La preferencia por los vehículos elevados, hechos a semejanza de los 4x4 de toda la vida, lejos de haber pasado como cualquier otra moda pasajera parece haber llegado para quedarse. El fenómeno afecta a todos los segmentos del mercado pero es especialmente llamativo en el del gran lujo, y no se limita a Europa o Estados Unidos, donde es conocida la afición por el coche grande, sino que alcanza cotas de verdadero furor en China y Oriente Medio.
En el mundo se venden al año alrededor de un millón de automóviles de lujo. De ellos, la mitad corresponden a carrocerías todocamino o SUV (Sport Utility Vehicle), y la tendencia se acrecienta cada mes que pasa. Los fabricantes generalistas han observado también que aumenta la demanda de las versiones más equipadas y exclusivas dentro de su gama.
Porsche abrió brecha en esta cuestión hace ya mucho con un modelo, el Cayenne, que le reportó tantas críticas por parte de los puristas como desahogo para sus maltrechas (por entonces) finanzas. En la actualidad, entre el Cayenne y el pequeño Macan suman casi el 70% de las ventas de la marca de Stuttgart.
El último en llegar al mercado español es el Maserati Levante, en el que la marca italiana tiene depositadas grandes esperanzas. De las 75.000 unidades en total que espera vender en 2018, la mitad debería aportarlas este nuevo todocamino deportivo, elegante y lujoso, que al parecer tampoco hace mal papel si algún cliente audaz se decide a sacarlo del asfalto.
Antes del Levante asistimos a otro lanzamiento inimaginable hace solo unos años, el del Bentley Bentayga, un 4x4 de enormes dimensiones que, al pecado original que carga a su espalda, añade el de ofrecerse también en una variante diésel, eso sí, de ocho cilindros y 435 caballos de nada.
El siguiente sacrilegio podría ser un SUV firmado por Ferrari, después de lo cual casi no quedaría nada por ver. Aunque la marca italiana se resiste, competidores directos suyos han dado el paso sin rasgarse las vestiduras. Lamborghini tiene previsto lanzar su brutal Urus en 2018, Aston Martin presentó el año pasado un prototipo (DB7) con todos los visos de llegar a la producción en serie, y hasta Rolls-Royce ha confirmado que trabaja en un vehículo de esta clase.
Como se apuntaba más arriba, la fiebre SUV afecta –a su escala– a las marcas convencionales. La semana pasada, Ford presentaba en Viena las versiones más lujosas y exclusivas, bajo el distintivo Vignale, de sus todocamino Kuga y Edge. “Vemos un gran potencial para ampliar la gama alta de nuestros productos y ofrecer una experiencia especial que cumpla las expectativas de nuestros clientes”, señalaba el vicepresidente de Marketing, Ventas y Servicio de Ford Europa, Roelant de Waard.
Los números hablan por sí mismos: casi cuatro de cada cinco de los 102.000 Kuga vendidos en 2015 lo fueron con el lujoso acabado Titanium. Los responsables de Ford no han tardado en ampliar la gama Vignale, “que se dirige directamente a la creciente tendencia que pide SUVs de gama alta y representa lo mejor de Ford, con diseños, materiales y manufactura de lujo”, según De Waard.
Los construyan fabricantes de gran caché o generalistas, en un mundo crecientemente polarizado –desigual, hablando en plata–, veremos cada vez más coches de lujo junto a las tartanas de 20 años de las personas de a pie. Unos y otros coinciden en que muchos de ellos serán 4x4.