Los partidarios del Gobierno de gran coalición se han pasado cerca de tres años reclamándolo por tierra, mar y aire. Básicamente, en las páginas de los periódicos, precisamente en los años en que su difusión cayó hasta niveles desconocidos en las últimas décadas. Después de una larguísima espera, este lunes tuvieron el momento que llevaban tanto tiempo esperando. La cita –en este caso, fueron dos– que habían buscado en el Tinder político.
Resultó ser un gatillazo político de primer nivel. Pedro Sánchez se vio con Pablo Casado (40 minutos) y luego con Inés Arrimadas (una hora y cuarto). La futura líder de Ciudadanos planteó lo que ha llamado “la vía 221” por el número de diputados de los tres partidos. Es una opción muerta antes de nacer, porque ni Sánchez ni Casado le conceden ninguna viabilidad. Además, va contra sus intereses políticos más inmediatos. Sólo en los medios que no esconden su melancolía por el hundimiento de Ciudadanos, esa vía a ninguna parte aparece destacada en los titulares.
Las caras en las fotos eran más propias de un funeral. O propias de la gente que sabe que le han invitado a una fiesta para hacer de relleno. Como el PP y Cs llevaban tanto tiempo reprochando al PSOE que prefiriera reunirse con los independentistas antes que con los constitucionalistas™, ahora no podían echarse atrás. La reunión daba derecho a rueda de prensa en el Congreso y a alimentar a los periodistas, que están tan hambrientos de noticias que no saben si van a llegar vivos a enero sin automedicarse. Es como los carteles de los zoos, pero al revés: por favor, alimenten a los animales con cualquier cosa que lleven encima. Están famélicos.
Arrimadas es sin duda la dirigente que con más ahínco busca ese acuerdo a tres. Después de caer a diez diputados, debe de pensar que no tiene mucho más que perder. Lo peor que podría pasar a Ciudadanos es que nadie hablara de ellos, como si ya hubieran desaparecido. Tendrían más impacto si el partido hubiera expresado algún reconocimiento de los errores cometidos, aunque sólo fuera para generar dudas entre los votantes que les abandonaron en menos de seis meses.
De eso, no ha habido mucho. En una entrevista en El Mundo, Arrimadas admitió que “si tienes un mal resultado es que te has equivocado”. Gran revelación. Pero de inmediato el periodista le preguntó por el principal error y no hubo manera de que concretara: “No sé cuál fue el error principal”. Si no lo sabe ella ahora, no parece que se vaya a enterar en el futuro.
Casado tiene motivos para ser egoísta. Un apoyo encubierto a la reelección de Sánchez fortalecería a la tercera fuerza política, que no es otra que Vox. La ultraderecha empezaría a alardear de que es la auténtica oposición a la izquierda. El PP no sería el único damnificado político de esa situación.
Frente a la fantasía de Arrimadas, no se puede negar que la postura de Casado era más coherente: “Ojalá el PSOE vuelva a la centralidad política en la que tanto ellos como nosotros podamos ganar elecciones sin necesidad de aliarse con los independentistas y que el PSOE salga de esta deriva y vuelva a esta centralidad, al respeto al sistema de la Transición y al respeto al orden constitucional, pues allí nos encontraremos”. Ríndanse y nosotros les trataremos con magnanimidad.
No era una mano tendida. El fin de semana, lo había dicho en un mitin: “Que no espere nada del lunes”. Ahí fue donde hizo un llamamiento a la sedición política dirigido a los barones regionales socialistas: “Rebelaros. Decidle a vuestro secretario general que no entienden (...) por qué un partido histórico y sistémico (...) está ahora en almoneda con los independentistas libre y voluntariamente”.
Es difícil imaginar a Lambán, García-Page y Vara lanzándose a Sierra Maestra para rebelarse contra el máximo caudillo. Ya lo hicieron una vez y creyeron haber cazado a su presa en un Comité Federal para descubrir después que las primarias del PSOE les dejaban en su sitio anterior. Siempre tendrán las páginas de los medios de la derecha disponibles para sus declaraciones, pero eso es todo. Ahora mismo, Sánchez está más ocupado en lo que decida Oriol Junqueras que en sus tres barones díscolos.
Por tanto, los periodistas continuarán pasando hambre hasta enero y subsistiendo a base de una dieta de líquidos. Eso sí, en un mes se van a poner las botas. Sólo deben tener algo de paciencia para llenar el estómago con algo más sólido que lo que se vio el lunes.