Puerta del Sol de Madrid. Diez de la mañana. Las primeras banderas de Jusapol empiezan a repartirse en la esquina de la calle Espoz y Mina hora y media antes de la manifestación. La cola de Loterías Aguilar y los grupos guiados de turistas en bicicleta todavía son más numerosos que los policías y los guardias civiles. Varios hombres venden trompetas y banderas de España al grito premonitorio de “trompetas, banderas” y un organizador de la marcha se acerca corriendo cuando se pone a la espalda una enseña franquista. La bandera desaparece. Mientras todo esto se calienta en el kilómetro cero de la Comunidad de Madrid e Isabel Díaz Ayuso apoya la concentración, Pablo Casado está en León.
El líder popular cierra en ese momento el encuentro de presidentes provinciales e insulares del PP. Critica que Netflix vaya a tener que traducir contenidos al catalán por el acuerdo de Presupuestos del Gobierno y que el Supremo haya tenido que obligar a la Generalitat de Catalunya a dar al menos un 25% de la enseñanza en castellano. “Os agradezco que hayáis permitido adelantar mi intervención, también quiero estar presente en Madrid”, afirmaba después de que esta semana se hubiese subrayado que Ayuso estaría presente y él no, en plena guerra interna del partido.
Casado había adelantado su discurso y se echaba a la carretera mientras las derechas hacían todo lo posible por darse un baño de masas en el distrito centro de la capital. La primera era Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos, acompañada del diputado Edmundo Bal. Su intervención en contra de la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana reunía a muchas cámaras pero a pocos entusiastas. Y mientras la bocina del camión bautizado como 'Buitre Negro' deja sin oídos a media Carrera de San Jerónimo, aparece la comitiva de Vox.
Mientras Casado ponía rumbo a Madrid en un esprint de más de 300 kilómetros, Santiago Abascal y los suyos ejercían de padrinos y madrinas oficiosos de la manifestación. Primero hablaba el diputado Javier Ortega Smith sobre “guerrillas, algaradas, tumultos” y “terrorismo callejero”. Afirmaba que “son una gentuza y se les ve el plumero a distancia”. Mientras acababa la frase, aparecía el líder de la ultraderecha entre gritos de “¡Presidente, presidente!”.
La ausencia de Casado era suplida con el portavoz nacional del partido y con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Entre valoraciones negativas de la futura Ley de Seguridad Ciudadana y críticas al Ejecutivo, ambos contestaban a preguntas sobre la no aparición de su líder. José Luis Martínez Almeida alegaba que Casado tenía una “cita en León” e Isabel Díaz Ayuso explicaba que no iba a coincidir con él porque, como presidenta regional, entendía que no debía participar en la marcha aunque apoyase sus motivos. La columna de policías y guardias civiles juntaba ya a 20.000 personas, según la Delegación del Gobierno, y a más de 100.000, según los organizadores.
Empezaba un viaje de menos de un kilómetro hasta Colón. Mientras, a la comitiva de Vox se iban uniendo efectivos: Santiago Abascal, Javier Ortega Smith, Macarena Olona, Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio. Banderas también del sindicato del partido, 'Solidaridad', y algunos reconocidos agitadores de ultraderecha. Mientras tanto, la presencia de Casado seguía sin estar clara. Al menos si iba a llegar a tiempo antes de que la marcha se diera por desconvocada.
De “presidente” a “traidor”
El líder popular llegó, pero no a tiempo para apoyar la protesta antes de que hubiese acabado. Casado aterrizaba en la puerta del Ministerio del Interior en el Paseo de la Castellana de Madrid cuando los portavoces de la convocatoria estaban dando sus discursos y mientras los altavoces expulsaban una versión de “Pa Madrid”, de El Barrio, adaptada para la causa. Los gritos de “esta es nuestra Policía” y el lanzamiento al público de simbólicas e inofensivas pelotas de goma se alternaban con gritos de “Marlaska dimisión” e, incluso, “Marlaska a prisión” durante un minuto de silencio, previamente, por los caídos defendiendo el país en la Plaza de la Lealtad.
El líder del PP carga con dureza contra la reforma que proyecta el Gobierno, alerta del número de agentes agredidos a diario en nuestro país, del factor desestabilizador de los socios del Ejecutivo y de los diputados que Unidas Podemos ha perdido por condenas por agredir, precisamente, a policías nacionales. De fondo, sube el volumen de los gritos, algunos pidiendo la presidencia del Gobierno para Casado, y otros llamándole “traidor”. “¡Viva Vox!”, gritaba un manifestante mientras se hacía un selfi con otro hombre. “Deja a Ayuso ser presidenta”, gritaba una mujer ya entrando en las tripas de la formación conservadora. “Parecéis de derechas, pero votáis como los de izquierdas”, gritaba otro manifestante.
La cabecera propia de los líderes de Vox se había difuminado al paso por la fuente de Neptuno, aunque todavía ondeaban aquí y allá algunas banderas con el logo del partido. Pablo Casado, convertido en foco de gritos y aplausos en una concentración contra el Gobierno y el ministro del Interior y todos sus socios, culminaba una mañana dura y llena de kilómetros con un grito que le llegaba en la entrada de la calle Génova poco antes de subirse a la furgoneta: “¡Fracasado!”, gritaba una mujer antes de que los aplausos de sus simpatizantes envolvieran al dirigente en dirección al cuartel general.