La política española tiene el estómago de una boa constrictor. Lo digiere todo, incluidas presas superiores a su tamaño. La política internacional no suele encontrarse en su menú habitual, pero no se le hace ascos si la noticia cuenta con las dimensiones adecuadas. En España existe además desde hace años un interés especial por la situación de Palestina y una cierta continuidad de los principios de su política exterior con independencia de los gobiernos en el poder. En los tiempos que corren, todo eso se olvida con facilidad si hay posibilidades de rentabilizar un drama que cuenta ya con casi ochenta años de historia.
El Partido Popular se apresuró la pasada semana a sacar partido de las noticias de la matanza de 1.300 israelíes ocurrida en el asalto de Hamás. Ante las noticias sobre el centenar de civiles asesinados en cada una de las dos localidades cercanas a la frontera –incluido el dato horroroso de cuarenta bebés decapitados que en realidad nunca se confirmó–, Isabel Díaz Ayuso apostó por una de sus habituales acusaciones falsas afirmando que el Gobierno estaba en “la equidistancia”, cuando se había producido una condena muy clara por el Gobierno de esos ataques contra la población civil.
El portavoz del partido tuvo un ataque de ira en Twitter, que es el sitio donde todo el mundo está de los nervios. “Los contextualizadores y equidistantes os podéis ir a la mierda”, dijo Borja Sémper, lo que equivalía automáticamente a mandar “a la mierda” a todos los periodistas. El periodismo no es nada sin contexto.
La última guerra de Gaza ha pillado al Congreso en un estado de animación suspendida a la espera del debate de investidura de Pedro Sánchez, que no parece que se vaya a celebrar en octubre. No están constituidas las comisiones, tampoco la de Exteriores. El PP pidió hace seis días la comparecencia en el pleno del ministro de Exteriores, que respondió que no tenía ningún inconveniente en hacerlo.
Esta semana, no está programada ninguna reunión de la Mesa del Congreso, que es la instancia que puede decidir sobre esa comparecencia.
Lo mismo ocurre con cualquier petición que hagan los grupos para que el Parlamento se pronuncie sobre la crisis. Sumar presentó el lunes los textos de una proposición no de ley y una declaración institucional. Esta última requiere unanimidad, con lo que su aprobación es improbable. La PNL condena “los actos de terror y ataques contra población civil de Hamás y el Estado de Israel” y denuncia la respuesta israelí –que va desde los bombardeos al corte de suministro de agua y electricidad– por ser “crímenes de guerra que deben ser denunciados por la comunidad internacional”.
Podemos hizo pública la pasada semana el texto de una PNL que no contenía acusaciones contra Hamás. Esa ausencia haría que el PSOE nunca fuera a aceptarla, por lo que Sumar elaboró otra propuesta de la que ha dicho que tiene el apoyo de todos sus integrantes.
En la cumbre de la UE y los Balcanes que tiene lugar en Albania, Sánchez condenó el “ataque terrorista” de Hamás y también defendió que “la protección de los civiles es esencial, como también lo es el acceso de ayuda internacional para quienes lo necesitan, especialmente en la Franja de Gaza”.
Sumar reclama el reconocimiento del Estado palestino por España, una medida que nunca ha interesado al PSOE por tener un carácter testimonial, no contar con el apoyo de los demás gobiernos europeos y porque sería recibida por Israel con hostilidad. En cualquier caso, la política exterior del Gobierno de coalición siempre ha sido controlada por Moncloa y Exteriores, como se ha apreciado tras la invasión de Ucrania.
Frente a esa realidad, Borja Sémper ofreció el lunes el escenario que ha creado el PP en el que las críticas tradicionales a Sánchez se mezclan con los acontecimientos de Gaza para crear un mejunje no muy apto para estómagos débiles. Se refirió a “la idea de que Pedro Sánchez no es de fiar en la comunidad internacional”, un corta y pega de declaraciones anteriores del PP sobre el presidente. ¿El motivo? Existe “incomodidad y división en el Gobierno” sobre la situación de Gaza, y eso hace que “los socios europeos nos vean con cierto recelo”.
Estaría bien que los políticos leyeran los artículos de los corresponsales en Bruselas. Se aprende un montón. Han contado que existe malestar en varios gobiernos europeos por la decisión de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, de viajar a Jerusalén para solidarizarse con el Gobierno israelí sin ninguna mención a los derechos humanos de la población palestina y olvidando que ella misma criticó a Rusia por lo mismo que está haciendo ahora Israel. Es decir, bombardear edificios de viviendas y cortar el suministro de agua y electricidad a la población civil.
Aunque eso sorprenda al PP, los gobiernos europeos están más preocupados por lo que ha hecho Von der Leyen que por Ione Belarra. Aunque sólo sea por la diferencia de relevancia europea de sus cargos.
Belarra fue quien pidió en nombre de Podemos que el Gobierno español denuncie al primer ministro israelí Netanyahu ante el Tribunal Penal Internacional. Otra medida que el Gobierno de Sánchez no va a tomar. La líder de Podemos también exigía la investigación internacional de los crímenes “perpetrados por Hamás en Israel y los territorios ocupados contra la población civil”.
A última hora del lunes, la embajada israelí decidió infiltrarse en los duelos políticos en España con un duro comunicado que está fuera de las prácticas diplomáticas habituales. Acusó a “ciertos elementos del Gobierno español” de “alinearse con este terrorismo tipo ISIS”.
La respuesta fue probablemente la más dura que un Gobierno español ha arrojado sobre esa embajada. El comunicado de Exteriores “rechaza tajantemente las falsedades vertidas” y no acepta “insinuaciones infundadas” contra ningún miembro del Gabinete. Además, reitera la “condena tajante” del ataque de Hamás, exige la liberación inmediata de los rehenes y reconoce el derecho de Israel a defenderse pero “dentro de los límites marcados por el Derecho Internacional”.
Para comprobar hasta qué punto el PP engorda artificialmente el debate español sobre Gaza, vale la pena escuchar lo que dijo su portavoz el lunes. Sémper dijo que “mezclar Hamás con Palestina, con Cisjordania, con Gaza es un profundo error”. Insistió después al afirmar que la sociedad civil palestina “no debe pagar por las acciones de Hamás”. Eso le sitúa más cerca de los mensajes del Gobierno español que de los políticos que gobiernan Israel y de sus declaraciones más deshumanizadoras sobre los palestinos.
Hasta una personalidad como el presidente del país –Isaac Herzog, que fue líder del Partido Laborista– ha dicho que los palestinos de Gaza son responsables de las acciones de Hamás porque el partido integrista ganó las elecciones de Gaza de 2006 (con un 44% de los votos), hace diecisiete años.
Ese discurso que promueve el castigo colectivo contra dos millones de personas nunca ha predominado en la política española, excepto en la extrema derecha.
Cierto nivel de desinformación sí apareció en la intervención de Sémper. “He oído hablar de que Gaza es un territorio ocupado. No es cierto. Es un territorio autónomo”. Esa es la versión irreal de los gobiernos israelíes. No hay soldados israelíes estacionados en su interior, pero desde la retirada unilateral de 2005 han atacado Gaza en varias ocasiones matando a más de 4.000 personas, sin contar las víctimas de la actual operación. Los israelíes controlan el cielo de Gaza y su costa. Impiden con la colaboración de Egipto el paso de alimentos y pueden cortar el suministro de electricidad cuando quieran.
Gaza es muchas cosas, pero autónoma para decidir su destino no es una de ellas.
Pero al final la hipérbole es lo que interesa al PP. El lunes, Alberto Núñez Feijóo advirtió de que el sistema político español se alejó desde sus orígenes “de unos nacionalismos que nos llevan a la Edad Media o a un horizonte similar al de los Balcanes”. Todo eso para meter miedo sobre las negociaciones de Sánchez con los nacionalistas.
En todas las guerras de los Balcanes de los años noventa, murieron 130.000 personas. Respecto a la relación del nacionalismo con la Edad Media, sólo da para que los historiadores pasen un buen rato.
Es una pérdida de tiempo recordárselo a Feijóo. El lunes estaba muy ocupado digiriendo todos los Balcanes y parte de Oriente Medio para ver qué podía sacar en su beneficio.