“En este año electoral no se verá al PP utilizando a Bruselas para hacer campaña contra el Gobierno de coalición”, contaba La Razón en enero de este año. La frase podría haber provocado perplejidad en la audiencia, pero las fuentes del Partido Popular citadas por el diario eran tajantes. Ocurrió justo después de la renovación del Tribunal Constitucional. Para marcar distancias con el PP de Pablo Casado, la dirección del partido se comprometía a “actuar con sentido de Estado ante el semestre europeo”. Aquí el lector puede insertar el emoticono de las risas.
En sólo tres meses, el PP ha dado un volantazo, lo que no es muy sorprendente, y se ha puesto en dirección contraria a la velocidad del presidente de la Diputación de Ourense. La cercanía de las elecciones de mayo –y los nervios que provocan– han obligado a iniciar una deriva antieuropeísta de la que no hay precedentes en los dos grandes partidos españoles. En alguna cumbre, los presidentes españoles han tenido que ponerse duros en las negociaciones. Nunca hasta el extremo de señalar a la Comisión Europea como enemiga de los intereses de España.
El balance de las ofensivas del PP en territorio comunitario contra medidas del Gobierno es bastante desolador. ¿Excepción ibérica en precios de energía? Fracaso. ¿Fondos europeos? Fracaso. ¿Reforma del sistema de pensiones? Fracaso.
Con la intención de denunciar el presunto carácter radical y autoritario del Gobierno de Pedro Sánchez, el partido ha amenazado siempre con el comodín europeo. Podía perder todas las votaciones en el Parlamento, pero ganaría la contienda en Bruselas. Al final, lo único que se ha llevado al bolsillo son titulares en la prensa conservadora que nunca se han hecho realidad.
La palanca con la que ha colado algunos de esos titulares es la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo. Es una comisión poco relevante, excepto como herramienta de propaganda. Un corresponsal en Bruselas la definió en 2019 como “una auténtica maquinaria de fango que genera cada año decenas de titulares falsos sobre España”. La preside la eurodiputada del PP Dolors Montserrat, que se ha especializado en esas tácticas.
No importa cuántas derrotas haya cosechado el PP con estas iniciativas. Siempre está dispuesto a seguir intentándolo. La siguiente funcionará, seguro. Tan convencido estaba en abril de ello que se decidió a emprender el mismo camino con la defensa del proyecto de ley andaluz sobre los regadíos de Doñana. No era una idea muy inteligente, ya que existe una sentencia sobre el parque nacional del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que sirve de cobertura perfecta para la Comisión Europea.
No tiene que pensar en una respuesta original. Le vale con exigir que se cumpla esa decisión judicial. La Comisión es responsable de que se cumplan los tratados comunitarios. Podrá reunirse con gobiernos y partidos, pero no tiene grandes incentivos para abandonar ese mensaje: no esperen un tratamiento especial a la hora de cumplir sentencias. Es muy sencillo de entender: si lo hiciera, los gobiernos de Polonia y Hungría reclamarían el mismo trato en los temas que les enfrentan a la Comisión.
Molesto y frustrado por las buenas relaciones del Gobierno español con la Comisión, el PP ha elevado esta semana su desafío contra el Ejecutivo de la UE hasta un punto que sólo es habitual en los partidos de extrema derecha. Para ello, se ha servido de la colaboración entusiasta de uno de sus peones favoritos, el presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber. El conservador bávaro es un buen amigo del PP y ha asistido a varias convenciones del partido en España, incluido el congreso que eligió presidente a Alberto Núñez Feijóo.
Weber ha acusado al comisario europeo de Medio Ambiente de “comportamiento partidista” en favor de Sánchez por no respaldar la ley andaluza que han puesto en marcha el PP y Vox y que favorece a los regadíos ilegales en las inmediaciones del parque de Doñana. Afirma que se ha puesto “la camiseta roja para hacer campaña por Sánchez”, lo que no deja de ser ocurrente al tratarse de un conservador lituano.
Virginijus SinkeviÄius lo tenía fácil para responder a las exigencias del PP. La Comisión es “el guardián imparcial del tratado” y “la aplicación de las decisiones del tribunal (el TJUE) es una prioridad”, ha dicho. Eso no gusta al PP, que le exige que no haga “comunicaciones partidistas” sobre Doñana. Como si las sentencias del TJUE tuvieran que quedar en suspenso cuando se celebran elecciones en España.
Weber fue candidato del PPE a la presidencia de la Comisión en las últimas elecciones europeas. Como ocurrió en ocasiones anteriores, el resultado electoral sólo sirvió de pista de salida de las negociaciones entre gobiernos. Angela Merkel consiguió que la presidenta de un Gobierno de coalición entre conservadores, socialdemócratas y liberales fuera Ursula Von der Leyen, que no había sido candidata de nadie en la campaña. No se puede decir que Weber le guarde mucho aprecio.
En la derecha empieza a abrirse camino la idea de que Feijóo y Juanma Moreno se han metido en una pelea que no pueden ganar. El presidente andaluz, que no tenía la costumbre de asumir riesgos que no pudiera gestionar, ha cometido un error no forzado con el que pone en duda la sostenibilidad de Doñana a cambio de la esperanza de mejorar los resultados electorales del PP de Huelva.
Victoria Prego lo ha calificado de "gigantesca metedura de pata de Juanma Moreno". La periodista de El Independiente le recomienda que se trague su orgullo, porque no tiene más salida que aceptar “la humillante retirada de la proposición de ley”.
El problema del agua en Doñana es muy anterior a la llegada de Moreno a la Junta de Andalucía. Con su intransigencia en un tema en el que no cuenta con todas las competencias y en que está condicionado por sentencias de tribunales, lo ha convertido en suyo.
Legalizar los cultivos que no se han regado nunca de forma legal, hacerlo en mitad de la peor sequía en mucho tiempo y prometer un agua que sencillamente no existe en las condiciones actuales es una jugada condenada al fracaso en Bruselas. Da igual de qué color sea la camiseta del comisario europeo.
A Moreno le podrían recomendar lo mismo que dijo el presidente del Parlamento andaluz cuando una diputada de la oposición derramó arena en el escaño del presidente. Si quiere llamar la atención, cómprese un mono y olvídese de ideas geniales sobre Doñana.
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