El 20 de octubre de 2011 irrumpió en el calendario de efemérides con la fuerza que tendría para siempre el final de la violencia de ETA. El comunicado de la organización terrorista, sin embargo, necesitó de un paso anterior ocurrido apenas un mes antes, el 22 de septiembre, la fecha en que el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK, en sus siglas en euskera) renunció definitivamente a la violencia para conseguir sus objetivos políticos. ETA ya era entonces sus reclusos y apenas sesenta huidos.
Este viernes, seis años y medio después de aquel anuncio, la organización introduce por primera vez en su historia la palabra “perdón”. Y como entonces, supone el preludio de otro anuncio, el que tendrá lugar dentro de dos semanas, cuando la banda que causó un millar de muertos admita públicamente que no existe. Para ello, ETA elegirá el término “desmovilización”, según anticipan los servicios de Información.
Como en el comunicado de septiembre de 2011, las fuentes consultadas atribuyen el anuncio de este viernes a un desbloqueo en las cárceles, con cuyos líderes se ha consensuado el contenido. El texto difundido por Gara, explican, es consecuencia del debate del pasado verano y sus públicos resultados. Tres cuartas partes del colectivo de presos respaldaban las salidas individualizadas, la asunción de la legalidad y, por tanto, la reinserción.
Eso es tanto como decir que no hay colectivo, que el denominado ‘frente de makos’ y no es tal y que todo está listo para que ETA deje de existir, tanto allí donde se esconden la quincena de miembros en la clandestistindad, como dentro de las cárceles españolas y francesas. Antes del anuncio definitivo varios actos integrarán ese “preludio de la disolución”, como califica un veterano militante de la izquierda abertzale al comunicado de ayer. El acto central tendrá lugar en el sur de Francia y en él participarán personalidades del ámbito internacional próximas a las tesis de su actual dirección política.
El líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, y sus colaboradores han tardado casi siete años en convertir definitivamente al colectivo de presos a su estrategia. Tras salir victoriosos de la batalla interna con ETA desatada en 2009, lograron arrastar al EPPK a las vías pacíficas. Pero entre aquel pronunciamiento de septiembre de 2011 –“No aceptamos la solución y la despreciable política personal de beneficios que nos ofrecen España y Francia en torno a su sistema carcelario'- y el ”perdón“ selectivo que acaban de ofrecer distan casi siete años de asignatura pendiente para la izquierda abertzale.
Hasta que el pasado mes de julio, el propio EPPK hiciera público el resultado del proceso de consulta interna. En él, tres de cada cuatro presos respaldaban acogerse a las vías legales para “ir vaciando las cárceles”, de acuerdo al documento base. Habían dado su voto a favor 221 reclusos frente a 42 que habían rechazado la propuesta de la reinserción. Otros 38 presos de ETA votaron en blanco o no se posicionaron.
El análisis de los expertos antiterroristas no obvia que esta petición de “perdón” es una señal para todos los presos de ETA. Se trata de un mensaje solo a las víctimas colaterales de sus acciones y, por tanto, del todo insatisfactorio para la mayoría de los colectivos de víctimas. Está por ver cómo se materializa caso a caso. La legalidad que han acordado asumir marca que para obtener la libertad condicional se debe haber cumplido la mitad de la condena y, de forma individualizada, mostrar “signos inequívocos” de renuncia a ETA, atender a la responsabilidad civil y pedir perdón a las víctimas.
Uno de los hechos más simbólicos de todo lo que está ocurriendo entre los presos de ETA es su decisión de comenzar a aceptar trabajos en el interior de las cárceles. Antes, cualquier actividad común estaba vetada a los miembros del colectivo, considerados a sí mismos “presos políticos” que no reconocían la autoridad de quien las organizaba.
Hace dos meses, varios grupos políticos recibían una misiva firmada por un preso de ETA que decía hablar en nombre de otros reclusos vascos y que constituye un hecho inédito. Desde una cárcel del sur de España denunciaba “la actitud machista y autoritaria” del director de la prisión, “que discrimina a las mujeres obligándolas solo a ellas a limpiar los baños de su patio, de forma rotativa, cuando en los módulos de hombres, este trabajo es remunerado”. Aunque advertía de que dos compañeras suyas habían sido castigadas por denunciar los hechos, el preso de ETA no denunciaba una situación adversa para sus compañeras de colectivo sino para todas las mujeres en ese centro.
En el colectivo influye, según las fuentes consultadas, el movimiento de Francia de comenzar a acercar presos de ETA a cárceles próximas al País Vasco, una medida “concertada” con el Ejecutivo español, según trasladó el ministro de Justicia francés, Youssef Badr, el pasado mes de enero.
ATA y “lucha X”, movimientos residuales
Con el anuncio de la desaparición de ETA quedarán más laminados aún los escasos nostálgicos de la “lucha armada” fuera y dentro de la cárcel, a los que intenta aglutinar ATA (Movimiento pro Amnistía y contra la Represión). ATA ha intentado poner en marcha iniciativas mediáticas y de acercamiento a los presos en las que se presentaban como “agente idóneo” para favorecer su situación dentro de la cárcel, intentando contrarrestar el poder de la izquierda abertzale “oficial”, según recoge un reciente informe de un servicio de Información.
Ese mismo informe se refiere a “lucha X” al mencionar pintadas en favor de los presos u otras acciones propagandísticas que, en ocasiones, incluyen actos de pequeños actos vandalismo. Lejos queda la “violencia callejera” o “kale borroka” que el Ministerio del Interior y la Audiencia Nacional vinculaban con la desaparecida Segi.