Casado siente la presión mientras Ayuso mueve una ficha más en su favor

Valladolid —

0

Pucherazos, manipulación, podemitas, dictadores, el Falcon, ETA, asesinos, Kubati, chantaje, Bildu, radicales, terrorismo, Rusia, okupas… Pablo Casado puso fin a la campaña del PP en Castilla y León con todo el catálogo de sus obsesiones y sus denuncias excitadas. Sólo le faltó tirar una muñeca hinchable al público, por ejemplo al final cuando gritó “España es el mejor país del mundo”. Claro que sí. No hay nadie como nosotros. Y yo soy el salvador de España.

Casado tiene el problema de que el adelanto electoral de Castilla y León se concibió para salvarle a él, y las expectativas ahora no dan para tanto. De las cifras de una presunta encuesta interna que les situaba cerca de la mayoría absoluta (41 escaños) y de la que hablaron a algunos medios en el comienzo de la campaña se ha pasado a unos pronósticos sombríos que gotean a través de declaraciones de fuentes anónimas. Hablan de una cifra que ronda los 30 escaños. Con eso, Casado va a tener que gritar mucho si quiere aparentar ser el ganador. 

Al ser el último día de campaña, había que echar el resto y ofrecer imágenes de victoria a las televisiones. Durante una hora antes del inicio del mitin en la Feria de Muestras de Valladolid, el DJ se afanó para poner música bailable y animó a las algo más de 2.000 personas que llenaban el recinto a que movieran con brío las banderas que habían repartido a los asistentes. El DJ demostró más ganas y pericia que Alfonso Fernández Mañueco en los mítines, por lo que quizá deberían haberle buscado un puesto en las listas. 

Casado, que nació en Palencia y que tiene una casa en Ávila, dedicó los escasos momentos de su discurso en que no atacó al Gobierno, a alardear de que Castilla y León es lo mejor del mundo. Es increíble la cantidad de cosas que se han inventado allí: “Castilla y León es la cuna de la nación de España y lo ha sido desde hace cinco siglos” (hace unos meses, Casado citó la conocida frase de que Asturias es España y lo demás, tierra conquistada).

Pero el currículum castellano no acaba ahí. “Castilla y León es la cuna de la Hispanidad, mal que le pese al de México, a Zapatero y sus negocios con Maduro, y a los podemitas”. Y en los tiempos contemporáneos, también hay que incluir que “Castilla y León es la cuna de la Constitución”. No hay sitio en que hagan mejores cunas que en esa comunidad.

Todo se ha inventado en Castilla y León. Incluso algo de lo que presumen en Gran Bretaña. “León es la cuna del parlamentarismo sin los pucherazos que vemos ahora para aprobar una ley fuera del consenso legítimo”. En las Cortes leonesas, no sólo hubieran dejado a Alberto Casero rectificar su voto favorable a la reforma laboral, sino que le hubieran curado la gastroenteritis. 

El líder del PP cuenta con ideas muy curiosas sobre la historia de España que no pasan por la lectura de los libros de los historiadores que han estudiado cada época. La interpretación nacionalista tiene una buena recepción en Castilla, así que tampoco es extraño que Casado agite esas banderas. En una comunidad tan grande y diversa, en la que la abstención juega en contra del PP, no hay gancho sentimental que se deba dejar fuera a la hora de empujar a los partidarios a las urnas.

Sin embargo, la apelación constante de Casado a ese origen histórico que sólo defiende realmente el PP –eso dice él– excluye a todos los demás partidos. Por tanto, deja fuera a una gran parte de España, la representada políticamente por el actual Gobierno, con independencia de dónde estén localizadas sus cunas

El PP echó el resto en el acto final de campaña. Dos presidentes autonómicos del partido enviaron un mensaje grabado. Otros dos, Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, estuvieron en el mitin final de Valladolid. Como ya es habitual, la presidenta madrileña dio la nota para centrar su discurso no en Castilla y León, sino en ella, o al menos en sus ideas. Mientras el partido está entre alarmado y aterrorizado por lo que puede ocurrir en las urnas –un columnista de ABC ha escrito que “están encogidos de miedo”–, a ella se le ve más preocupada por sus intereses personales. El acto del viernes fue una excelente oportunidad para demostrarlo.

Un mitin es un momento en el que soltarse el pelo, improvisar siempre que se haga con pasión, decir incluso algunas barbaridades y llegar al corazón de los militantes y votantes. O intentarlo. Pero eso no entraba en los planes de Ayuso.

Apareció con el texto preparado del discurso y dijo que lo había escrito ella. Gran revelación, sea o no cierta. También le aplaudieron por eso. Consistía en doce puntos que resumían su ideario. Algunos hubieran pensado antes que su presencia en Valladolid tenía como misión apoyar al PP de Castilla y León para que gane las elecciones del domingo. Era el caso de todos los demás líderes regionales del partido que comparecieron en el acto. Ella había decidido que sus prioridades eran otras.

Fue desgranando punto a punto todo aquello en lo que cree. Fueron doce puntos. Algunas ideas no eran precisamente el colmo de la originalidad: “El fin no justifica los medios”. También tuvo la oportunidad de incluir a ETA en el argumentario. En su conjunto, tenían un aspecto inconfundible. Por momentos, parecía su discurso de presentación con destino a las próximas primarias del Partido Popular. Para cuando sea necesario.

Al final de su discurso, hizo dos referencias rápidas al tema que en teoría les había reunido allí y pidió el voto para Mañueco. Un poco para cubrir el expediente. El mensaje acabó con una cuña de su cosecha tradicional: “Este domingo, elegid socialismo o libertad”.

Media hora después del fin del mitin, cuando ya sólo quedaban los periodistas, los técnicos del acto y un puñado de personas, el DJ tuvo a bien comunicar que aún estaba dentro Díaz Ayuso haciéndose fotos con los interesados en retratarse con ella. Si las elecciones de este domingo no le van bien al PP y dejan malherido a su presidente, bien podría ocurrir que el mitin de Valladolid haya sido el inicio de otra campaña interna, una fase totalmente nueva. Es lo que quizá estaban pensando los que quisieron hacerse una foto con Ayuso y, tristemente para él, también Pablo Casado.