“Voy a contar con todos vosotros”. Es lo que dijo Pedro Sánchez a su grupo parlamentario entre abrazos y aplausos tras ganar la moción de censura. Con los primeros nombres confirmados sobre la mesa, el Consejo de Ministros se diferencia bastante del equipo que el líder socialista nombró para dirigir el partido tras su victoria en las primarias de hace un año.
En aquel momento de máxima confrontación interna, Sánchez optó por rodearse de quienes habían estado a su lado en las horas más difíciles. La integración brilló por su ausencia más allá del gesto de incluir a su rival Patxi López en la dirección y de nombrar a Guillermo Fernández Vara presidente del Consejo de Política Federal del PSOE, pese a su apoyo a Susana Díaz.
En esta ocasión, se está buscando un equilibrio que pretende la mayor efectividad: hay personas del círculo más cercano al presidente pero también se está rodeando de expertos con los que pretende ofrecer la imagen de un equipo con capacidad de gobernar. El Gobierno “tiene muy buena pinta”, aseguran dirigentes del PSOE conforme se han ido conociendo los primeros nombramientos. De forma generalizada, el PSOE está celebrando los “fichajes”.
Otra novedad con respecto a otras ocasiones es la ausencia de un criterio territorial como guía de los nombramientos. Por ejemplo, la oferta declinada por Fernández Vara no se ha suplido con la designación de otro ministro extremeño.
Lo que sí ha tenido Sánchez es un gesto con Andalucía al nombrar ministra de Hacienda a la hasta ahora consejera del ramo María Jesús Montero. Fuentes de los socialistas andaluces así se lo toman, aunque la nueva titular de Hacienda tiene por delante una de las reivindicaciones de Díaz: un nuevo sistema de financiación autonómica. “Es un ministerio marrón. ¿Qué pasa si no hay presupuestos o si no hay sistema de financiación autonómica? A ver cómo se queja Susana de su consejera”, dice un alto cargo de un gobierno socialista.
En la búsqueda de un titular de Economía, Sánchez tampoco se ha centrado en su círculo más próximo. La cartera ha recaído finalmente en Nadia Calviño, que ocupaba la dirección general de Presupuestos en Bruselas. Estaba en las quinielas, pero no en el círculo íntimo de Sánchez. Hasta ahora. El nombramiento ha sido bien acogido entre los economistas próximos al PSOE y ha sido aplaudido públicamente por la presidenta del Banco Santander, Ana Patricia Botín.
Teresa Ribera es otra persona alejada de los entresijos internos del PSOE. Estuvo al lado de Sánchez en su 'gobierno en la sombra' para la elaboración del programa electoral, pero sin formar parte de su círculo íntimo. El encargo de asumir la transición ecológica, que engloba Medio Ambiente, Energía y Cambio Climático, conjuga con su trayectoria: fue secretaria de Estado de Cambio Climático y actualmente dirige del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI).
Sánchez ha optado por una imagen potente para Sanidad al colocar al frente del Ministerio a Carmen Montón, la consellera valenciana que ha revertido la privatización del hospital de Alzira, que se había convertido en un símbolo de la política privatizadora del PP. La relación con Montón se enfrió tras el primer mandato de Sánchez en el PSOE y la entonces consellera no se mojó en las primarias. Se quedó en tierra de nadie –su relación con Ximo Puig dista de ser buena– y ahora da el salto a Madrid.
Josep Borrell sí fue uno de los baluartes de Sánchez en su enfrentamiento con los barones, pero quedó fuera de los órganos de dirección. El presidente le ha confiado la cartera de Exteriores al exministro, con una dilatada trayectoria política e internacional (fue presidente del Parlamento Europeo). Para Sánchez es importante contrarrestar el discurso de los independentistas en Europa y ve en Borrell a la persona perfecta para hacerlo.
Como contrapeso a ese nombramiento que no ha sentado bien a los independentistas, Sánchez ha hecho un guiño a la plurinacionalidad del PSC con la designación de Meritxell Batet como ministra de Administraciones Territoriales. Aunque fue su número dos en las generales de 2015 y una de las dirigentes de su confianza en esa etapa, se distanciaron. Ahora ni siquiera forma parte de la Ejecutiva del PSOE.
No obstante, Sánchez también ha tirado del perfil más político de algunos de los dirigentes a los que más se ha aproximado en los últimos meses. La que más experiencia de gestión tiene, Carmen Calvo, será su vicepresidenta y le pondrá al mando de las relaciones con las Cortes, además de ser la encargada de Igualdad. La exministra de Cultura adquirió un papel más relevante del de mera secretaria de Igualdad del PSOE durante las negociaciones sobre el 155 con el Gobierno de Mariano Rajoy. Fue la encargada de pilotarlas y actuó de facto como portavoz de la dirección.
El hombre fuerte en Ferraz también se lleva una cartera. José Luis Ábalos será ministro de Fomento y compatibilizará el cargo con la secretaría de Organización. Según Ábalos, sus labores en el partido no estarán desatendidas porque confía en su “amplio” equipo. A la vicesecretaria general, Adriana Lastra, la deja al frente de la portavocía en el Congreso, que será un puesto relevante para un Gobierno que solo tiene amarrados 84 diputados.
Colaboradores desde 2014 se quedan fuera
¿Por qué Sánchez no se ha rodeado de su núcleo duro del PSOE? “Ha buscado pesos pesados políticos y con experiencia. Si todo el núcleo duro se va, ¿quién se hace cargo del partido?”, opina un miembro de la Ejecutiva.
Sánchez prescindirá en Moncloa de dos de sus principales colaboradores hasta la fecha: su directora de comunicación, Maritcha Ruiz Mateos, y su, hasta ahora, jefe de gabinete, Juanma Serrano. La decisión de dejarlos atrás ha causado sorpresa entre quienes han seguido los pasos del secretario general socialista desde 2014. Otro de los que queda fuera de Moncloa es Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que durante los años de tensión entre Sánchez y Díaz fue de los pocos dirigentes andaluces que estuvieron en el sanchismo.
Margarita Robles ha sido otra de las personas que más han apoyado a Sánchez durante su travesía del desierto y su enfrentamiento con Susana Díaz. A ella le encargó la portavocía del PSOE en el Congreso, un puesto al que Sánchez no podía acceder, tras haber presentado su dimisión como paso previo a su resurrección ante la líder del PSOE andaluz. El destino final reservado para la exjueza ha sido uno de los nombramientos para los que el presidente se ha tomado más tiempo. Finalmente, ni vicepresidenta, ni ministra de Justicia.