Inés Arrimadas se prepara para tomar el relevo a Albert Rivera como presidenta de Ciudadanos con la intención, según insiste, de iniciar una etapa basada en la “moderación” y la “centralidad”. Una etapa en la que el partido parece dispuesto a revisar la política de pactos para distanciarse de Vox, pero también del PP y dejando abierta la puerta a acuerdos con el PSOE, al constatar que el veto impuesto a Sánchez en la última etapa de Rivera fue una estrategia que terminó llevándoles a la irrelevancia.
Pese a que en la V Asamblea General extraordinaria del 15 de marzo el partido marcará una nueva hoja de ruta, no habrá ninguna ponencia en la que se debata el ideario de Ciudadanos como algunos miembros del Consejo General pidieron este sábado a través de enmiendas al reglamento precongresual. La mayoría del máximo órgano entre congresos, compuesto por afines al antiguo aparato riverista, han tumbado esta posibilidad. Este rechazo hace pensar a los críticos que Arrimadas no tiene ningunas ganas de que se abra de nuevo la polémica que quedó cerrada en la anterior Asamblea General de 2017, en la que abandonaron la señas de identidad socialdemócratas y Ciudadanos se definió como un “partido liberal y europeísta”.
El primer reto de Arrimadas será ver con cuánto apoyo sale elegida presidenta del partido en unas primarias para las que solo se ha postulado por ahora ella. El camino, de momento, lo tiene más que allanado porque cuenta con el respaldo interno mayoritario. Pero hay un sector de la militancia que observa muy atento sus movimientos para decidir si presentan una candidatura alternativa, como han dejado caer los miembros de la Plataforma 'Compromiso Ciudadano' que reclaman a Arrimadas que “regrese al centro”.
Entre los críticos hay malestar por la composición de la gestora, marcadamente “continuista”. La forma en la que se eligió –sin debate previo a la votación de la lista que traía ya cerrada el presidente del Consejo General, Manuel García Bofill-, provocó un tenso y agrio debate interno que transcendió a los medios de comunicación.
Después de aquella bronca reunión, la nueva dirección del partido ha llamado internamente a la calma para ir preparando la nueva etapa que será la que realmente trazará el nuevo rumbo del partido.
La travesía en el desierto será larga y dura
Mientras tanto, la portavoz parlamentaria no quiere quedarse desenfocada en la vida parlamentaria, consciente de que con 10 diputados poco puede hacer y sigue lanzando iniciativas algunas ya presentadas más de una vez.
La propia Arrimadas sabe que la travesía en el desierto será dura y larga. La dirigente de Ciudadanos ha ido dando algunas pistas de sus planes en corrillos con los periodistas en los que ha mostrado su deseo de regresar “al centro”, el espacio que abandonaron en los últimos años y que les llevó a la debacle.
La experiencia de la ultima campaña les ha llevado a reconocer que hubo fallos “de comunicación”. “No supimos explicar bien la oferta de última hora a Sánchez para evitar que hubiera elecciones”, asumen. Pero culpan de ello a los socialistas por no haber llamado a su puerta en ningún momento. Creen que Sánchez tenía su hoja de ruta marcada y buscaba precipitar otras generales convencido de que subiría en escaños y podría gobernar en solitario. Aunque no ha sido así, creen que la factura más elevada de ese nuevo adelanto electoral la pagó casi en solitario Ciudadanos. Más de un millón de sus anteriores votantes, los más volátiles y sin ideología definida, les castigaron y el partido bajo de golpe y porrazo de 57 a 10 escaños.
Ahora la estrategia pasa por ofrecer a Pedro Sánchez la “vía de los 221 diputados” que suman los “partidos constitucionalistas” como fórmula “alternativa” al “Gobierno Frankenstein”. El objetivo es deshacer ese pacto del PSOE con Pablo Iglesias y el apoyo de ERC. Para ello, Arrimadas está intentando involucrar al PP. Pero Pablo Casado ya le ha dado calabazas y el propio Sánchez se niega a mantener una reunión a tres bandas.
Pese a todo, Arrimadas sigue insistiendo en que esa vía es la única manera de evitar “poner en peligro a España”. El mensaje no solo va dirigido a todos los españoles por si al final hay otra repetición electoral –el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, ha dicho que “a España le interesan más”–. Sino también a sus antiguos votantes catalanes que llevaron en 2017 a su partido a ser la primera fuerza en el Parlament.
En el caso de que haya elecciones en Catalunya, el panorama tampoco es muy alentador para su formación. Según del último sondeo del Centro de Estudios de Opinión (CEO), Ciudadanos pasaría de ser la primera fuerza, con 36 escaños, a la cuarta, con entre 14 y 16. Además, la candidata a la Generalitat, Lorena Roldán, es una de las políticas peor valoradas: obtiene un 2, una décima menos que Alejandro Fernández, el nuevo líder del PP catalán.
Arrimadas fue preguntada por estos malos pronósticos el pasado jueves en el Congreso y se limitó a contestar que las encuestas les daban 20 escaños en los anteriores comicios catalanes y luego sacaron 36, por lo que remitió al día de las votaciones: “La última palabra la tienen los ciudadanos en las urnas”.
Otra de las intenciones de Arrimadas es distanciarse de Vox, una decisión que le sigue aconsejando el eurodiputado Luis Garicano, uno de los dirigentes del ala más liberal del partido que alertó de los riesgos de pactar con la ultraderecha. Garicano es de los que cree que es necesario aislarla, como está ocurriendo en Europa, para evitar la “imagen contaminante” que acarrea la formación de Santiago Abascal.
Una de las oportunidades para demostrar ese distanciamiento se la dio Ortega Smith a Begoña Villacís el día del homenaje celebrado en el Ayuntamiento a las mujeres asesinadas por violencia de género. La vicealcaldesa de Madrid se encaró con el dirigente de Vox por no querer condenar esa lacra en presencia de víctimas, descartando luego que esto pudiera acarrearle grietas en su pacto con el PP.
En el Congreso también han tenido ya algunos encontronazos. Como el día de la constitución de Las Cortes cuando los de Abascal se negaron a apoyarles para entrar en la mesa de la Cámara. El aspirante a uno de esos puestos, José María Espejo-Saavedra lamentó luego la “alianza circunstancial” que habían sellado los socialistas con el partido de la ultraderecha para impedir que se sentará en una de las secretarías de este órgano.
Pese a estas intenciones, el partido sigue lastrado por los pactos cerrados con el PP y Vox en Andalucía, Madrid, Murcia y Castilla y León –donde solo están con los conservadores–, mientras se ven como rehenes de la ultraderecha a la hora de sacar adelante los presupuestos.
La única estrategia posible para marcar distancias con Vox pasa por otras políticas como la defensa del colectivo LGTBI, el aborto o la ley de eutanasia, la gestación subrogada, la legalización de la prostitución o del cannabis para usos medicinales.
La idea de Arrimadas es aprovechar la Asamblea de la primavera para revisar esa política de pactos. Y es que, pasado el tiempo, muchos dirigentes han reconocido que se equivocaron y desaprovecharon la oportunidad cuando pudieron sumar mayoría absoluta con los socialistas e incluso entrar en el Gobierno. Todo con tal de no desaparecer.