a Ana Pastor retirar el término “racista” –que en este caso nadie había pronunciado– del Diario de Sesiones. Rufián acabó por decir que también era un racista y sacó la artillería contra el titular de Exteriores: “indigno”, “hoolingan”, le espetó entre rumores y gritos de diputados... Borrell no se mordió la lengua: “Ha vertido una mezcla de serrín y estiércol que es lo único que es capaz de producir”. Ovación del PSOE con la bancada en pie. “Si atacan así a uno de los tuyos...”, justifica la actuación del grupo un miembro de la dirección socialista, que admite, no obstante, que el “ambiente” en la Cámara no gusta a nadie.
La banalización del golpismo y el fascismo
Con los socialistas en pie, Rufián respondió desafiante levantándose y comparándoles con PP y Ciudadanos, una actitud que le costaron tres llamadas al orden de la presidenta del Congreso y la expulsión del hemiciclo. Le acompañó en su salida todo el grupo de ERC y entonces Jordi Salvador, al pasar por delante de Borrell, hizo ese gesto de lanzar un escupitajo al suelo. El ministro también enfureció –hasta el punto de que su compañera de gabinete Dolores Delgado le tuvo que tranquilizar– y cuando se al diputado de escupirle. Nadie ha ratificado su versión.
Semejante imagen llevó al presidente del Gobierno a pedir disculpas a los ciudadanos por el bajo nivel al que ha llegado la sede de la soberanía nacional. “Es el momento de que todos y todas hagamos una reflexión. En especial, los diputados y diputadas que utilizan la palabra para insultar y no para dialogar”, escribió Sánchez en su cuenta de Facebook.
Durante el rifirrafe, los gritos se han cruzado entre las bancadas. “Tranquilitos, que nos valemos solos”, ha exclamado Zaida Cantera cuando Ana Pastor ha intentado cortar a Rufián. “¡Dejen de insultar a todo el mundo!”, ha vociferado otro. “¡Vergüenza, vergüenza!”, se gritaba por otro lado.
La presidenta del Congreso abroncó a los parlamentarios: “Esta es la casa de la palabra, pero la palabra no se puede utilizar por ninguno para insultar [comenzó Pastor]. No utilizamos bien la palabra que nos han dado los españoles para representarles y no utilizamos bien tampoco nuestro modo de estar, porque no solo hay insultos verbales en este hemiciclo, hay falta de respeto a la presidencia, hay actitudes que son absolutamente impresentables”.
La presidenta dio el mayor sopapo a ERC, pero también amonestó a PP y Ciudadanos al asegurar que iba a retirar las expresiones “fascistas” y “golpistas” del Diario de Sesiones. Son términos que se han banalizado.
El “espectáculo”, como lo definió Sánchez, tapó el escándalo de la suspensión de la votación de la renovación del Poder Judicial por la ruptura del pacto por parte del PP, el preacuerdo anunciado por Borrell sobre el Brexit tras el 'no' inicial de España por Gibraltar e incluso el varapalo de Bruselas a los presupuestos. Cuando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, salió del hemiciclo, los periodistas estaban aglutinados en la zona del Escritorio, donde comparecían los diputados de ERC para pedir ampara a la presidenta del Congreso y negar que uno de ellos hubiera escupido al ministro.
Llamamientos a la calma
Más allá del portavoz de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, que ha justificado que puede “llamar golpistas a los golpistas” y ha arremetido contra el PSOE por su “silencio”, la resaca de la tormenta provocó después una cierta relajación. “Esto vacuna para que otra vez se lo piensen... ojalá”, comenta un diputado socialista.
El PSOE da por hecho que la crispación la han avivado en los últimos meses PP y Ciudadanos, que no han asimilado la moción de censura ni la presidencia de Sánchez. “Yo mismo he sido objeto de palabras gruesas y graves insultos hace pocas semanas”, subrayó el presidente en su comentario en Facebook aludiendo a la acusación de Casado cuando le llamó “partícipe y responsable del golpe de Estado” en Catalunya.
Ya por la tarde en su comparecencia tras la cumbre hispano-lusa, Sánchez reclamó ya de viva voz rebajar la crispación: “Cuando no hay respeto se debilita la democracia. El poder Ejecutivo, el Legislativo, y el Judicial deben estar a la altura de la sociedad a la que sirven. Muchos de esos ciudadanos no se han sentido representados por esos diputados. Pido que reflexionen, que las sesiones de control sigan siendo una ceremonia de la crispación”. El presidente invitó después a los protagonistas de los excesos a “pedir perdón”.
“Hace mucho tiempo que se pasaron todos los límites”, había reclamado antes la número dos del PSOE, Adriana Lastra, sobre las acusaciones de “golpistas”, “filoetarras” y “fascistas” que cada vez con más frecuencia se utilizan en el Congreso. “Están construyendo un relato para que lo de Vox parezca normalizado”, alerta un diputado socialista.
ERC, que ha sido uno de los principales protagonistas del enfrentamiento este miércoles, también ha hecho un movimiento de distensión: Joan Tardà ha pedido una reunión a Ana Pastor para “rebajar la tensión”, según adelantó El Periódico.
El ambiente viciado que desprende la tribuna en los debates parlamentarios no es tal en el trato cotidiano entre los diputados de distintos partidos. Al terminar el Pleno, muchos lamentaban lo sucedido. El portavoz de Compromís, Joan Baldoví, conversó durante unos minutos con Ignacio Prendes, miembro de la Mesa del Congreso y diputado por Ciudadanos. “Empezasteis vosotros con lo de golpistas”, le decía un parlamentario a otro.
A pesar de el fair play todavía se mantiene en privado, la tensión es evidente en los debates públicos y amenaza con ir a más en un escenario preelectoral. Asi las cosas es difícil aventurar si lo del miércoles no será superado en los próximos meses cuando se acerquen las citas con las urnas. La legislatura ya había arrancado regular. Tras muchos meses con un gobierno en funciones por la ausencia de pactos, empezó con alusiones continuas a “los populistas” de Unidos Podemos, con Rufián deseando a Mariano Rajoy que acabara con las esposas que él había llevado al Congreso o con Celia Villalobos insinuando que los de Podemos tenían piojos–.
Solo una expulsión precedente
“Tampoco es para tanto, con lo que tuvo que escuchar Rubalcaba en esta casa”, recordaba una veterana en el Congreso. “Eso no me lo dices a la cara”, le llegó a decir Rafael Hernando al entonces ministro en los pasillos del Congreso tras una comisión amagando con irse a por él. El PP acusaba entonces a José Luis Rodríguez Zapatero de “traicionar a los muertos” por su política antiterrotista.
“Te insultan desde el otro lado continuamente”, comentaba hace años un exministro socialista sobre las sesiones de control al Gobierno, que reconocía que no eran aptas para niños.
“¿Recuerdas muchas más expulsiones del hemiciclo?”, le preguntaba un periodista al jefe de prensa del Congreso: “Pocas”, reconocía. Vicente Martínez-Pujalte, del ala más dura del PP en un momento de especial crispación fue el primer expulsado. Le ha seguido Rufián. Y está por ver, tal y como está el patio, si se tarda otros 12 años en que salga otro diputado del hemiciclo por mal comportamiento.