El informe anual de Transparencia Internacional clasifica a alrededor de 170 países por su “nivel de percepción de la corrupción”. Cada año, ese informe se transforma en titulares como: “España cae por debajo de Botsuana en el listado mundial de corrupción”, “España reedita su peor resultado histórico en el ranking de corrupción” o “España, peor en corrupción”.
Luego, esos titulares se transforman en debate político. Íñigo Errejón ha trasladado al Congreso una pregunta sobre las medidas que iba a tomar España para no seguir bajando puestos en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional. En el último año, este índice situó a España en el puesto 41 de 176, por detrás de países como Bahamas, Catar, Botsuana, Cabo Verde o Brunei.
“Permítame que dude de la objetividad de esos índices” que “son percepciones y no son ciencia”, respondía el ministro Rafael Catalá. ¿Lleva razón?
El Indice de Transparencia Internacional otorga una puntuación entre 0, más corrupto, y 100, menos corrupto, a los países según las percepciones sobre el grado de corrupción que existe en su sector público. Por tanto, sí: se trata de una sensación y no de niveles de corrupción real. Si se trata de una percepción, un país puede salir más arriba en el ranking porque sea más consciente de sus niveles de corrupción y no porque sea más corrupto. De esa manera, afirmaciones como que “España es más corrupta que Botsuana” no se sostienen.
Pero, yendo más allá, ¿cómo mide esta sensación Transparencia Internacional? De forma resumida, el índice utiliza distintas encuestas basadas principalmente en el análisis de expertos y ejecutivos de cada región. Sin embargo, estos datos provienen de varias fuentes distintas con metodologías que varían por países y años.
En su misma web, la organización pro-transparencia reconoce que “debido a la actualización de la metodología, las puntuaciones del IPC antes de 2012 no resultan comparables en el tiempo”. Por tanto, no se puede afirmar que España esté en su peor resultado histórico en el ranking ya que los resultados solo se puede comparar con los últimos cuatro años.
El índice se elabora al agregar las encuestas de percepción de la corrupción realizadas por 13 organizaciones distintas. Entre ellas está el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo, el Foro Económico Mundial y otras consultoras internacionales. Cada una de ellas hace un estudio sobre percepción de la corrupción utilizando su propia metodología y después Transparencia Internacional los agrega en un solo índice “estandarizando las fuentes en una escala de 0 a 100”. Entonces, ¿cuáles son los problemas que presenta el IPC?
1) La indefinición de los expertos entrevistados. Para seleccionar quiénes serán los encuestados, cada entidad utiliza su propia muestra que varía totalmente de una organización a otra. Dependiendo de la encuesta, pueden estar identificados como “grupo de economistas de país con amplia experiencia”, “reconocidos expertos de país”, “dos expertos por país”, “personal y consultores de la consultora”, “100 especialistas que trabajan en la organización por país”, “empresarios locales y expatriados”, “principales ejecutivos de las empresas”, “expertos principalmente de Londres (y Nueva York, Hong Kong, Pekín y Shanghái) que reciben asistencia de una red global de analistas” o “5.480 ejecutivos de empresas”.
Algunos medios internacionales han empezado a cuestionar la validez del informe al criticar el “elitismo” del que parten los datos. The Guardian advierte sobre el problema que supone atribuir la valoración de la corrupción a una élite confusa de expertos y ejecutivos.
Jesús Lizcano, catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Transparencia Internacional España, reconoce a eldiario.es “las limitaciones” para medir la corrupción pero defiende que la muestra esté compuesta por expertos. “Al final, son más moderados”, explica.
Lizcano se refiere a la opción de medir a través de encuestas a la población podría estar influenciado por la presencia de noticias relacionadas con la corrupción en los medios de comunicación frente a otros indicadores más objetivos.
2) Las preguntas cambian para cada entidad. El Banco Mundial mide la percepción de la corrupción pidiendo a sus encuestados una valoración en cada país del nivel de transparencia, de rendición de cuentas del Gobierno y de captura del Estado por intereses particulares. El Foro Económico Mundial pregunta por la “frecuencia” con la que las empresas “entregan sobornos” o “se desvían fondos públicos a empresas”.
La consultora PERC pregunta directamente: “¿Cómo calificaría el problema de la corrupción en el país en el cual trabaja”? Al igual que V-Dem (Varieties of Democracy), que pide a sus expertos una opinión sobre “cuán generalizada es la corrupción política”.
La Fundación Beterlsmann pone el foco en el Gobierno. Pide a sus dos expertos por país que evalúen cómo “se juzga o sanciona a funcionarios públicos que ejercen su cargo de forma abusiva” y en qué medida “el Ejecutivo logra contener con éxito la corrupción”.
De esta manera, cada encuesta utiliza una magnitud distintas para medir cómo se percibe la corrupción en cada país. ¿Es mejor evaluar la transparencia del Gobierno, la presencia de sobornos, el nivel de corrupción o cómo se juzga a políticos que abusan de sus poderes públicos? Y una segunda pregunta, ¿miden la misma percepción?
3) Tampoco se pregunta lo mismo en todos los países. Aunque el índice parte de agregar encuestas de 13 fuentes distintas, eso no significa que todos los países tengan datos de todas las entidades. Tal y como ellos explican, un país necesita cifras de al menos 3 de las 13 organizaciones para poder ser incluido en el ranking.
España, por ejemplo, utiliza datos de siete fuentes distintas: Foro Económico Mundial, Global Insight, IMD, Fundación Bertelsman, World Justice Project, PRS y Economist Intelligence Unit. A Bután, mucho mejor situada en el ranking, la evalúan cinco organizaciones. Tres que también tienen datos de España y dos que no: el Banco Mundial y la consultora V-Dem. De esta manera, se están utilizando distintas varas de medir para decir que la percepción de la corrupción en España es mayor que en Bután.
Según los datos del año pasado, solo 6 de las 13 entidades que proporcionan datos a Transparencia Internacional lograron tener datos de más de la mitad de los países. Esto supone que las evaluaciones de estas seis organizaciones definen en gran medida los resultados del índice de percepción de la corrupción.
Por ejemplo, Global Insight, la única que proporciona datos de todos países del informe, pregunta a sus expertos por “el riesgo de que personas y empresas enfrenten sobornos u otras prácticas corruptas para desarrollar actividades comerciales”.
Politial Risk Services (PRS) realizó encuestas en el 80% de los países utilizados en el índice. Según explica, mide la corrupción por la presencia de “actos de nepotismo”, “intercambio de favores”, “financiamiento clandestino de partidos” o “vínculos estrechos entre políticos y empresas que despiertan sospechas”.
Así, las encuestas de estas dos organizaciones tienen más importancia en el ranking que las que solo tienen datos de un puñado de países. Por ejemplo, el Banco Mundial solo proporciona los resultados de 69 de los 176 países, un 39%.