La movilización de la periferia musulmana refuerza al PP centrado de Ceuta y al localismo, pero da la espalda al PSOE

Gonzalo Testa

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El electorado de las barriadas del extrarradio de Ceuta, en su mayoría de la comunidad árabo-musulmana, la mitad de la población local, se movilizó el 28M, pero no para impulsar al nuevo PSOE hasta recuperar una ciudad en la que la izquierda no gana desde hace casi 40 años, sino en favor del PP centrado de Juan Vivas y de las formaciones localistas lideradas por Fatima Hamed (MDyC, aliada de Yolanda Díaz en Sumar) y Mohamed Mustafa (Ceuta Ya!, socia de Podemos en el pasado), en las que presumiblemente se apoyará en minoría para gobernar hasta 2027.

Ambos partidos han capitalizado la reacción social a las invectivas de Vox contra los ceutíes de confesión islámica por “quintacolumnistas promarroquíes” y “españoles de DNI”. Los líderes ultraderechistas locales, Juan Sergio Redondo y Carlos Verdejo, mantuvieron hasta dos días antes de las elecciones esa cruzada prometiendo sacar del calendario laboral la Pascua del Sacrificio y el fin del Ramadán.

Solo Santiago Abascal hizo en su visita a Ceuta un guiño a esos 45.000 votantes: “Vivas ha condenado al 20% de los ceutíes a vivir en un gueto, a 15.000 personas de un barrio con muchas familias condenadas a ver a sus hijos sin futuro, atracados y disparados... Vamos a combatirlo: los inmigrantes a su país y a los narcos, plomo o cárcel”, anunció el líder extremista, cuyo partido aboga por atraer población de la península para “rehispanizar” la ciudad, en la que ganó en las últimas generales.

El resultado de los últimos comicios deja al PP, que ha cosechado mil votos más que en 2019, con nueve diputados, los mismos que la legislatura pasada, y al PSOE con seis escaños, uno menos. Los socialistas seguirán siendo por los pelos el primer grupo de la oposición por delante de Vox (que ha perdido uno y se queda con cinco), el MDyC (tres, uno más) y Ceuta Ya! (dos, el doble que hasta ahora).

Ni pactos con Vox ni coalición con el PSOE

En ese escenario, Vivas podrá encadenar 26 años al frente del Ejecutivo local apoyándose en los localistas incluso dentro de su gobierno, opción que no descarta, o en acuerdos más o menos estables con los socialistas, como hasta ahora.

Nada más certificar su sexta victoria consecutiva en las urnas, reiteró que una de sus líneas rojas es Vox, partido al que no volverá a acercarse para no poner en riesgo la convivencia entre comunidades (“Ya no es solo político, sino personal con sus radicales cabecillas locales”, advierten fuentes cercanas a Vivas). Otra, gobernar en coalición con el PSOE, a cuyo líder, Juan Gutiérrez, ve deslegitimado casi hasta para liderar la oposición tras una campaña en la que, convencido de que iba a arrasar, el socialista ha roto puentes a derecha e izquierda.

El secretario general socialista confeccionó una lista con la mitad de sus integrantes de la comunidad musulmana y armó un relato de campaña en el que el PSOE, con un extraordinario despliegue de medios, se presentaba como una “imparable marea roja” que traería “el cambio real” a una Ceuta necesitada de “igualdad” entre el centro (entre el 1% de los barrios más ricos de España, feudo del PP y con un vecindario eminentemente funcionario y cristiano-occidental) y la periferia árabo-musulmana penalizada por el paro, la infravivienda y el fracaso escolar.

Su apuesta ha sido fallida, aunque Gutiérrez niega que haya sido un “fracaso”. “¿Por qué vas a votar al sucedáneo si tienes un original?”, plantea el sociólogo Carlos Rontomé sobre la OPA fallida de los socialistas al localismo, de electorado históricamente musulmán, que ha absorbido la subida de la participación en el extrarradio, por primera vez en el entorno del 55% incluso en el Príncipe. Sumando sus votos (casi 7.300), Hamed y Mustafa estarían por encima tanto del PSOE (7.158 tras dejarse 1.500 en todos los distritos) como de Vox, a pesar de que sus votos en el centro son tan pocos como los de la ultraderecha en las barriadas.

“Yo he entendido el mensaje que nos han mandado la juventud y las barriadas con sus votos: hay que hablar sin tapujos de una ciudad dividida en dos, ser sinceros y no utilizar la 'convivencia' como una expresión censurante”, interpreta Mohamed Mustafa, que debutó como candidato a la presidencia de la ciudad con un discurso tan centrado en combatir las “desigualdades” como en apelar a la necesidad de acabar con la “hogra”, la “humillación” de los musulmanes, el concepto que le hizo llorar en el cierre de campaña.

La reacción popular reflejada en secciones del extrarradio con hasta 10 puntos más de participación que en otras elecciones no ha recibido “ningún empujón en las mezquitas”, según las fuentes conocedoras de los últimos sermones pronunciados en ellas, en los que hace años en ocasiones sí se ha sugerido o recomendado apoyar a candidatos de la misma confesión. Sí se ha beneficiado de que la abstención ha sido mayor esta vez en los distritos céntricos que apoyan al PP y Vox.

“Compromiso” y “credibilidad”

Mohamed Ali, líder histórico del localismo ceutí, que dejó la política hace un año y medio, cree que los votantes han premiado a los localistas por su “compromiso” y “credibilidad” frente a la apuesta un tanto “desenfocada y errática” del PSOE de Gutiérrez, que empezó a descarrilar al no saber explicar por qué se oponía a la municipalización del servicio de basuras (trabaja para su actual concesionaria como encargado general) que el PP ha prometido impulsar.

En la recta final de la campaña, el socialista se negó a acudir al cara a cara pactado con el líder del PP, mucho mejor orador, exigiéndole que prescindiera de inmediato de su 'número 3', la también consejera Kissy Chandiramani, tras ser citada a declarar como investigada a mediados de junio después de ser denunciada por una excompañera de partido por falsedad documental.

“El PSOE”, analiza un veterano socialista de la periferia bajo la condición del anonimato, “no solamente ha descuidado a su electorado tradicional del centro y algunos barrios populares, sino que se ha presentado en Hadú o el Príncipe con gente que en muchos casos no era conocida por su prestigio social, sino por andar cerca del trapicheo, y la campaña ha evidenciado las carencias de su candidato”.

Haciendo bandera de su gestión de las cuatro crisis de la última legislatura (la pandemia, el cierre de la frontera durante más de dos años, la migratoria de 2021 y la social abierta por la ultraderecha) como garantía de “estabilidad” para dirigir a Ceuta hacia un futuro “verde, azul e inteligente”, a los 70 años Vivas se puso una doble condición para no dejar la política: ser el más votado y mejorar sus resultados de 2019. Lo ha conseguido.

No ha revalidado las mayorías absolutas que logró entre 2003 y 2019, como deseaba, pero ha reconquistado parte del extrarradio para el Partido Popular, donde están seguros de que desde Génova no les obligarán a entenderse con Vox en Ceuta aunque necesiten a los ultraderechistas para llegar a La Moncloa después de las generales.

“Además de ser un animal político, Vivas tiene baraka”, bromean en su entorno sobre un líder al que el equipo de Casado veía agotado e instó a irse, pero al que Feijóo ha blindado libertad de decisión en Ceuta. “El adelanto de las generales le ha beneficiado”, opinan, “porque ahora puede formar de entrada un gobierno monocolor y en un mes, después del 23J, con mucho tiempo todavía por delante para pactar los Presupuestos de 2024, entenderse con los localistas o con el PSOE”.