CRÓNICA

Leonor solemniza la continuidad de la Corona el mismo día que se da por descontada la de Sánchez en el Gobierno

31 de octubre de 2023 22:56 h

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Entre la España oficial y la España social hay más distancia que la de la amplitud del perímetro de seguridad y aislamiento que se dispuso para la ocasión. Leonor, la primogénita de Felipe VI cumplía 18 años y, como manda la Constitución, tenía que someterse a ella ante las Cortes Generales. La Carrera de San Jerónimo amaneció este martes blindada por las Fuerzas de Seguridad de tal modo que, desde tres horas antes, no había manera de acceder al Congreso de los Diputados. Pero tampoco a ningún edificio que estuviera en los aledaños. Ni servicios médicos, ni bancos, ni comercios… Llegar al trabajo fue una odisea para miles de madrileños, ajenos a la pompa y el boato de un día solemne e histórico y del que, seguramente, de no ser por la lluvia de banderolas que colgó el alcalde de Madrid en las farolas con el rostro de la heredera de la Corona,  muchos ni se habrían enterado.

Era un día laborable como otro cualquiera y mientras la España oficial esperaba la llegada de la Familia Real al Congreso, la España social vivía ajena al mandato del artículo 61.2 de la Carta Magna y a toda la liturgia que lo acompaña. Los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Judicial y Legislativo), representantes de los tres Ejércitos, los presidentes regionales con la excepción de los del País Vasco, Catalunya y Cantabria, ex presidentes del Gobierno, ex presidentes del Congreso y del Senado… 

La emoción del padre y el escrutinio constante de la madre

Todos arroparon a Leonor, vestida con traje de chaqueta y pantalón blancos, cuando juró “guardar y hacer guardar la Constitución” ante la emocionada mirada de su padre, el escrutinio permanente de su madre y los gestos cómplices de su hermana. Se lo perdieron los abuelos porque no estaban invitados. Ni por parte de madre ni por parte de padre, que ya se sabe lo que arrastra Juan Carlos I y por eso hubo que excluir al resto para que no fuera tan notorio el veto.

Tampoco estaban, pero ellos por voluntad propia, tres de los ministros del Gobierno –Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón–, ni nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, que son los que harán posible el próximo gobierno de Pedro Sánchez. 

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, una republicana confesa que dio ejemplo de que una cosa es la ideología y otra la institucionalidad que uno representa, hizo los honores por los presentes y los ausentes e incluyó frases en las tres lenguas ya oficiales en el Congreso. Hubo en su discurso citas de poetas en catalán, gallego y euskera. Y dijo que “la princesa Leonor es digna representante de este país moderno y abierto al mundo (...)”.

Sonó el himno de España en dos ocasiones, cuando la Familia Real entró en el hemiciclo y cuando concluyó la jura de la Constitución. Una primera versión de 52 segundos y otra de 21 cuando Armengol acató el juramento de Leonor y gritó los tres vivas obligados en el guión: a España, a la Constitución y al rey. 

4 minutos de ovación que tuvo que cortar el rey

El hemiciclo irrumpió en una ovación que duró 4 minutos, que parecieron 40 y que hasta Felipe VI tuvo que cortar con un ademán de agradecimiento llevándose la mano al corazón. Leonor repitió el gesto, por indicación de Letizia Y ahí acabó el aplauso y la ceremonia, después de que la princesa recibiera de manos de su padre el collar de la Orden de Carlos III con 41 eslabones y una gran cruz cuyo origen se remonta al siglo XVIII. 

Luego ya, en el salón de los Pasos Perdidos, Leonor junto a sus padres y hermana, recibió las condecoraciones del Congreso y el Senado y fue saludando uno a uno a todos los invitados, pero eso ya no fue a la vista de los plumillas, que en el Parlamento –y no sólo para esta ocasión– tienen limitados sus movimientos y son vigilados por las Fuerzas de Seguridad hasta en el patio de Floridablanca. La España oficial tampoco se lleva bien con la España periodística. Pero ese es otro asunto, que hoy no viene al caso. 

El de más calado es que el acto con el que se pretendió solemnizar la continuidad de la Corona se celebró en el día en que ya se da por descontada la de Pedro Sánchez en el Gobierno. La institucionalidad del momento no impidió que la amnistía sobrevolara por el patio del Parlamento, que el asunto más comentado entre los invitados fuera la inminente sesión de investidura del candidato del PSOE y que esa fotografía del secretario de Organización de los socialistas con Puigdemont en Bruselas en señal de que el acuerdo con los independentistas está a falta de ponerle fecha y algún que otro fleco arrebatara parte del protagonismo a Leonor.

Feijóo y su falta de institucionalidad

El primero en quebrar la solemnidad de la jornada fue el presidente del PP. Tanta Constitución, tanto respeto a la Corona y tanto golpe de pecho de institucionalidad y Alberto Núñez Feijóo entró a saco, en declaraciones a los medios, sobre lo que cree una “humillación” y una “rendición” de Sánchez ante los que quieren romper España. Luego, le siguieron en esa línea todos los barones del PP. 

Más prudente que los populares se mostró Felipe González, aunque no pudo evitar su malestar con la imagen de Cerdán y el ex president de la Generalitat, que para el PSOE vuelve ya a tener tratamiento de president y no de prófugo de la Justicia. La fotografía fue distribuida por el PSOE a escasas horas de la jura de la Constitución por parte de la princesa de Asturias. Si fue por casualidad o intencionadamente, nadie lo sabe pero ante la pregunta de si se hubiera prestado a una imagen bajo la urna que simboliza el referéndum ilegal del 1O, la respuesta de González fue “¿por quién me toma?”. No quiso decir más porque “Hoy es el día de Leonor” y no quiso “estropearlo”.

Uno no cumple 18 años todos los días y solemniza con un juramento la continuidad de la Corona el mismo día para que la conversación entre los invitados a su fiesta discurra por la pervivencia de Pedro Sánchez al frente del Gobierno y la alianza con los independentistas que la hará posible. 

En el fondo lo uno y lo otro está previsto en la Constitución. Lo primero en el artículo 61 que establece el juramento por el que el heredero se somete a la Constitución el día de su mayoría de edad. Y lo segundo, en el 99, que pauta el procedimiento a seguir por un candidato propuesto por el rey para conseguir una investidura. Tan institucional es lo uno como lo otro, aunque haya distintas pompas y liturgias para cada ocasión. Leonor se llevó este martes una efusividad en los aplausos de la derecha política que no tendrá Sánchez el día que se someta a la investidura porque la negociación con los independentistas y la muy probable aprobación de la amnistía para los líderes del procés han abierto una nueva etapa de palabras gruesas y discursos hiperventilados en la política sobre una supuesta ruptura de la España constitucional del 78. La derecha sólo abraza la Carta Magna cuando le interesa. ¿Acaso no era lo de este martes ante el Congreso un símbolo de la continuidad de la monarquía parlamentaria? ¿En qué quedamos? ¿Se rompe España? ¿No era la Corona el símbolo de su unidad? ¿Tiene intención alguna Sánchez de cambiar el modelo de Estado?

Por lo que se le escuchó en su discurso, en el Palacio Real, de momento ha garantizado a la heredera “la lealtad, afecto y respeto del Ejecutivo”. Lo mismo que hicieron antes todos los presidentes socialistas del gobierno, aun con alma republicana. No hay discusión, sólo una inflamación exacerbada. Así que un poco de tranquilidad no vendría mal.