Presentar un libro contando con la presencia de estrellas invitadas que arrastran consigo altas dosis de expectación es un regalo para el autor y la editorial. A estas alturas, si Mariano Rajoy presenta un nuevo libro, la cosa no es como para reservarle un espacio en la primera página del periódico o la apertura de una sección. Pero resulta que al acto del miércoles estaba previsto que asistieran Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, que llevan tiempo sin verse o si acaso enviándose mensajes envenenados a través de los medios o de sus segundos espadas. Han sido 42 días sin contacto en los que los dirigentes del Partido Popular han comprobado que la pelea por el control del PP de Madrid ha causado la desautorización de su líder y amenazas enviadas a través de intermediarios.
Casado y Díaz Ayuso llegaron cada uno por su cuenta y se hicieron las fotos de rigor junto a Rajoy por separado. Entraron en una sala reservada para los invitados especiales del autor y luego hubo tiempo para otra foto en la que se juntaron los tres y también el alcalde de Madrid y el presidente de Castilla y León. Y ahí llegó el momento culminante que los periodistas estaban esperando. Rajoy se fue un par de pasos a su izquierda para dejar espacio a Ayuso tocándole levemente el brazo y que esta se colocara entre ambos. Mucho mejor para demostrar unidad, sea auténtica o falsa como un billete de quince euros.
La presidenta de Madrid, que había quedado por delante, vio la jugada y repitió el movimiento de Rajoy para no aparecer al lado de Casado. Pareció que Ayuso hizo una cobra fotográfica. Juntos ella y Casado, pero no tan juntos.
Más tarde, se explicó que Ayuso lo hizo así con la intención de que se respetara el protocolo y que el expresidente Rajoy quedara en el centro de la foto. Era sólo la presentación de un libro. Tampoco se trataba del desfile del 12 de octubre con la presencia del rey.
Como Rajoy hizo otro posado, hubo tiempo para que Casado y Ayuso hablaran a un lado dos o tres minutos. Las caras estaban relajadas y sonrientes. No era cuestión de montar el número delante de tantas cámaras. Martínez-Almeida se mantuvo al lado, pero sin hacer amago de acercarse. Entre Génova y Ayuso, sólo le están dando preocupaciones.
Al comenzar la conferencia de Rajoy, este dio los agradecimientos habituales a algunos de los asistentes con una frase con intención dirigida a Ayuso. “Le agradezco mucho porque está aquí y porque está ahí”, y la señaló. Es decir, muy cerca de Casado, aunque no del todo. Les separaba la esposa del expresidente en la primera fila.
El libro de Rajoy se titula 'Política para adultos', que es como una broma involuntaria viendo lo que está pasando en el PP, donde dos de sus dirigentes más importantes se llevan sacudiendo dos meses por la celebración del congreso del partido en Madrid en marzo o en mayo. No hay que dejar volar la imaginación. El título estaba pensado de antes. Para él, la política al nivel de los adultos se hacía en los tiempos del bipartidismo, cuando sólo dos partidos podían estar en el Gobierno y los demás no molestaban casi nada. Llegó el multipartidismo y se acabó la fiesta de los que hacían las cosas como Dios manda y sin estridencias.
A Rajoy lo que le molesta de verdad es el populismo, que “trata a los ciudadanos como a niños”. Aprecia un “proceso de infantilización” en muchos países, que es algo que desagrada a una persona de Pontevedra que sacó las oposiciones a registrador de la propiedad al poco de acabar la carrera y que se metió en política a los 26 años. Nada de farras ni beber a lo loco ni ligar como un descosido. Con menos de 30 años, ya parecía un señor mayor.
“Lo que define a un adulto es la responsabilidad”, dijo. El acto se celebraba en el Real Casino de Madrid, un lugar de la clase alta con un notable número de lámparas y candelabros, pero ese tipo de palabras podrían haberse escuchado con frecuencia en el casino de Pontevedra en los años cincuenta. O antes. La edad media de la audiencia indicaba que sus mensajes fueron muy recibidos. No es que Rajoy no soporte a los jóvenes. “Se puede ser mayor e infantil, y se puede ser un chisgarabís”. Con esta última palabra, cumplió con su cuota de palabras antiguas que sólo usan él y zonas del mundo donde aún no ha llegado la televisión.
Rajoy, un tipo siempre templado, sólo se excitó para denunciar los “juicios paralelos”. Es lo único que le preocupa de las investigaciones por corrupción en los casos que ocurrieron en los mandatos de Aznar y el suyo. De ahí que reivindicara a Rita Barberá y Francisco Camps. No queda mucho para el juicio por la acusación de blanqueo de dinero contra los dirigentes del PP valenciano en los años en que Barberá era alcaldesa y los billetes de 500 euros corrían de mano en mano para financiar campañas.
El expresidente también se mostró firme para defender a Juan Carlos I, “atropellado injusta e inmisericordemente en este país”. Seguro que en el casino de Pontevedra piensan lo mismo. Si escondió una fortuna en el extranjero cometiendo varios delitos fiscales, a fin de cuentas es el rey y se merece ese dinero. Más tendría que haberse llevado. Así es como se hacían las cosas en los tiempos del bipartidismo y la gente como Rajoy no tenía que preocuparse por tantos líos. Los líos, eso es lo que más le molesta.