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José Luis Olivera: comisario dispuesto a fabricar cuentas falsas

Pedro Águeda

12 de julio de 2022 23:37 h

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Trapecista sobre una ciénaga, el comisario jubilado José Luis Olivera ostenta el logro de ejecutar el salto más complicado de cuantos se han producido en la historia de la Policía. La plácida pasarela de la dictadura a la democracia para los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado resulta una anécdota al lado del ejercicio que supuso pasar de la jefatura de la unidad anticorrupción en tiempos de Rubalcaba y la Gürtel a policía de máxima confianza de Jorge Fernández Díaz y el Gobierno del PP. Las sospechas y las supuestas maledicencias de la época se han revelado con el tiempo muy reales. En aquel entonces no se sabía que Olivera saltaba con red. La red de José Manuel Villarejo. Las pruebas constan en el archivo sonoro de su amigo “Pepe”. 

José Luis Olivera es uno de los cuatro comensales de la comida grabada por Villarejo en la que los dos policías hablan con el periodista Antonio García Ferreras y el directivo de Atresmedia Mauricio Casals sobre lo “burdo” de la información de Okdiario acerca de una supuesta cuenta (que nunca existió) de Pablo Iglesias en un paraíso fiscal y de cómo había sido replicada por La Sexta.

Durante esa charla distendida, un alto mando de la policía da a entender que se pueden fabricar pruebas falsas contra rivales. “Que tampoco es muy costoso el meterle una cuenta a Pablo Iglesias de hace 5 años y luego que expliquen”, aportaba Olivera a la conversación sobre la manipulación de los documentos. 

Otra grabación de una comida, esta sí perteneciente a la parte del archivo de Villarejo que escapó al control del comisario y que consta en la causa judicial, describe aún mejor la relevancia que Olivera ha tenido en la política nacional de los últimos años. En este caso los comensales son todos habituales del sumario de la causa Tándem: los empresarios Adrián de la Joya y Alberto Pedraza, el abogado Javier Iglesias, 'El Largo', y los comisarios Villarejo y Olivera. Menos Pedraza, todos están imputados. Los cinco aparecen planeando hacer a Olivera director operativo de la Policía con el PP, después de que Eugenio Pino, el artífice de la brigada política, se hubiera jubilado y ya con Juan Ignacio Zoido al frente del Ministerio del Interior. 

El nombramiento de Olivera supondría libertad absoluta para sus maniobras y garantía de impunidad. El argumento que iban a presentar a María Dolores de Cospedal es que Olivera sería su instrumento perfecto en la “guerra” que mantenía con Soraya Sáenz de Santamaría. Con el abogado Iglesias presente, al que consideran su nexo con Mariano Rajoy, dicen que José Luis Olivera también le conviene al presidente, al “Asturiano”. 

Pero es a continuación cuando Villarejo alude a la que supondría una de las actuaciones más graves de las cometidas por la organización de Villarejo por indicación política, la voladura controlada del caso Gürtel para que no alcanzara a la cúpula del PP, años antes de que se abriera la pieza de la caja B. 

Villarejo afirma: “Aparte de ser la persona más ideal [Olivera] es que se ha pasado toda la puta vida haciendo favores, macho, a esta gente, joder. Que en el 2009, este señor y yo estuvimos jugándonosla esa pal Rucalcaba, estuvimos viéndole y este emboscado en el puto coche para que no nos mordieran, macho, eh, para el tema de la Gürtel de los cojones… Que la Gürtel los podía haber [al PP], vamos, los podía haber mandado todos a tomar por el culo si no llegar a ser por este… y eso no se puedo olvidar en la puta vida, eh”.

Villarejo, Ana Rosa e Inda

No es una cuestión novedosa en los audios de Villarejo. Precisamente en otra comida, esta vez, de nuevo con periodistas, el comisario jubilado alude a esa maniobra. Se produce justo el día antes del encuentro entre empresarios y policías citado en el anterior párrafo. Ahora, acompañan a Villarejo Ana Rosa Quintana; su marido, Juan Muñoz; y el director de Okdiario, Eduardo Inda. Aluden a las inclinaciones políticas del policía y él dice que su “experiencia” con el PSOE es “mucho mejor que con el PP”. “A mí, el PSOE me ha hecho ganar pasta, me ha dado honores, me ha hecho no se qué y tal. Y el PP, nada más que me ha dado por culo (…) Me cago en la puta, en el 2009 si no llega a ser por un gilipollas que se llama Villarejo escondió cien cajas de Gürtel a ver, a ver… se hubiera acabado todo, el partido…”

En la comida con los empresarios y colaboradores, Villarejo explica hasta dónde hubiera llegado el caso Gürtel si no hubiera sido por él y Olivera. El abogado Iglesias dice: “Empezando por el jefe”. “Por el mierda del jefe”, apuntala Villarejo. “Por el de los bigotes”, remata el letrado Iglesias, en referencia a José María Aznar. En uno de sus informes, la Unidad de Asuntos Internos alude a estos comentarios como “expresas menciones a una labor de protección de la investigación Gürtel, traicionando a Alfredo Pérez Rubalcaba, por entonces ministro del Interior”.

Investigador y presunto chivato

Desde que los vientos de las encuestas comenzaron a pronosticar un fin de ciclo socialista en España, al final de la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, los rumores sobre el reposicionamiento de Olivera corrían por la Policía. Contra él, que había sido denunciado en el juzgado por el PP como parte de una “camarilla policial” dedicada a fabricar pruebas contra el partido en el caso Gürtel. “La catástrofe se la he creado yo al Partido Popular”, se defendió Olivera ante la investigación de comisión del Congreso. Durante la misma, el portavoz del PP, Luis Santamaría, defendió sin fisuras a Olivera: leyó el currículum del policía y al terminar lo partió para reprochar al PSOE que eso era lo poco que le importaba la trayectoria del comisario.

La tormenta del caso Villarejo había traído para José Luis Olivera unas conclusiones de Anticorrupción que transformaban los rumores en presuntas certezas. Villarejo había telefoneado a Ignacio López del Hierro, empresario y marido de Cospedal, para advertirle de pinchazos telefónicos y futuros registros a miembros del partido en la rama valenciana del caso Gürtel y de otro llamado Brugal, sobre la gestión de basuras en Alicante. “Según se desprende del contenido de las conversaciones le habría facilitado esa información el comisario jefe de la UDEF en aquellas fechas, José Luis Olivera Serrano”, dice un informe de Anticorrupción de julio de 2019. 

Asuntos Internos adjunta también información sobre la constitución de una sociedad de Villarejo con el inspector jefe en excedencia Antonio Giménez Raso en la que Olivera se llevaría “un 5%” de lo facturado. La sociedad se constituyó en 2008 cuando José Luis Olivera era todavía jefe de la Unidad policial de élite contra la corrupción. 

En las conversaciones de Villarejo con Giménez Raso, el primero describe la supuesta colaboración de su banda con la UDEF de Olivera: “Les damos los datos, ellos se apuntan el tanto y nosotros cobramos”. La sospecha de los investigadores es que Olivera no solo “se apuntaba el tanto” sino que también recibía una mordida. El rastreo de las cuentas conocidas de Olivera no ha dado resultado, aunque su conocimiento y presunta participación en el espionaje a Luis Bárcenas con fondos reservados le ha costado el procesamiento.

Para la imputación de Olivera en Kitchen resultó determinante la declaración de su antiguo subordinado el inspector jefe Manuel Morocho, responsable directo de la investigación de Gürtel y de la caja B, quien describió en sedes parlamentaria y judicial un clima irrespirable de presiones para que no avanzara en su trabajo de investigación de la corrupción del PP. En ellas, según Morocho, participó Olivera, guardándose informes de la causa bajo secreto para negociar con el PP hasta ofertas para que se marchara destinado fuera de España, procedentes del propio ministro Fernández Díaz. 

En el inicio de la Operación Catalunya

Algo que comparten todos los policías que componen el grupo de Villarejo es su capacidad para presentarse al Gobierno de turno con una tarjeta donde se podría leer “muy necesarios, dispuestos a todo”. La lógica partidista dictaba que después de ser el jefe de la unidad del caso Gürtel, Olivera acabara aparcado en un despacho apenas sin competencias. Pero a los pocos meses fue nombrado por el Gobierno del PP jefe del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO), sin grandes competencias operativas pero sí con información. Con el tiempo, Olivera dirigiría un organismo aún más relevante, sumando el terrorismo a sus tareas de conocimiento y coordinación.

A los dos meses de comenzar su destino en el CICO, Olivera reapareció mediáticamente. Había trascendido su viaje del 29 de octubre de 2012 a Barcelona, acompañado de otro comisario, Marcelino Martín Blas-Aranda, entonces jefe de Asuntos Internos, y otro de los protagonistas de la brigada política del PP hasta que se enfrentó con Villarejo. La Operación Catalunya, destapada por elDiario.es en 2014, acababa de arrancar.

Olivera y Martín Blas trataron de convencer a los fiscales Fernández Bermejo y Sánchez Ulled de que relanzaran de inmediato la investigación del caso Palau, pese a que ninguno de los dos tenía vinculación con el caso, y pidieran al juez el registro de la sede de CDC. Catalunya estaba en precampaña electoral. Los fiscales desconfiaron de que dos policías próximos a la cúpula policial, pero sin ninguna vinculación con el caso, les presentaran aquellos nuevos y endebles indicios. La actuación de los policías motivó incluso una queja formal del Consejo Fiscal, pero los dos comisarios fueron condecorados con la Medalla Roja, un reconocimiento pensionado.

En octubre de 2019, Olivera pasó a la segunda actividad para trabajar en la Real Federación Española de Fútbol, presidida por Luis Rubiales, como “gestor de riesgos en el Área de Seguridad”. En la actualidad está jubilado. Todavía sigue poniendo en valor las aportaciones de Villarejo en operaciones anticorrupción tan importantes como Malaya o Astapa. Olivera parece el único que aún no le ha abandonado.

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