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La enrevesada campaña en Ceuta y Melilla que puede dejar fuera del poder al PP tras casi 20 años

Helipuerto de Ceuta / JOF

Gonzalo Testa

Ceuta —

Ceuta y Melilla son España desde hace más de 500 años; no tienen aguas territoriales, no son territorio Schengen ni Unión Aduanera. Tampoco están bajo el paraguas de la OTAN y sus Estatutos de Autonomía de 1995 les otorgan un carácter institucional extraño: no son ni entidades locales ni Comunidades Autónomas, pero los líderes de sus Ejecutivos participan de igual a igual en la Conferencia de Presidentes.

Carecen de competencias en Educación o Sanidad pero manejan presupuestos de 300 millones anuales cada una, con una población de 85.000 habitantes por separado y 30 kilómetros cuadrados de superficie conjunta, menos que el municipio de Santander. Líderes habituales en las estadísticas de paro (sobre todo juvenil), fracaso escolar, población bajo el umbral de la pobreza (cerca del 40%) e infravivienda, el nivel de ingresos medio de quienes trabajan es el más elevado gracias a un Régimen Económico y Fiscal (REF) especial con indemnizaciones, deducciones y bonificaciones fiscales medias del 50% para paliar sus condicionantes geográficos: escaso tamaño, recursos naturales limitados, extrapeninsularidad y constituir las únicas fronteras terrestres de Europa en África.

Nada las ha vacunado, por su ubicación y el “factor frontera”, contra el “populismo de derechas” que conecta al GIL del político Jesús Gil con Vox. Así lo cree el ceutí Julio Basurco, que será candidato de Podemos en las europeas. Las del 28-A y el 26-M serán las primeras elecciones de este siglo a las que el PP concurrirá con una posibilidad de perder los dos diputados y los cuatro senadores de Ceuta y Melilla y de dejar de ser la primera fuerza política en sus Asambleas. “El PP de las mayorías absolutas se ha aprovechado de la división religiosa de las ciudades autónomas y de estar al lado de Marruecos y su amenaza anexionista para, de manera más velada que ahora Vox, utilizar un discurso antimarroquí que termina asimilándose a todos los musulmanes”.

A finales de 2018, un sondeo de Sigma Dos ya colocaba a Vox como segunda fuerza en Ceuta con el 19,1% de los votos (en las municipales de 2015 no pasó del 1,2%, 356 votos en total; y en Melilla ni se presentó), solo por detrás de los Populares (34,7%). Y eso pese a sus choques con la población musulmana, la mitad de la residente en la España africana.

El senador ceutí Guillermo Martínez (PP), que nació en Melilla, abandera para ambas “una política de Estado como la que asegura el PP para evitar que caigan en manos del populismo”. En Ceuta los suyos no pierden desde 1999. Dos años después, una moción de censura hizo presidente a Juan Vivas, que ha encadenado cuatro mayorías absolutas con hasta el 67% de los votos. Juan José Imbroda, con un perfil menos templado que el de su homólogo ceutí, llegó en 2000 a presidir Melilla y tampoco ha tenido rival electoral desde entonces.

La mitad de la población, musulmana

En ambas ciudades hay que remontarse hasta 1989 para encontrar victorias socialistas, justo después de que reconociesen la nacionalidad española y sus derechos civiles a la población árabe-musulmana, que actualmente supone un 50% de cada censo. Con un tejido productivo exiguo, el sector público sostiene la economía a pesar de la desaparición de la mili: la mitad de la población activa trabaja en la Administración local o estatal, que también garantiza por ley los ingresos de los Gobiernos locales. Ceuta y Melilla tienen, juntas, la mitad de la población de Valladolid o Córdoba. Pero su presupuesto separado es muy similar. Es decir, tienen el doble de presupuesto per capita, con 300 millones de euros al año.

Basurco subraya el peso del componente “identitario y religioso” en el mapa político local por encima del eje ideológico o social. Aunque solo un presidente socialista, Zapatero, las visitó fuera de campaña electoral (y los reyes en 2007),  lo que “cambió el rumbo de la política local” fue la 'reconquista' en julio de 2002 del islote de Perejil. La ocupación marroquí del islote de Perejil por efectivos de su Marina Real el 11 de julio de 2002 se erige, en la Historia reciente, como el único episodio de amenaza armada real de la soberanía española en África. La respuesta del Gobierno de Aznar, que a los seis días envió a la legión en helicópteros a desalojar el peñón, ubicado a apenas dos kilómetros de Ceuta, convirtió al PP en “el partido” de las ciudades autónomas, como repite con frecuencia el presidente Vivas.

Casi veinte años después, ahora los votos parece que no los va a mover el “fuerte viento de levante” al que se enfrentó La Legión como dijo Federico Trillo, sino el pavor a la marroquinización. Fuentes del PP que prefieren, cerca de la campaña, no identificarse, subrayan que ellos estrangularon las mafias del narcotráfico, reconquistaron el islote y presentaron dos “buenos candidatos”. Desde la izquierda, Basurco añade que en la ebullición de banderas que agudiza el conflicto catalán, los menores extranjeros no acompañados se han convertido aquí en “el chivo expiatorio”.

Vox rema hacia las elecciones sin candidatos ni nada parecido a un programa de gobierno más allá de “levantar un muro infranqueable”; “cuidar nuestras fronteras con total eficacia”, para lo que ha propuesto en Melilla recurrir a los legionarios; y “exigir a Marruecos un total reconocimiento y respeto de la soberanía española de Ceuta y Melilla”.

El PP ha aceptado competir con los de Santiago Abascal en mano dura con los niños migrantes, cuya escolarización, obligatoria por ley, se ha convertido en anatema: “Somos los únicos que queremos devolverlos”, reza la última campaña del PP en las redes sociales después de que Vox abogase por usar la antigua prisión local para meter dentro a los jóvenes marroquíes y no juntarlos nunca con “niños normales”. Basurco alerta de que “es un error la agenda de la extrema derecha” y que esta, beneficiada por la “irresponsabilidad de la izquierda”, permanentemente dividida, tiene “serias posibilidades” de convertirse en la opción más votada.

Las poblaciones locales abrazan la rojigualda con pasión con independencia de su confesión (hay cuatro comunidades tradicionales, la cristiano-occidental, la árabo-musulmana, la hebrea y la hindú, las dos últimas muy pequeñas pero con mucho peso económico y social), pero el “voto religioso” es otra clave inexorable.

Electorado musulmán

En ese contexto, las formaciones localistas de electorado eminentemente musulmán han superado al PSOE. Tanto Mustafa Aberchán con Coalición por Melilla (CpM) como Mohamed Ali (primero con UDCE y ahora con Caballas) llevan décadas denunciando que las políticas del PP han horadado una sima entre la población funcionaria y pudiente del centro y la musulmana pobre, sin éxito académico y en barriadas degradadas que se extienden por la periferia. Uno de sus retos es movilizar más a esa parte de dos ciudades, en las que la abstención no ha bajado nunca del 33% desde 1982 y llegó al 74% en las últimas europeas.

El barrio del Príncipe, en Ceuta, cuya población se acerca a los 20.000 habitantes y en la que se han concentrado las actuaciones policiales contra el yihadismo, y la Cañada de Hidum, en Melilla, son populosas barriadas de censos exclusivamente musulmanes, y concentran las mesas electorales que se han resistido al PP pese a sus millonarios programas de contratación pública durante 6 ó 9 meses para población sin formación ni capacitación laboral. Basurco también cree que serán impermeables a Vox, que aboga por tomarlas con los medios que haga falta.

En medio de la contienda electoral, las dos ciudades se juegan su futuro económico. Sus gobiernos han apostado por el turismo y la atracción de empresas tecnológicas, sobre todo del juego por Internet, a costa de beneficios fiscales para poder compensar el 25% del PIB local, unos 1.500 millones de euros, que se perdería con extinción del 'comercio atípico' del porteo.

Melilla está geográficamente “más aislada” de la Península y en un entorno marroquí más pobre, aunque mejor conectada con Madrid gracias a su aeropuerto. Su relativo “aislamiento” le ha dado una sociedad “más cohesionada”. Tenía aduana comercial pero el Gobierno de Rabat decidió cerrarla unilateralmente el verano pasado en un gesto que para el secretario general de CCOO de Ceuta, Juan Luis Aróstegui, también diputado autonómico localista, es otra prueba de que el Reino alauita ha emprendido “sin discreción ni disimulo” una ofensiva para “asfixiarnos económicamente” y “demostrar internacionalmente que somos unas colonias sostenidas con fondos públicos de manera anacrónica y con un régimen político diferente al general del país matriz”.

Incluso el PP, que como el PSOE acostumbra a alabar públicamente al país vecino como un socio leal “imprescindible” para combatir el terrorismo yihadista y la presión migratoria, ha empezado a asumir que “su actitud”, como reconoció en el último pleno el portavoz del Grupo Popular, Emilio Carreira, “es desleal con la ciudad y con España”. “Seremos dique de contención frente al plan trazado para quien no quiere bien a Ceuta y Melilla”, prometió.

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