La tercera jornada en que en el juicio se habló de forma extensa de los sucesos causados por la manifestación ante la Conselleria de Economía el 20 de septiembre de 2017 fue también la tercera en que la atención se centró en Jordi Sànchez y su papel ese día. La primera ocasión fue por su declaración ante el tribunal, donde pudo dar su versión. Ahora tuvo que escuchar en silencio cómo un capitán de la Guardia Civil lo definía como “el interlocutor válido de la masa”.
La segunda damnificada de la jornada fue la intendente de los Mossos Teresa Laplana, definida como una persona que nunca asumió la gravedad de los hechos y dejó que fuera Sànchez quien llevara la iniciativa.
Prestaron declaración los dos oficiales de la Guardia Civil que dirigían la comisión judicial: el que dirigía el equipo de diez personas que llevaron a cabo el registro de varios despachos y el responsable del dispositivo de seguridad con nueve.
A las defensas les tocó aguantar inicialmente el chaparrón. El capitán C57393S –teniente en el momento de los hechos– explicó su perplejidad sobre esos acontecimientos y su indignación por la conducta de la responsable de los Mossos durante las primeras horas del día.
A las 9.15 de la mañana, ya había 400 o 500 personas frente al edificio y la calle estaba cortada. Pidió a Laplana que se apartara a la gente. “Ella me dijo que no observaba afectación a la seguridad ciudadana y que no iba a tomar medidas. Provocó una indignación en mí porque había un elemento objetivo, el corte de la vía”.
A las 10.30, ya vio a gente subida a los vehículos policiales: “Cuando lo veo, se eleva mi valoración de que aquello es una locura”, comentó. A las 13.00, un inspector de los Mossos le presenta a Sànchez. En terminología del capitán, “se presenta como interlocutor válido de la masa”. El presidente de la ANC les ofreció un cordón de voluntarios bajo ciertas condiciones –como que no aparecieran coches con logos policiales– y permitir que los detenidos llegaran para asistir al registro de sus despachos. No aceptó esas condiciones, porque no garantizaban las medidas de seguridad necesarias. “Laplana se mantenía al margen acatando las decisiones de Sànchez”, dijo.
Según esta versión, Sànchez era quien controlaba la situación no sólo en lo que respecta a los manifestantes, sino también a la Policía autonómica. Por la noche, cuando finalizó el trabajo de la comisión judicial, en torno a las diez, volvió a salir la idea del cordón de voluntarios de la ANC, esta vez con la presencia cercana de Mossos. “Y tenemos que salir con las cajas (con el material incautado en los registros). Y dos mossos nos dicen: ¿estáis locos?, si salís con las cajas, os matan”, dijo el capitán que les comentaron dos agentes.
En un caso aparentemente más grave, C57393S relató un intento de asalto hacia las dos y media de la madrugada cuando un grupo en el exterior empujó la puerta “de cinco metros de altura, maciza de hierro”. “En ese momento todos los miembros de la policía judicial y los GRS (el equipo de seguridad) sujetamos la puerta para que no se venga abajo y entren”. La situación era más violenta que durante el día. Una hora antes, se había producido una carga de los antidisturbios de los Mossos en la calle. Sànchez había puesto fin a la manifestación a las doce de la noche.
Después, Jordi Pina –abogado de Sànchez– preguntó al teniente B35974S que dirigía la seguridad si hasta las doce de la noche hubo algún intento de entrar por la fuerza en la Conselleria. El oficial dijo que no. Por el número de personas emplazadas frente al edificio, está claro que si alguien hubiera querido que entraran, lo habría conseguido.
Otro abogado le comentó después que no hay imágenes de esa supuesta “avalancha”, así la había llamado, en las grabaciones de las cámaras existentes en el vestíbulo de la Conselleria.
El capitán empieza a dudar
Al responder a las acusaciones, el capitán se había mostrado consistente y seguro en sus afirmaciones. Después de un receso, cuando tocaba interrogar a las defensas sufrió una repentina flojera. Le entraron las dudas, la memoria le empezó a fallar y aparecieron los “no me acuerdo” que tantas veces se han escuchado en esta vista.
Fue más patente cuando el abogado Xavier Melero le preguntó si recordaba que durante el día hubo muchas ocasiones en que el vestíbulo estaba vacío. Dijo que sí. Al decir que no recordaba si pasó lo mismo por la noche, el magistrado Manuel Marchena optó por la amonestación verbal: “Intente responder con la misma seguridad con la que contestó a los representantes de la acusación”. Como se hace con los testigos con pérdidas selectivas de memoria, le recordó que estaba bajo juramento.
El segundo testigo detalló además las armas que se habían quedado en los vehículos, armas que no podían utilizar en un registro. Un fusil HK, un Cetme para material antidisturbios y una caja de munición. Los coches fueron rodeados por un grupo de voluntarios dispuestos por Sànchez, después de que lo solicitaran los Mossos, que no creyeron conveniente acercarse ellos mismos a los vehículos con el fin de hacerse con las armas. Eso no impidió que algunos rompieran antes los cristales y se llevaran cuatro uniformes completos y los cascos y porras.
A pesar de toda esta tensión, el teniente B35974S tuvo al menos una relación correcta de trabajo con Jordi Sànchez.
Jordi Pina: “¿Tuvo el señor Sànchez una relación de hostilidad hacia usted?”.
Teniente: “No”.
Pina: “Ha dicho antes que había una relación de camaradería entre ustedes”.
Teniente: “Sí, yo le contaba mis cosas y él contaba las suyas”.
Un éxito con un precio muy alto
En el día en que declaró, Sànchez reconoció que “no pudimos hacer las cosas como hubiéramos querido”. Terminó asumiendo responsabilidades que no le correspondían y que superaban sus capacidades. El seguimiento masivo de la manifestación superó las expectativas de los convocantes. Para la ANC y Òmnium, fue un gran éxito que se terminó volviendo en este proceso judicial contra sus presidentes. Quizá sin esa manifestación masiva de decenas de miles de personas durante un registro judicial, Sànchez y Cuixart no estarían hoy en prisión.
Una vez más, las defensas preguntaron, y recibieron una respuesta positiva, si los registros por la comisión judicial se realizaron en el interior de la Conselleria sin interferencias.
Xavier Melero encontró una vía de defensa más efectiva cuando preguntó al teniente a partir de qué hora ya no era viable formar un pasillo humano que diera garantías de seguridad. La respuesta: “A partir de las 11 de la mañana, ya es muy difícil”, por el número de personas reunidas. Ya sólo quedaba disolverla dando los avisos oportunos. ¿Y si la gente no se iba, habría que emplear el uso de la fuerza?, preguntó Melero. “Con el uso de la fuerza contra 10.000 personas, no se puede hacer”, respondió el oficial.
No hay más preguntas, cerró Melero, convencido de que había sacado algo de brillo a una situación de aspecto sombrío para Sànchez.
A partir de cierto momento, los acontecimientos superaron a los mandos de la Guardia Civil, y sobre todo al presidente de la ANC. Asumió un gran riesgo prolongando la concentración hasta cerca de las doce de la noche y no se puede negar que ha pagado un alto precio por ello.