Alberto Garzón, diputado de IU y candidato a la presidencia del Gobierno, ha seguido en Atenas las elecciones que han concedido un holgado triunfo a Syriza, si bien se ha quedado a un suspiro de la mayoría absoluta: “Los griegos se han dado cuenta de que iban al abismo, al suicidio y a una pobreza y miseria en las calles que estamos viendo aquí, en Atenas”.
¿Qué lectura hace del resultado electoral?
Lo que está claro es que es una victoria contundente, una vuelta de tuerca en la dinámica política en Grecia y en toda Europa. Un Gobierno de izquierdas puede configurarse por primera vez en la historia de Europa, una coalición de izquierdas ha conseguido plantar cara a la hegemonía neoliberal de plantear que la solución pasa por los recortes.
Y los griegos se han dado cuenta de que eso era un ejercicio que lleva al abismo, al suicidio y a una pobreza y miseria espeluznantes en las calles que estamos viendo aquí, en Atenas: la solución pasa por un programa económico de izquierdas. Yo creo que hay que interpretarlo en ese sentido más allá de las dificultades que puedan venir de ahora en adelante.
IU ha seguido el nacimiento de Syriza y su evolución desde el primer momento. ¿Cómo han logrado pasar del 3% al 37%?
Hay un elemento importante, que es haber configurado una coalición de partidos de izquierdas que han pensado más en lo que tenían en común que en sus diferencias, teniendo presente que muchos de esos partidos se habían llevado históricamente mal, pero consiguieron aunar esfuerzos en torno a un liderazgo como es el de Alexis Tsipras, que tiene mucho carisma y, sobre todo, está arropado por unos economistas que plantean que hay soluciones de izquierdas sólidas y que, además, en una coyuntura como la actual en la que la crisis económica golpea de manera permanente a la estructura social griega, la gente busca salidas y alternativas muy distintas a lo que han sido los grandes partidos en Grecia.
Y una coalición de izquierdas que sabe hacer pedagogía, que ha insistido siempre en ese programa económico, sin reducirlo ni un ápice pero convenciendo a la población en un país que es tradicionalmente de izquierdas. No solo Syriza ha ganado, sino que el KKE ha mejorado, aunque sea ligeramente, los resultados de las últimas elecciones.
¿Hay algún paralelismo entre la situación griega y la española?
Yo creo que sí, hay paralelismos en la medida en que lo que estaba en juego en Grecia no era solo un Gobierno o una correlación de fuerzas parlamentarias, sino un orden social, y ese orden social que se está construyendo con las políticas neoliberales de recortes no es solo para Grecia, es también para el resto de los países y de los pueblos de Europa. En ese sentido, la crisis económica está golpeando muy duro a la mayoría social de todos los países europeos, con mayor intensidad en algunos, como es la periferia europea, muy particularmente Grecia, pero el proyecto político es el mismo para todos los países.
Esos recortes, ese desmantelamiento del Estado social, producen efectos sobre una población que busca alternativas, que busca salidas y que Grecia de momento las ha encontrado con la izquierda. En España tendrá sus singularidades y podrá encontrar la salida, yo espero que con la izquierda. Y así evitar lo que ha ocurrido en Francia, que en gran medida ese descontento y frustración ha sido canalizado por la extrema derecha de Le Pen, o en Italia, que ha sido canalizado fundamentalmente por una visión tecnocrática de la política primero con Monti y después con Beppe Grillo. Y otros fenómenos sociales que están ocurriendo en toda Europa. Pero cada país tiene sus singularidades que hacen que ninguna situación sea homologable.
¿Cree que esta victoria puede empujar un cambio en el ámbito europeo?
Hay dos elementos. Sí que puede ayudar a que la izquierda recupere fuerzas en la medida en que es mucho aliento el hecho de que se gane un Gobierno de la UE. Es un ejemplo a seguir para demostrar que se pueden conseguir los Gobiernos de países. Pero también es importante señalar que aunque Grecia sea una economía reducida, pequeña en comparación con otros países miembros de la UE o la eurozona, es un lugar simbólico. Es el lugar donde nació la democracia y, por lo tanto, que haya sido aquí la primera victoria de la izquierda en la historia plantea algunos interrogantes sobre la UE. Unos interrogantes que son muy acertados, porque el fracaso de Grecia es también el fracaso de Alemania y España, es el fracaso de la UE.
No estamos hablando de varios modelos diferentes, es el modelo económico el que ha fracasado, el mismo proyecto y diseño de la arquitectura europea, y eso conlleva una reflexión necesaria. Grecia va a tener una capacidad de negociación limitada con respecto al poder financiero, que es en última instancia el que toma las decisiones en Europa, y por eso requiere Grecia toda la solidaridad internacional posible y esperemos que pronto, más pronto que tarde, haya otros Gobiernos de izquierdas que se sumen e inviertan esa correlación de fuerzas. La fragilidad con la que está diseñada la UE plantea la duda de que, si el eslabón más débil se rompe, no se rompería también el resto de la estructura.
¿Y ese poder financiero reaccionará o buscará un acuerdo?
En las facultades de Económicas se repite a menudo aquello de que, si debes 1.000 euros al banco, tienes un problema y, si debes un millón, es el banco el que tiene el problema. Las relaciones en el capitalismo globalizado son de mucha interdependencia, y Grecia es también un lugar donde el capital quiere revalorizar su dinero. En ese sentido, aunque Grecia no sea una gran economía, al capital también le interesa que Grecia tenga estabilidad económica.
Por lo tanto, no creo que sean tan suicidas. Es cierto que en los últimos años los bancos alemanes y los bancos franceses han conseguido pasar el riesgo que tenían en la economía griega a las instituciones europeas a través de los rescates de la troika. Pero, aun así, creo que no estarían dispuestos a que el eslabón débil de la cadena se rompiese y se saliese del euro, porque se juegan mucho en todas partes de la UE. En ese sentido, es una mesa de negociación, es una correlación de fuerzas, y Syriza, sin tener todo el margen posible, sí tiene mucho más margen del que nos intentan hacer creer.
¿Hay margen para reestructurar la deuda y lograr quitas?
No solo es que haya margen, es que no hay una alternativa posible, factible. Ahora mismo, el pago de los intereses en los últimos años es lo que está generando las situaciones de miseria en las calles de Atenas y el resto de Grecia. Lo que pasó en 1953 con la reestructuración de la deuda alemana, cuando se le perdonó más de un 60%, y Grecia era uno de los acreedores, se hizo porque se sabía que la única forma de que Alemania podía salir de su situación crítica era aligerando y aliviando el peso de su deuda.
Una situación similar ocurre ahora en Grecia. Es imposible que el peso de la deuda pueda permitir salir adelante en una economía subdesarrollada en relación a las economías del norte. Y eso es lo que nos lleva a demostrar que el problema es de diseño de la UE. No es posible una UE que defienda la justicia social si Alemania tiene una estructura productiva muy altamente desarrollada, donde los productos de alta tecnología representan más del 20% del peso de las manufacturas, mientras que en Grecia es del 1%.
Es un desarrollo económico que luego a escala política tiene todo tipo de incoherencias y de situaciones que hacen que en realidad no estemos hablando de una UE de la justicia social, ni siquiera democrática, sino de una UE comandada por el capital financiero alemán, con el capital industrial alemán, y que se basa fundamentalmente en empobrecer al vecino. No hay una UE posible en esas condiciones. Y, por lo tanto, o se acomete una reflexión profunda o esto es una continuidad de la crisis para Grecia y para el resto de la UE.
¿Esta reflexión también es aplicable a España?
En el caso de España, el porcentaje de productos de alto valor añadido sobre el peso de las manufacturas es del 4%. Es decir, en 1986 entran España, Grecia y Portugal en la UE con un retroceso tecnológico importante como consecuencia de las dictaduras militares y de la historia pasada con el que no se puede competir contra Alemania y contra países más desarrollados.
Sin embargo, la decisión que se toma es que en vez de desarrollar a estos países del sur, económicamente hablando, se promueven procesos de desindustrialización que hacen mucho más dependientes a países como Grecia, España y Portugal, y que al final esa situación tan inestable en la que conviven economías productivas como la alemana, muy desarrolladas, o muy subdesarrolladas, como la española o la griega en términos relativos, tiene que estallar. Y lo que ha sido esta crisis es el estallido de esas contradicciones. Pero los tiempos de la economía son muchos más lentos que los de los ciclos políticos. Hoy estamos viendo las consecuencias de los malos diseños económicos de la UE.
¿Cree que se podrá producir ese cambio que defiende?
Hay problemas fundamentales de distinto orden. El primero es que vivimos en una sociedad capitalista que se rige por el criterio de la ganancia y, por tanto, nos lleva a un abismo social y ecológico, que es un problema con diferentes manifestaciones, como el cambio climático, el salvajismo de los recursos naturales, el despilfarro. Pero también con respecto a la mercantilización de las personas a niveles como vemos en Grecia: la gente prostituyéndose económicamente hasta niveles bochornosos.
Pero también tenemos, a un nivel más concreto, un diseño erróneo de la UE que condiciona la forma de hacer política. Es una UE que ha permitido y promovido los paraísos fiscales, que ha promovido la globalización del capital, la Europa de dos velocidades en las estructuras productivas, que promueve reglas profundamente injustas para los países del sur como pueden ser los tratados de Maastricht, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que conforman todo ello la camisa de fuerza que limita los márgenes de acción de los Gobiernos que busquen un cambio.
Al final, todo se reduce a la correlación de fuerzas. Grecia es una economía reducida que tiene una capacidad de fuerza también limitada. Pero hay márgenes importantes. Como decía antes, todo es una estructura metafóricamente hablando. Y siendo Grecia el eslabón débil, puede empujar un cambio, una especie de efecto dominó que haga que también tenga que cambiar la estructura. Y si a eso se añaden las expectativas generadas en otros países del sur con cambios radicales, tanto del diseño de la UE o incluso con perspectivas anticapitalistas como es el caso de Grecia, pues creo que hay llaves para abrir las puertas de la esperanza en la UE; por la izquierda, por supuesto.