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Perfil

José Manuel Soria, un político instalado en la posverdad

José Manuel Soria, durante su etapa de ministro de Industria.

Rodrigo Ponce de León

No hay político como José Manuel Soria al que se le ajuste con tanta perfección la frase de “la mentira es una forma de talento”, de Emile Cioran. La posverdad ya era un herramienta cotidiana en el discurso de este animal político canario mucho antes de que Donald Trump decidiera dar el zarpazo a la Casa Blanca. Incluso cuando su relato alcanza lo inverosímil, la capacidad del exministro de Industria por establecer nuevas dimensiones le ha permitido formar parte del cuadro de frases célebres de la Wikipedia, donde han quedado registradas sus palabras sobre cómo el meridiano de Greenwich pasa por las Islas Canarias.

Ahora la verdad jurídica le ha vuelto a jugar una mala pasada. Los tribunales han desestimado la demanda que puso contra el periodista Carlos Sosa y el director de eldiario.es, Ignacio Escolar, y su empresa editora, Diario de Prensa Digital, S.L., por informar sobre las vacaciones pagadas en el lujoso hotel Breathless Punta Cana Spa & Resort, donde veraneó unos días invitado por su propietario, el empresario canario Enrique Martinón.  

José Manuel Soria (Las Palmas, 1958) lleva toda su vida retorciendo todas las teorías filosóficas y lingüísticas, incluyendo las jurídicas, para adaptar la realidad en pos de mejorar su carrera política. Nacido en una familia de terratenientes dedicados a la exportación hortofrutícola desde la localidad canaria de Telde, unos supuestos problemas fiscales del padre obligaron a la familia al autoexilio temporal en Londres. 

La actividad empresarial de su padre en esta ciudad sería el principio del fin. La investigación periodística de los papeles de Panamá descubriría su participación entre 1989 y 2004 en Oceanic, la empresa familiar que gestionó con su hermano Luis tras la muerte de su padre, con ramificaciones en distintas firmas en paraísos fiscales que se traduciría en el final de su carrera política en 2016. 

Hasta este encontronazo con la evidencia, que llegó a negar hasta siete veces públicamente, Soria había conseguido serpentear su carrera política con diferentes casos de corrupción que le rozaban pero no alteraban su periplo a instancias políticas cada vez más altas de las administraciones públicas. Este técnico comercial y economista del Estado, asesor del ministro socialista de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, tentado por el PSOE insular de Jerónimo Saavedra, tras su paso por la empresa privada familiar recabó finalmente en el Partido Popular.

Intereses públicos y privados

En 1995 se convertiría en alcalde de Las Palmas, victoria que repetiría en 2003. Entonces ya empezó a confundir planos entre lo público y lo privado. Como alcalde acudía a las reuniones de la directiva de la patronal de exportadores hortofrutícula en el coche oficial del Consistorio.

En esta época tuvo el primer fogonazo que lo llevó a las páginas de los principales periódicos al admitir que el Ayuntamiento le había pagado el billete de avión a Madrid a 200 inmigrantes sin papeles que dormían en un parque de la capital canaria. Soria lo justificó argumentando que quería “ayudarles a estar cerca de los lugares donde están sus embajadas”.

Lejos de amedrentarse el político canario siguió dando pasos en su carrera política. Entre 2003 y 2011 pasó a ser presidente del Cabildo de Gran Canaria, vicepresidente y consejero del Gobierno de Canarias, diputado autonómico, diputado nacional y ministro. Solo le falto ser el 'Rey' de Canarias, aunque los lugareños aseguran que su disfraz favorito en Carnaval era el de Elvis Presley. Toda una carrera trufada de casos de corrupción de los que escapó, negando e inventando, atacando y resistiendo.

Corruptelas

Cuando estuvo al frente del Cabildo tuvieron lugar los hechos del Caso Salmón,  los viajes y vacaciones pagados por el empresario noruego Björn Lyng, que necesitaba unos permisos para construir una urbanización en las islas. Al final, Soria se escapó de una condena por cohecho impropio porque la jueza no apreció delito y la Fiscalía no recurrió porque lo dio por prescrito. Los argumentos judiciales que fueron esgrimidos - la falta de causalidad entre el regalo y los contratos- fueron rechazados más tarde por el Tribunal Supremo en su decisión para la reapertura del juicio por el regalo de los trajes al presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps. Durante el juicio del caso Salmón, Soria admitió que cobraba un sobresueldo de 600 euros del partido cuando era vicepresidente del Gobierno regional y presidente del PP en Canarias, en plenas turbulencias alrededor de la financiación del partido.

Posteriormente, tropezó con lo que se conoce como Caso Isolux,  donde presuntamente sugirió a un empresario que retirase el recurso que presentó en 2003 contra la adjudicación de dos módulos para la desalación de aguas a favor de una empresa.

Más tarde se enfrentó al Caso Eolo,  la adjudicación de un concurso eólico por parte de la Consejería de Energía, dirigida por el hermano de José Manuel Soria cuando era vicepresidente del Gobierno canario, al empresario José Antonio Esquivel. Este último es hermano de Javier Esquivel, también empresario que le cedió una casa a la familia Soria durante 21 meses. Los Soria, al parecer, pagaron en metálico, en lo que se conoce como Caso Chalet. Como en el viaje a Punta Cana, el juez desestimó los recibís que se presentaron como prueba de pago llegándolos a calificar como “pintorescos”. Finalmente, hizo un intento por hacer fracasar el Caso Teresitas, meses antes de llegar a convertirse en ministro de Industria, Energía y Turismo en 2011.

Su capacidad de resistencia y facilidad para evadirse de tanta corruptela fue adoptada por el PP como muestra de político ejemplar perseguido y condenado a la pena del telediario. Su amistad con el ministro Luis de Guindos y, sobre todo, su papel en el Congreso Nacional del PP de Valencia en 2008, donde descabalgó a María San Gil de la ponencia política y movió sus influencias para pertrechar al presidente del partido lo convirtieron en uno de los fieles de Mariano Rajoy y explican la defensa numantina del presidente cuando Soria estaba defenestrado.

En el Ministerio

Su llegada a Madrid empezó con una rueda de prensa el día de su nombramiento como ministro. Un hecho insólito que venía a descubrir para los capitalinos que la fuerza del canario era su elocuencia desmedida. Soria conjugaba verbos alrededor de cualquier tema por complejo que fuera: desde el mercado eléctrico hasta las placas tectónicas submarinas o el espacio radioeléctrico. Nada escapaba de la realidad lingüística del ministro.

Otra cosa muy distinta era la sustantividad de su gestión en el Ministerio. La nuevas perspectivas en la península no evitaron que Soria siguiera fundiendo planos: Se convirtió en un acerado cuasi 'portavoz' de Repsol cuando el Gobierno argentino decidió la expropiación de YPF y defensor de las prospecciones de la petrolera en la costa canaria.  

Colocó a España en el centro del universo ante el asombro mundial con un decreto de autoconsumo energético conocido como impuesto al Sol. Como no era suficiente, recortó los incentivos a las renovables consiguiendo un nuevo récord para España en demandas en tribunales internacionales. Con su reforma eléctrica logró domar el déficit de tarifa del sistema de Rodrigo Rato a costa de que en España conociéramos de primera mano lo que significa pobreza energética, a pesar de su insistencia en que el precio de la luz bajaba continuamente.  

Su postura ante el cierre del almacén de gas Castor se tradujo en el pago de una indemnización de 1.350 millones a ACS, mientras que miró hacia otro lado ante el escándalo de las emisiones trucadas de Volkswagen. Mucho más activo estuvo en sin incursión en el sector audiovisual para ayudar a colocar al Gobierno de Rajoy como uno de los más intervencionistas contra la pluralidad informativa.

Despropósito final

La carrera de despropósitos en el Ministerio podría no haber tenido fin si los papeles del bufete panameño Mossack Fonseca no hubieran recuperado la actividad empresarial de la familia Soria. Sin embargo, José Manuel Soria quiso morir políticamente matando. En su huída a la nada, denunció a la diputada de Podemos,  Victoria Rosell, por retardo malicioso en la administración de justicia, prevaricación y cohecho durante su anterior etapa de jueza en Las Palmas. El proceso judicial no solo exoneró a Rosell sino que demostró como Soria había utilizado información a la que legalmente no tenía acceso.

Con este historial, rompiendo las reglas del sentido común, el Gobierno decidió seguir con la tradición de convertir en un sainete la imagen del España en el exterior. Rajoy propuso a José Manuel Soria, que luego rechazó ante el escándalo, como director ejecutivo en el Banco Mundial. La realidad se volvía tozuda con Soria.

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