Una tarde de verano de 2014, hace ahora cinco años, un hombre de 46 años acompañó a una joven de 18 por la zona portuaria de Cartagena (Murcia) hasta una urna de cristal. “Quiero que te metas aquí”, ordenó él. Cuando lo hizo, la cabina quedó cerrada a cal y canto y la joven, desesperada, empezó a golpear las paredes gritando que la sacaran de allí.
“¡No te entiendo!”, decía el hombre en tono burlón. “No comprendo nada si me hablas así”. Mientras varios transeúntes contemplaban atónitos, la joven terminaba partiendo a porrazos el cristal. Meses más tarde, ella misma explicaría la escena en una entrevista radiofónica. “¿Qué persona no explota? No fui la primera a la que metieron en una urna. Te meten como si fueras un mono de feria, te miran y te tienes que quedar ahí. ¿Qué juego es este? La terapia psicológica no tiene que hacerte sufrir tanto”.
La joven era Cristina M.C y fue encerrada en calidad de participante del programa Hermano Mayor (Cuatro), que en cada capítulo cuenta la historia de un adolescente problemático y trata de ponerle solución. El hombre era el presentador y 'coach' de los protagonistas, Pedro García Aguado. Esta semana se ha convertido en el director general de Juventud de la Comunidad de Madrid.
La presidenta Isabel Díaz Ayuso presentó el pasado martes la nueva estructura del Ejecutivo regional, que contará con cuatro consejerías más que antes —que nacen del desdoblamiento de Hacienda y Economía, Educación y Universidades, Transportes y Vivienda y Cultura y Deportes— y que implicarán 22 altos cargos más, a repartir entre el PP y Ciudadanos.
García Aguado es su fichaje más mediático. Exjugador de waterpolo, medallista olímpico, autor de libros de 'coaching' y autoayuda, conferenciante y presentador de televisión, el nuevo director general se embolsará 93.855 euros anuales (4.365 euros mensuales en catorce pagas) y gestionará un área con 16 millones de euros de presupuesto, según tiene previsto para 2019 la Comunidad de Madrid.
“Cuando la nombraron candidata, le mandé un tuit”, cuenta García Aguado al teléfono desde El Hierro, donde participa en un evento “libre de alcohol y drogas” para jóvenes. “Haciendo el programa averigüé el origen de estos comportamientos adolescentes. Tiene que ver con el modelo educativo de los padres. Nosotros tenemos un método que funciona, hacemos talleres y conferencias, así que pensé: ¿por qué no vendérselo a la función pública?”. El presentador se reunió en febrero con la entonces candidata, le contó su idea, la apoyó efusivamente en redes durante la campaña y hace un par de semanas le llamaron del PP.
“Me dijeron: 'calienta que sales a jugar'”, relata. “Y pensé: perfecto, seguro que nos llaman para empezar a dar talleres. Jamás pensé que me iba a dar un alto cargo”.
De deportista de élite a presentador
García Aguado aprendió a nadar con cinco años en el club de La Dehesa, en Madrid. Allí conoció a Mariano García, que más tarde gestaría la Escuela Madrileña de Waterpolo y se convertiría en uno de los técnicos de este deporte más duros de nuestro país. Cuando fueron adolescentes, varios chavales de la escuela se mudaron a Barcelona, donde el waterpolo es más popular. Aguado (apodado 'Toto') entró pronto en una dinámica de ganar, salir a celebrarlo, beber y volver a ganar. A los 22 empezó a consumir cocaína y speed para aguantar mejor las fiestas y así siguió, junto a varios compañeros y aumentando cada vez más las cantidades, hasta los 35.
Durante esa década también rindió al más alto nivel deportivo con la selección nacional de waterpolo, campeona olímpica en los juegos de Atlanta 96. “Vivíamos en una nube, y de fiesta o entrenando, disfrutábamos”, contaría años después. El deporte no impedía la juerga ni al revés: si hacía falta parar unos días para rendir mejor se hacía, con la vista puesta en que, una vez concluido el partido, habría alcohol y droga otra vez.
Toto se retiró del deporte en 2003, después de que le expulsaran por segunda vez de la selección tras desaparecer varios días. Entró en un centro de desintoxicación decidido a dejar de consumir y “ser feliz” y se convirtió en un ser anónimo durante un tiempo, durante el cual uno de sus compañeros de selección, Jesús Rollán, falleció al caer desde la terraza de la clínica de adicciones en la que estaba ingresado. En 2008 Aguado volvió a la palestra con un libro, Mañana lo dejo, donde relató todo lo anterior: sus años en el waterpolo, sus adicciones y su recuperación. A partir de ahí saltó al estrellato: primero como presentador de Hermano Mayor, del que saldría otro libro, y más tarde del programa Cazadores de Trolls.
Según cuenta en el prólogo de Mañana lo dejo, fue un periodista el que le dijo que lo suyo “no era una entrevista” sino “un historión”. “Fue uno de los mejores consejos que me han dado en la vida, además de uno de los más certeros”, escribía. “De esa frase nacieron los libros y los programas de televisión. Y todo ello en apenas cuatro años”. El periodista en cuestión es Lluís Amiguet, autor de La Contra de La Vanguardia (una popular sección de entrevistas del periódico), que le puso en contacto con el editor de Amat y más tarde le dedicó un artículo titulado 'Yo era campeón del mundo, oro olímpico... y cocainómano'.
“Tuvo una repercusión brutal”, reconoce García Aguado.
Por aquel entonces, la idea de Hermano Mayor estaba metida en un cajón. “Una productora le había comprado la idea a otra productora francesa. En ese momento la tenía Localia, de Prisa TV. Una redactora apuntó nombres en una lista y me llamó”, continúa. “Les dije: yo no soy educador ni psicólogo, pero mirad si os sirve el libro. Me llevaron a un casting, me enfrenté a un actor haciendo de adolescente que amedrentaba a su madre y les encantó mi contra-argumentación”. Y Cuatro, meses antes de ser comprada por Mediaset, lo fichó.
Hermano Mayor es un programa de telerrealidad que empezó a emitirse en enero de 2009. La dinámica es la siguiente: un adolescente (muchas veces presentado como adicto, ya sea a las drogas o al ordenador) es violento con sus padres y busca ayuda en este Hermano Mayor, personaje que encarna García Aguado. El programa, que se graba en casa de las familias, presenta al hijo o hija como un ser despreciable -grita, pega, rompe los muebles- que trata fatal a sus padres, víctimas de una situación insostenible. En ese momento es cuando entra en escena él como una suerte de salvador. A través de actividades, “terapias” y alguna bronca, García Aguado reconduce al joven y reconcilia a la familia.
En la tele todo esto sucede en una hora. En la vida real, las grabaciones duran dos semanas. Los encargados de seleccionar a las familias y de pasar con ellas este tiempo son los redactores, no el presentador. “Los niños se ponían en contacto a través de Facebook, de la web del programa...”, narra una antigua redactora. “Se hacía un casting para ver si eran válidos, porque había niños que delante de la cámara se cortaban y fingían. No les decíamos que tuvieran que romper cosas y pegar, solo que se comportaran como si no hubiera cámaras. Como pasas mucho tiempo con ellos, llega un momento que les sale”.
Tras grabar con todo lujo de detalle las peleas y los gritos entre el adolescente y sus padres, que siempre terminaban con alguna puerta o ventana rota, el presentador llega al set. “El redactor extrae todo ese contenido de conflicto y se condensa en veinte minutos. Luego llego yo y digo: ¿qué ha pasado aquí? Y pasábamos tres o cuatro días de dinámicas”, explica García Aguado. Entre las dinámicas, y por continuar con el ejemplo de Cristina M.C, no solo estaba encerrar a los chavales en una urna. A ella también la mandó coser en dos cojines cosas que le gustaran. Cuando los tuvo terminados, Hermano Mayor se los tiró a dos perros para que los destrozaran.
“Yo le dije: no te quiero putear. Solo quiero que entiendas lo que sienten tus padres cuando destrozas algo que quieren”, cuenta el hoy director general de juventud de Madrid.
Cristina no salió contenta del programa. A los pocos meses subió un vídeo a YouTube junto a su madre explicando que Hermano Mayor no hacía seguimiento de los casos.
“Si eres de la nueva temporada, prepárate para el desengaño. Todos cambian cuando se apagan los focos”, decían. En la entrevista que dio después relató cómo las escenas se forzaban para buscar la violencia ante las cámaras. “Cuando firmas con Hermano Mayor sabes que tu vida es suya. Van a poner lo que más audiencia les dé porque eres un producto más. Juegan con las ilusiones y esperanzas de la familia”, decía. “Se puede decir que representa la realidad porque las situaciones de violencia doméstica existen. Pero las hay forzadas. En mi programa, mi madre me mandaba a comprarle una camiseta. Los de producción le insistían en que me dijera que no le gustaba”.
En otra ocasión, añade, “me quedé parada, no hice la mitad de lo que estaban acostumbrados y en el coche de camino a casa me dijeron: ¿por qué te quedas parada? Te incitan. Venga, hazlo”.
García Aguado confirma este extremo. “Si la niña se levantaba siempre a las tres, el equipo decía: pues la voy a despertar a las nueve. No estás forzando que se cabree, estás levantándola”, razona. “Yo sé que esto le molesta, pues lo hago”. Respecto a acciones como las de la urna, asegura que “había dinámicas en las que desde redacción me decían: 'invéntate o ponle una percha terapéutica'. Hablaba con la psicóloga. Y es cierto que a veces he hecho de tripas corazón con ciertas cosas. Todo servía... Aunque ahora no sabría decirte cuál era el objetivo de la urna”.
Un programa engañoso
Tanto la operativa como el desarrollo de Hermano Mayor, que García Aguado presentó hasta 2015 y ahora lleva el exboxeador Jerónimo García, recuerda a los años más profundos de la telebasura española, a aquellos talk-shows que llevaban a gente a contar sus miserias y conflictos familiares. La periodista y crítica de televisión Mariola Cubells escribió en 2003 un libro (¡Mírame, tonto! Las mentiras impunes de la tele) revelando los entresijos de estos programas, donde trabajó durante años.
“A mí me parece que Hermano Mayor es una estafa de principio a fin. A partir del primer programa la gente ya sabe cómo tiene que comportarse en el casting para que lo cojan. Las reglas de juego se conocen de inmediato”, apunta. “Hacia el espectador la estafa es doble, porque intenta hacerle creer que el problema —endémico, que ha causado mucho dolor— se resuelve. Y hacia el espectador más influenciable lanza un mensaje muy agresivo. Le dices: si tiene un adolescente difícil en casa, llame a este programa porque este señor que es un mago se lo va a resolver. Y quizá es algo que no han resuelto años de terapia”.
Para Cubells, este tipo de formatos —cuyos responsables tienden a negar la manipulación— pretenden vender que son de ayuda mediante la espectacularización de la violencia, el drama familiar y el dolor. Por supuesto, las familias que aparecen siempre son de clase baja. “No verás a nadie de La Moraleja. Aunque ellos llamen al programa, también se hacen búsquedas. Y tú buscas familias estereotipadas, muy particulares, porque aunque haya chavales conflictivos en todas partes la clase alta no se expone así”.
En casos como el de Dakota Tárraga, una adolescente que aparecía borracha y rompía las persianas de casa de sus padres, la exposición le llevó a continuar en la tele: tras salir en Hermano Mayor entró en Supervivientes.
El psicólogo Fernando Pérez del Río, experto en drogodependencias y profesor de psicología social, considera que “terapias” como las empleadas por García Aguado no solo no mejoran, sino que empeoran a los adolescentes.
“He criticado a varios programas de televisión porque por ética no me puedo quedar callado. Y no le critico a él, sino a los psicólogos que le asesoran. Cualquiera que trabaje con menores sabe que son tratamientos de años, que en dos días no tiene ni pies ni cabeza”, considera. “La terapia del grito, el '¡grita, grita!' que hacía en cada programa, no está recomendada en pacientes impulsivos. Ellos tienden a teatralizar y les estás enseñando a hacerlo mejor. Técnicamente, Supernanny [otro programa de Cuatro en el que una psicóloga asesora a padres de niños pequeños difíciles] estaba mejor, todos los compañeros lo respetamos. Pero aquí están haciendo famosos a adolescentes que consumen droga, que es lo contrario a lo que aconseja la ONU”.
Cuando presentaba Hermano Mayor, García Aguado entró en contacto con Javier Urra, psicólogo forense, tertuliano y antiguo Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. Urra defiende que gracias a él y al presentador la sociedad española es consciente de que existe la violencia filio-parental (de hijos a padres).
“El programa me pareció bien el primer año. Pero al continuarlo entras en un punto de riesgo. Nunca sabré cómo quedan los casos. Es televisión y es espectáculo. Nuestro centro es distinto”, dice. El psicólogo cuenta que cuando García Aguado fue a verle “para tantear la posibilidad de una colaboración laboral” tuvo que rechazarlo al carecer de formación universitaria.
“Me parece muy buen comunicador”, indica. “Pero en mi equipo, no. Yo siempre le he invitado a hacer una carrera si quiere trabajar con algo tan esencial como es un joven. Otra cosa es para escenificar en televisión. Pero si yo mañana tengo un problema de corazón no voy a un 'coach'”. García Aguado indica, por su parte, que tal petición nunca existió, que él solo le preguntó si podía enviar a su centro chavales que lo necesitaran y que se ha sacado varios cursos, entre ellos uno de experto en violencia filio-parental. También está matriculado en Derecho y Ciencias Políticas por la UNIR.
Lejos de la corriente académica y de las “terapias” de Hermano Mayor se sitúa Julio Rubio, el educador social que entrevistó tanto a Cristina M.C como a Jose, cuyo hermano también participó. Rubio imparte clases gratuitas de boxeo en la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) de Hortaleza.
“Lo que ocurre en centros de menores es que se usa la psicología para justificar la violación de derechos de los jóvenes. No es lo mismo meter al chaval en una celda que en una habitación con un sol. Ni amordazarle que darle un diazepán”, razona. “En Hermano Mayor los hacen reventar. Es un maltrato mediático: hacen de ellos y su familia un producto. Hasta ahora, las instituciones decían: somos profesionales. Y tú dices: oiga, pero tienen a mi hijo encerrado. Y te dicen: es psicología. Pero han cruzado una línea. Que este presentador sea director de juventud supone un antes y un después. Son mensajes contradictorios. No puedes decir a los jóvenes 'estudia carrera, posgrado...' y al mismo tiempo poner a un 'showman' en un cargo importante”.
Los planes de Aguado en Madrid
García Aguado aún no ha definido qué hará como director de juventud. “Llegar, ver qué oportunidades de empleo hay para los jóvenes, alquileres asequibles, ayudar a los que abandonan la escuela...”, explica. “Esas cosas me interesan. Yo me encontraba chavales con inseguridad que no sabían para qué valían. ¿Cómo evitar que desarrollen esos comportamientos? Llenando su vida con otras cosas. Y si llegamos tarde, con tratamiento de adicciones”.
El único punto del acuerdo de Gobierno para la Comunidad de Madrid firmado por el PP y Ciudadanos que menciona a los jóvenes bebe directamente de las ideas de Hermano Mayor. “Actualizaremos el Plan de Drogas y Adicciones de la Comunidad de Madrid para incorporar nuevos perfiles de riesgo y asegurar los medios necesarios para atender a todas las personas afectadas. Estableceremos medidas para proteger a las personas más vulnerables de la exposición al riesgo de la ludopatía y reclamaremos al Gobierno de España que actúe con decisión para promover un juego responsable. Pondremos los medios necesarios para luchar contra las adicciones en niños y jóvenes, aumentando su abordaje hacia las nuevas tecnologías. A tal efecto crearemos, en alguno de nuestros Hospitales, un Centro Integral de Prevención e Investigación en adicciones a nuevas tecnologías en niños y adolescentes”.
“A la juventud lo que hay que hacer es dejarla en paz”, sentencia Rubio. “Yo critico el profesionalismo, porque en los centros de menores no hay humanidad hacia los chavales. No hay un entender de su contexto: los sacas de su barrio y los metes ahí a resurgir como almas nuevas. Es una mirada desde arriba. Yo iba a dar charlas a la Universidad y dije: no. Que bajen al barrio y se integren, que no lo vean como un zoo. Que dejen a los jóvenes sus espacios, que los escuchen... ¿Y cómo va a prevenir las drogas una comunidad que está creando drogas permitiendo que proliferen las casas de apuestas? Es muy prepotente llegar con alma de salvador”.
“Quizá este señor tiene grandes aptitudes”, concluye la experta en televisión Cubells. “Me molesta que se ponga en duda el valor de alguien solo por presentar un programa de televisión. Pero por otra parte me da miedo que el único valor sea ese. Si Pedro García Aguado no se hubiera hecho famoso presentando Hermano Mayor, nadie habría pensado en él. Me parece banalizar un puesto que debe ser muy importante”.