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Líderes despiden a Beji Caïd Essebsi, padre de la democracia en Túnez
Numerosos líderes mundiales asisten hoy al funeral de Estado del presidente tunecino, Beji Caid Essebsi, uno de los padres de la transición democrática del país, quien falleció el pasado jueves a los 92 años en un hospital militar.
Entre la amplia delegación destaca la presencia del rey de España, Felipe VI, del presidente de la República francesa, Enmanuel Macron y líderes árabes como el emir de Catar, jeque Hamad al Zani, o el presidente palestino, Mahmud Abas.
También se han desplazado a la nación norteafricana el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, su colega argelino, Abdelkader Ben Salah, el jefe del gobierno sostenido por la ONU en Trípoli, Fayez al Serraj, el expresidente alemán Joachim Gauck y el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abu Al Ghait.
Todos ellos asistirán a una pequeña ceremonia y desfile en el Palacio presidencial de Cartago previa al enterramiento del cadáver en el panteón de la familia Essebsi en el cementerio de Jellaz, en el extrarradio sur de la capital.
Durante el recorrido, que atravesará la avenida Mohamad V, arteria de la capital, los tunecinos despedirán al hombre que, tras la revolución que en 2011 derrocó la dictadura de Zinedin el Abedín Ben Ali, contribuyó de forma esencial a consolidar la transición democrática en Túnez.
Adscrito desde muy joven al movimiento nacionalista Neodestur, liderado por el que sería el primer presidente de la nueva República, Habib Bourguiba, Essebsi desempeñó numerosos cargos al lado del “padre de la independencia” tunecina pero también durante la dictadura de Zinedin el Abedin Ben Ali.
Derrocado éste en 2011, Essebsi se convirtió en una pieza clave para salvar la transición de la crisis que la amenazó en 2013, gracias a su estrecha relación con el líder del movimiento islamista conservador “Ennahda”.
Y fue el garante de la entrada de Túnez en la senda de la democracia tras ser elegido un año después jefe del Estado en los primeros comicios presidenciales limpios celebrados desde que Ben Ali se hiciera con el poder en la década de los pasados ochenta.
Cinco años después deja el país sumido en la incertidumbre política después de que hace una semana se negara a ratificar las enmiendas a la ley electoral aprobadas por el Parlamento a escasos tres meses de que se celebren elecciones legislativas.
De acuerdo con su hijo y secretario general del partido que él mismo fundó “Nidaa Tunios”, Hafed Caïd Essebsi, el presidente decidió no rubricar las enmiendas al considerar que estas son “excluyentes” y por tanto lesivas para la transición.
Entre otros cambios, las enmiendas endurecen los requisitos para aspirar a la candidatura a la presidencia -lo que impide a varios candidatos independientes presentarse pese a que algunas encuestas les sitúan en cabeza.
Y facilita también el regreso a la vida política y electoral de la vieja guardia que escoltó al derrocado presidente Zinedin el Abedin Ben Ali, durante cuya dictadura Essebsi ejerció brevemente de presidente del Parlamento.
Según los especialistas, Essebsi disponía de varias opciones antes del 13 de julio, ninguna de las cuales elegió: ratificar el texto, reenviarlo a la Asamblea para una segunda lectura, cuya aprobación exigía tres quintas partes de los diputados, o someterlo a referéndum.
Otros defienden que, concluido el plazo, la ley queda promulgada de manera automática en base a la Constitución y puede ser publicada en el Boletín Oficial del Estado para su inmediata aplicación.
En este contexto, la Instancia Superior Independientes de las Elecciones (ISIE), institución encargada de supervisar y velar por la consulta, decidió adelantar al próximo 15 de septiembre las elecciones presidenciales previstas para finales de noviembre para intentar evitar un posible vacío de poder ya que el presidente interino, Mohamad Ennaceur, de 85 años, también tiene un delicado estado de salud.
Los críticos también recriminan a Essebsi la falta de avances en cuestiones claves, como la formación del Tribunal Constitucional, y en particular la grave crisis económica que sufre el país, que le ha obligado a recurrir a la deuda internacional.
Ocho años después de la revolución que asombró al mundo, Túnez adolece de los mismos problemas que condujeron a la ira: una corrupción endémica y un paro estructural desbocado, especialmente entre los más jóvenes, que mantiene asfixiadas a las calles medias y trabajadores y nublado la esperanza de futuro.
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