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Bajo el influjo de Gregorio Ordóñez

EFE

San Sebastián —

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Unos lo conocieron en vida y cayeron cautivados por su firmeza y su manera de hacer política, cercana a la gente, a pie de calle. Otros se decidieron a dar el paso indignados por su asesinato. Y todos conformaron una nueva generación que se afilió al PP o reactivó su compromiso con el partido a principios de los 90 siguiendo el influjo de Gregorio Ordóñez.

No eran años fáciles en una Gipuzkoa azotada por ETA, menos aún para apostar por un partido como el Popular. Pero la valentía que Goyo tenía a la hora de enfrentarse al terrorismo y sus aliados políticos, no era la única virtud del carismático líder del PP guipuzcoano que, con su carácter abierto y expansivo, mantenía relaciones con tirios y troyanos, y siempre estaba dispuesto a echar una mano a cualquier ciudadano “votase a quien votase”, como él mismo decía.

De forma directa o indirecta, Ordóñez reclutó, motivó o inspiró en los años previos y posteriores a su asesinato a un importante grupo de personas con inquietudes políticas que quisieron apoyar su empeño por sacar al centro-derecha vasco-español de las catacumbas a las que estaba relegado en Euskadi.

De aquella generación formaron parte unos jovencísimos Arantza Quiroga, Borja Sémper, Ramón Gómez e Íñigo Arcauz, y otros, más mayores, como Juan Carlos Cano, Asunción Guerra, Regina Otaola, Ricardo Hueso, Íñigo Manrique, María José Usandizaga, José María Arrúe y María San Gil.

Estén ahora alineados con una u otra tendencia en el actual PP, en esta reflexión no hay fisuras: Ordóñez fue referente indiscutible para toda una hornada de populares que decidió dar el salto a la política activa e institucional, en una época nada cómoda para ello. Y así lo confirman los testimonios de varios de sus miembros recabados por EFE con motivo del 25 aniversario de su asesinato.

“Yo entré en política deslumbrado por su figura”, asegura el exportavoz en el Parlamento Vasco Borja Sémper, quien define aquella influencia de forma totalmente coincidente con la de Ramón Gómez, cuando recuerda que empezó a “acompañar a Gregorio a algunas actividades” siendo aún adolescente y le “deslumbró su carácter y capacidad”.

Gómez, exvicepresidente del PP de Gipuzkoa, que fue concejal en Eibar y San Sebastián y en la actualidad trabaja de directivo en Onnera Group, de la Corporación Mondragon, lo recalca: “Él hizo que una generación de jóvenes entrásemos en política para luchar contra el terrorismo y defender la libertad en Euskadi”.

El que fue cabeza de lista al Congreso por Gipuzkoa en las dos últimas convocatorias electorales, Íñigo Arcauz, también subraya que, en sus tiempos de instituto, formaba parte de un grupo de chavales a los que les “gustaba la política, pero por Gregorio”, al que conocía desde niño por la amistad que tenía con su madre.

Su asesinato le impactó tanto -cuenta Arcauz- que, aunque solo tenía 18 años, el 24 de enero de 1995, después de visitar la capilla ardiente en el Ayuntamiento donostiarra, acudió con “varios amigos” a la sede del PP a afiliarse, “para honrar su memoria y seguir su trabajo”.

A Asun Guerra, exjuntera guipuzcoana, Ordóñez le “hizo dar el salto a la política activa” pues, aunque ya llevaba “unos años trabajando en el partido”, su muerte la “lanzó” al ámbito institucional.

Respecto al legado que dejó, los testimonios también convergen. El que fue concejal de Irun y procurador en las Juntas Generales de Gipuzkoa Íñigo Manrique destaca “el inconformismo” que les dejó como método para “no resignarse ante nada”, ni “posponer las cosas” o “mirar para otro lado”.

“Tenía una concepción activa de la política, como herramienta al servicio de la sociedad, para cambiar y mejorar las cosas”, indica Manrique, a lo que Guerra añade que era “un trabajador incansable, que tenía las ideas claras” y cuya pasión era “el contacto directo con los ciudadanos”.

Porque, aunque ahora se le recuerda más por su valentía ante ETA, sus “discípulos” resaltan además la osadía que derrochaba a la hora de “defender sus ideas” dentro del partido, incluso “enfrentándose” a las que marcaban dirigentes vascos de la talla de Jaime Mayor Oreja, opina Sémper.

Ramón Gómez cree asimismo que Ordóñez dejó “una forma diferente de hacer política, de preocuparse por las personas sin mirar su ideología” y de mantener “un espíritu libre, sin atarse a unas siglas”.

Hay quien va incluso más allá y defiende que “trascendió de las siglas del PP”, con “un discurso propio y de apertura” que buscaba “no dividir a los ciudadanos y superar la dialéctica 'nacionalistas/no nacionalistas”, afirma Borja Sémper.

“Gregorio ya era 'nueva política' cuando nadie hablaba de ella” y en la actualidad “es un modelo político desgraciadamente en extinción”, ha concluido el recién dimitido presidente de los populares guipuzcoanos.

Por Inma Saiz