La reescritura de la historia hasta convertirla en algo irreconocible no es un invento de Vox. El partido político ultra recoge la tradición histórica conservadora de finales del XIX, cuando las últimas colonias de aquel imperio se independizaron de España y los historiadores reconstruyeron un pasado glorioso para sanar las heridas de la derrota. Es sencillo encontrar los discursos de Vox en aquellas recreaciones decimonónicas, que fueron rescatadas unos años después por el franquismo. Pero en sus ficciones históricas el partido ultraderechista no reivindica historiadores referentes de la dictadura. El discurso se centra en la recuperación de la historia como era “antes”. Antes de la democracia, se entiende.
Esta es la principal conclusión del ensayo Vox frente a la historia, publicado por Akal, en el que se incluyen 13 artículos de otros tantos investigadores que repasan cómo los de Santiago Abascal usan la historia como programa político para colar un relato con el que convencer a sus votantes, hartos de la “derecha cobarde”. La historia figura “en el epicentro del proyecto para envolver a la nación con un aura sagrada”, cuenta el historiador Jesús Casquete, editor y coordinador del ensayo. La novedad en el movimiento historicista del partido ultra, cuanta Casquete, es que su empeño en blanquear los “pasados sucios” –en expresión de José Álvarez Junco– sucede para construir a la izquierda como la “antiespaña”.
“Las interpretaciones críticas de la historia de España que sacan a la luz episodios de perpetradores y víctimas son, por definición, 'antiespañolas'”, señala Jesús Casquete. La derecha radical española, a diferencia del resto de emergencias fascistas europeas, se ha levantado sin programa económico pero con una relectura de la historia contra las revisiones críticas del pasado. Es una reacción cultural que reivindica el valor positivo de los hechos históricos, “vinculados a la preservación de un orgullo nacional puesto en cuestión”, indica Mateo Ballester Rodríguez, que escribe el capítulo Historia y guerra cultural en Vox.
La reconquista de la historia
“Vox participa plenamente de esta tendencia a la apelación a la historia como instrumento de lucha política y afirmación ideológica”, dice el historiador. La extrema derecha juega al victimario de traición a la tradición, cuyo efecto, alarman, es la disolución de las identidades nacionales. Para Vox la izquierda española odia España –autoodia– porque no defiende una historia inmaculada ante las “leyendas negras”. Vox pretende algo más que el Gobierno, aspira a instaurar una hegemonía cultural.
El partido político se presenta como el reparador de la historia. También como los “reconquistadores de España”, como cuando Abascal se asomó al balcón disfrazado con un morrión (el casco de los Tercios españoles que invadieron América). Vox quiere ser el partido rescatador de “una visión de la historia de España que considera injustamente abandonada”, dice Ballester Rodríguez. El partido ultra considera que la izquierda ha atacado el orgullo nacional y se levanta para defender la dignidad de la historia. Una historia que nunca sucedió.
Contestan la ciencia histórica con “un relato épico y glorioso”. Es el que dicen que la sociedad española necesita “y le ha sido hurtado”. Como apunta Ballester, es un discurso histórico “en buena medida abandonado y académicamente desacreditado”. Escarban en un pasado remoto y lo “rellenan” de “gestas épicas”, explica el historiador. Parten de la llamada reconquista para seguir con la España imperial de los Austrias y la conquista o colonización de América. Son sus capítulos favoritos, los episodios de un país sin mancha, de un orgullo inevitable, de una “epopeya extraordinaria”.
Paparazzis de la historia
¿Quién le escribe a Santiago Abascal esta historia al punto? Mateo Ballester Rodríguez cuenta que Vox “sustenta su visión histórica a partir de un elenco de autores actuales de referencia, varios de ellos orgánicamente vinculados al partido y que por lo general no son historiadores de profesión”. Esto quedó patente en octubre de 2022, cuando Vox montó lo que llamaron La historia que hicimos juntos, donde un abuelo abrió un libro de historia a un nieto y le leyó el capítulo primero: “Todo comienza a principios del siglo VIII, en la batalla de Covadonga”.
Y, a continuación, “la visión gloriosa de lucha y victoria contra enemigos externos y de expansión universal de la nación”, cuenta el historiador Ballester Rodríguez. “En el relato histórico de Vox, la Edad Media y la España de los Reyes Católicos y los Austrias son los principales suministradores de símbolos y referentes. La apelación a una tradición española liberal está prácticamente ausente”, sentencia.
Un disfraz racista
El historiador Alejandro García Sanjuán se encarga de recordar la falsedad de la llamada Reconquista y de denunciar cómo Vox cuenta con el apoyo de una parte del ámbito académico español para montar su relato alternativo. Aunque ninguno de ellos se haya querido implicar públicamente. De hecho, en octubre de 2021 publicaron un “informe” anónimo elaborado en la Fundación Disenso, “un texto de poco más de veinte páginas de extensión plagado de tópicos y prejuicios que revela una severa indigencia historiográfica”, escribe García Sanjuán.
Los Reyes Católicos, según explica Ana Isabel Carrasco Manchado, son movilizados por Vox “contra aquel que no comparta o no se comporte según su ideario”. Usan a Isabel la Católica para combatir activamente contra el derecho al aborto, cuenta Carrasco Manchado, los avances del feminismo y los derechos LGTBIQ+. “La historia de España en la propaganda de Vox está escrita con retórica racista, militarizada y androcéntrica, como la que gustaba en los círculos reaccionarios de los años 30 del siglo XX”, sentencia la historiadora que habla de una nueva versión de “cruzada ideológica”.
José María Portillo indica que Vox usa la historia para levantar unos cánones que son como corrales que no deberían abandonar los españoles: género binario, religión cristiana, familia heterosexual, nación (española) única. Y usan la recreación del pasado para justificar la exclusión del presente. El canon que define al “buen español” “permite establecer muy claramente los linderos de comunidad nacional y señalar implacablemente a los excluidos”, dice Portillo: “Inmigrantes irregulares, personas LGTBIQ+, nacionalistas no españoles, feministas, federalistas y rojos en general. Es importante tener presente que no se trata de confrontarlos ideológicamente, sino de darlos por extraños a la nación española y, por tanto, por sujetos perfectamente prescindibles para la misma”, sentencia.
Y así llegamos al origen de todas las historias de este partido: Covadonga. Abascal ha dicho que “puesto a elegir lugares simbólicos, en Vox optaríamos por Covadonga”. Para el líder de Vox “bien está la Cádiz constitucional, pero es hora de reconquistas”, escribió en un artículo de 2015 en Libertad Digital. Como apunta Juan Luis Simal en el capítulo Antes Covadonga que Cádiz: Vox y el liberalismo del siglo XIX, esta visión del pasado de España que practica el partido ultra es una declaración del “proyecto de país que quiere proyectar hacia el futuro”.