De todos los nombramientos anunciados por Alberto Núñez Feijóo para su nueva dirección, el PP optó por no comunicar uno a la prensa. Uno en concreto que, aún hoy, no es oficial ni figura en los documentos o comunicaciones remitidos a los medios. El veteranísimo Javier Arenas tendrá asiento, sin cargo, en el Comité de Dirección. El líder de la oposición ha recurrido a un político curtido en mil batallas como consejero áulico cuatro décadas después de que se estrenara como teniente de alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y ya con edad para jubilarse. Su aterrizaje en dos tiempos en las plantas altas del número 13 de la madrileña calle de Génova genera, cuando menos, suspicacias entre dirigentes y cuadros del partido.
Feijóo designó a Javier Arenas Bocanegra (Sevilla, 1957) como portavoz en el Senado en el arranque de la legislatura. La decisión enarcó las cejas de muchos dentro del PP, donde se daba por amortizado a quien ha ocupado en los últimos 40 años casi todos los cargos que se pueden tener: concejal, diputado, senador, portavoz parlamentario, ministro, vicepresidente del Gobierno, líder autonómico y secretario general nacional. Y a punto estuvo de presidir Andalucía.
El PP mantuvo durante semanas que el cargo de Arenas en el Senado era “provisional”, un parche mientras se decidía la investidura: primero, el fiasco propio y, después, la reelección de Pedro Sánchez. Con el líder del PSOE ratificado en la Moncloa, todos pensaban que el sevillano daría un paso atrás.
Y lo ha hecho, pero cortito. Feijóo lo ha colocado como secretario general del grupo parlamentario en la Cámara Alta lo que además de garantizarle un extra en la nómina cada mes (más de 100.000 euros al año) le permite tener mando en plaza en el Senado justo por detrás de la portavoz, la abulense Alicia García, pero sin llamar la atención de los medios. Justo lo que quería, según fuentes del PP han explicado a elDiario.es.
Será los ojos y boca de Feijóo en el Senado, cámara fundamental en la estrategia de acoso y derribo al Gobierno que el líder del PP quiere implementar desde ya. Pero no solo, porque Feijóo lo ha incorporado al Comité de Dirección sin ningún cargo aparejado. Es decir, sin vicesecretaría o responsabilidad orgánica. Es una decisión personal del líder que pocos aciertan a explicar más allá de la consabida experiencia que acumula Arenas. Una “wikipedia” política, en palabras del portavoz, Borja Sémper.
En público nadie pone en duda el fichaje. En privado, las palabras se sustituyen por gestos que van de la desaprobación a la incredulidad. El nombramiento llega justo cuando se quería dar una imagen de renovación. Y Arenas no suma en ese sentido. En Andalucía, a Javier Arenas Bocanegra le llaman Javier (léase ‘Javié’), como a Felipe González le llaman Felipe. No necesitan apellido. La gente sabe quién es. Hasta la reciente eclosión de Juan Manuel Moreno (“llámame Juanma”) como líder indiscutible y referente del PP en la comunidad, Arenas personificaba el PP andaluz.
“El PP-A se lo inventó él”, suelen decir sus discípulos, una larga escuela de jóvenes políticos que creció bajo su tutela, que ya no son precisamente jóvenes y que ocupan puestos de relevancia en el Gobierno andaluz. Su fiel y eterna mano derecha, Antonio Sanz, es hoy consejero de Presidencia del Ejecutivo de Moreno. Aunque, quizá por esa ascendencia, Sanz no goza de la total complicidad de su nuevo jefe.
Arenas tuvo vía libre en su tierra porque la dirección nacional había decidido rendirse ante el (parecía) indestructible poder del PSOE andaluz. En 20 años no se encontró otra familia política dentro del PP andaluz que promocionase un candidato alternativo.
Mucho antes que Moreno, Arenas entendió que la derecha en Andalucía necesitaba centrar su discurso y que el PP debía ganar en Andalucía para llegar a la Moncloa. Supo convencer a José María Aznar, primero, y a Mariano Rajoy, después, hasta el punto de que en la ejecutiva nacional de este último llegó a meter hasta 15 andaluces, todos 'arenistas': Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, Celia Villalobos, Miguel Arias Cañete, Juan José Matarí o el propio Sanz, entre otros.
Ahora, hay quien señala a la vicesecretaria de Organización, Carmen Fúnez, como una de sus protegidas. Y hay quien avisa de que su relación con Elías Bendodo no es la mejor.
Javier Arenas es una 'rara avis' en su partido: es el único al que se le ha permitido repetir como candidato cuatro veces pese a contar todos los intentos por fiascos. Ocurrió en 1994, y 1996, y después en 2008 y 2012. Los años intermedios son los que pasó a ocupar responsabilidades de Gobierno y de partido con Aznar.
Fue ministro de Trabajo en el primer Ejecutivo de la derecha. Durante cuatro años supo aprovechar la ola económica favorable que preparaba a España para entrar en el euro, lo que implicó una fuerte recuperación del mercado laboral, que venía lastrado desde el principio de los años 90.
Arenas hizo valer su telegenia y fue uno de los principales reclamos de un programa de humor que se emitía en Canal + a finales del siglo pasado, 'Las noticias del guiñol'. Ahí se fraguó el apodo de “ministro campeón”, un apelativo que el protagonista real asegura no haber utilizado nunca en el sentido en el que lo hizo la parodia.
Su carrera nacional fue continua. Tras cuatro años en Trabajo y Asuntos Sociales durante la primera legislatura de Aznar encadenó Administraciones Públicas, el Ministerio de la Presidencia y la Vicepresidencia Segunda, que ocupó hasta la derrota del 14 de marzo de 2004.
Entre medias fue secretario general del PP ('número dos' del partido, por detrás del presidente), cargo de una enorme importancia. En su caso, con un grado añadido: sustituyó a Francisco Álvarez Cascos, para quien se acuñó el término “general secretario”. Por su condición, fue el encargado de firmar con el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, algunos de los pactos de Estado que el socialista arrancó al Gobierno de mayoría absoluta de Aznar, como el pacto antiterrorista o el de la Justicia.
El fiasco andaluz
Tras la debacle de 2004, buscó refugio en el sur. En 2004 se recolocó al frente del PP andaluz y abandonó la política nacional. Arenas ideó el lenguaje con el que la derecha ha machacado al PSOE andaluz hasta la actualidad. Acuñó y popularizó los términos “régimen”, “cortijo” y “voto cautivo” para acusar a los socialistas de mantenerse en el poder a costa de una red clientelar en los pueblos, regados con subvenciones, cuyos perceptores correspondían masivamente en las urnas.
Esa tesis, que también sirvió a Arenas para justificar sus derrotas electorales ante sus jefes en Madrid, se hizo real con la condena a toda la cúpula del último Gobierno andaluz del PSOE –incluido dos ex presidentes– por prevaricación y malversación en el caso del fraude de los ERE.
Hoy el PP de Moreno gobierna con mayoría absoluta, y parte del terreno ganado –y del desgaste socialista– es herencia de Javier Arenas, el primer candidato del PP que ganó las elecciones en una comunidad tradicionalmente de izquierdas. Ocurrió en 2012, aunque igual que le ha pasado ahora a Feijóo se quedó sin gobernar por un pacto de Gobierno del PSOE, esta vez con IU. También como ahora, Arenas prefirió dejar una silla vacía en un debate electoral televisado.
Ganó, pero perdió. Un mes después estaba en la ejecutiva nacional del PP, en la silla contigua a Mariano Rajoy. El gallego, con el que compartió ocho años de Gobierno, le recolocó como vicesecretario nacional para cuestiones territoriales, puesto en el que lo mantuvo renovación tras renovación.
Señalado por su “amigo” Bárcenas
De Arenas se dice que lo sabe “todo” del PP. Y ese “todo” es muy amplio, porque quien ha estado cuatro décadas en los entresijos de un partido, del que ha sido ‘número dos’, y de varios gobiernos, suele saberlo, efectivamente, “todo”. Ahí están incluidos algunos de los principales escándalos de corrupción de la derecha, con el 'caso Gürtel' a la cabeza.
Javier Arenas era “amigo personal” (una redundancia que en política adquiere todo su sentido) del tesorero y gerente del PP, Luis Bárcenas, quien llegó a señalarlo directamente en 2021 en un escrito ante la Fiscalía Anticorrupción como uno de los dirigentes del partido que cobró sobres con dinero negro procedentes de la cuenta B del PP. No era la primera vez. En 2013 ya lo hizo.
Para entonces, ambos habían roto su relación de amistad, que llevó a Mariano Rajoy y a su mano derecha en el partido, María Dolores de Cospedal, a confiar en él para negociar la salida del tesorero. Aquel “finiquito en diferido en forma de simulación” que tantos quebraderos de cabeza provocó después.
Pero algo pasó para que en 2009 Arenas dijera que Bárcenas era un “ejemplo de decencia” y cuatro años después este le acusara, en el mejor de los casos, de cobrar sobresueldos en negro. También fue Arenas, según Bárcenas, quien dijo cómo finiquitar la caja B del PP: “Chico, coge los billetes, los metes en un sobre y se los dejas al presidente”. El presidente era Mariano Rajoy.
Bárcenas también dijo que Arenas llevó a la cuenta B del PP nacional dinero de empresarios andaluces y que él se “limitaba a cumplir las instrucciones que recibía del secretario general o del tesorero”. El tesorero, antes que él, era Álvaro Lapuerta. El secretario general, entre otros, su ya no tan amigo Javier Arenas.
Bárcenas incluso amenazó con desvelar las supuestas “cuentas en Suiza” del político andaluz. Lo hizo a través de su abogado, Javier Gómez de Liaño, quien ha pedido este mismo mes de diciembre a la Audiencia Nacional que cite al que fuera número dos de Interior con Rajoy y al jefe de la Policía Nacional, Ignacio Cosidó, por maniobrar contra él por ser el defensor de Bárcenas. Sea como fuere, Bárcenas no pasó de la amenaza, al menos hasta ahora. Nada se sabe de esas supuestas cuentas de Arenas en Suiza.
Tras 40 años en política, el dirigente ha declarado al Senado escasos bienes: un par de viviendas en Sevilla, 17.000 euros en cuentas corrientes, un par de fondos por herencia y poco más.
Vuelta a la primera línea
Arenas ha pivotado durante cuatro décadas entre Andalucía y Madrid sin perder pie en ninguno de los dos centros de poder. En 2015 renunció (otra vez) a su acta de diputado en el Parlamento andaluz para volver a la política nacional como senador, cargo que mantiene por designación precisamente de la asamblea autonómica. Aún se pasea por la Cámara territorial y se reúne con dirigentes y personalidades en un pequeño despacho.
A Javier, sus adversarios políticos (los tiene fuera y dentro del PP) siempre le han reconocido virtudes propias de Fouché, histórico ministro de Francia que tuvo la habilidad política para sobrevivir en el poder durante la Revolución Francesa, el imperio napoleónico y la restauración borbónica. Ha salido a flote de todos los congresos nacionales del PP, incluso de los pocos que ha perdido. En 2018 apoyó a Soraya Sáenz de Santamaría frente a Pablo Casado y a María Dolores de Cospedal. La vicepresidenta de Rajoy perdió en el voto de los delegados tras imponerse en las primarias. En Andalucía, que aportaba 543 compromisarios, ganó con mayoría absoluta con el 54,4% de los votos.
Su reciente designación como secretario general del grupo en el Senado, uno de los puestos de relevancia elegidos por Feijóo, no es cuota Moreno ni cuota andaluza. Es cuota Arenas y cuota Feijóo. Es el gallego quien lo ha fichado para ser una suerte de contrapeso de edad a las novedades incluidas en un organigrama en el que Bendodo ha perdido peso. Las clásicas triangulaciones que los dirigentes políticos hacen por debajo para que nadie ponga en duda su liderazgo.
Cuando en 2017 las turbulencias amenazaban al PP de Rajoy, una fuente dijo a elDiario.es: “Es amigo personal de Mariano Rajoy desde hace 30 años. El presidente no va hacer nada que le perjudique”. Una frase que se puede aplicar ahora a Alberto Núñez Feijóo, que tira cada vez más de sus más íntimos para dirigir el partido.