Pedro Sánchez tiene un plan que puede llevarle a Moncloa, a su casa o a pelear por el liderazgo del PSOE desde la oposición. Son sus tres posibilidades tras el órdago que ha lanzado a Susana Díaz y el resto de dirigentes territoriales críticos con su gestión: la convocatoria de un Congreso para dirimir el liderazgo del PSOE.
El secretario general se ha escudado en la división interna del partido y en las diferentes posturas que la dirección y notables dirigentes territoriales tienen ante el proceso de gobernabilidad que afronta España. Sánchez está dispuesto esta vez a gobernar con Unidos Podemos y buscar el apoyo de las fuerzas independentistas a su investidura.
La maniobra persigue zanjar las desautorizaciones que llegan a la Secretaría General desde las presidencias autonómicas socialistas, como ha expresado el líder del PSOE a puerta cerrada a los miembros del núcleo duro de la dirección. Sánchez se ha presentado como el defensor de un “proyecto de izquierdas y no subalterno al PP”. Así, ha defendido que las críticas que le han lanzado la presidenta andaluza y distintos barones socialistas que reiteran que con “85 diputados no se gobierna este país” deben resolverse con una votación de los militantes sobre los dos proyectos que, a su juicio, enconan ahora al PSOE.
Su plan pasa por presentarse ante los afiliados como el impulsor de una alternativa a Mariano Rajoy frente a los que abogan por la abstención, un discurso censurado desde el sector crítico, que lo califica como “tramposo porque minimiza el debate”. En la práctica, solo Guillermo Fernández Vara ha defendido públicamente dejar gobernar al PP, mientras que el resto de barones críticos mantienen el no, pero tampoco quieren que Sánchez lo intente ni terceras elecciones. Sánchez ha reconocido que ese discurso, que él también defendió inicialmente, no cuadra.
Ahora está determinado a gobernar incluso incluyendo a Pablo Iglesias en un gobierno de coalición. “De igual a igual”, dicen fuentes del partido. En su emplazamiento de partida están Unidos Podemos y Ciudadanos, pero las reticencias mostradas por los de Albert Rivera le alejan de Moncloa. Sin embargo, Sánchez abre la posibilidad también a que sean las fuerzas independentistas las que avalen su candidatura.
La única condición que admiten fuentes del PSOE es que el referéndum en Cataluña quede fuera de la ecuación. En Ferraz ven factible la vía de los 170 síes –PSOE, Unidos Podemos, la antigua Convergència y Coalición Canaria– frente a los noes de PP y Ciudadanos (169) y las abstenciones de ERC y Bildu. Ese “gobierno Frankenstein”, como lo bautizó Alfredo Pérez Rubalcaba, no pasaría el filtro del Comité Federal del PSOE, el órgano encargado de dirimir las alianzas del partido.
Pero Sánchez considera que si los militantes avalan su proyecto en la votación prevista para el 23 de octubre podrá sacarlo adelante, pese al rechazo que provoca entre los dirigentes más antinacionalistas. “En algún momento habrá que levantar el veto”, reconoce un destacado dirigente próximo a Sánchez.
El secretario general ha abandonado su discurso anterior al 26J, cuando aseguraba que la gobernabilidad de España “no puede descansar en las fuerzas que se quieren ir”, y reconoce ahora que hay que “hacer pedagogía” con los ciudadanos dado que los nacionalistas son necesarios para los “números”. Así, se escuda en que Rajoy pudo pactar con ellos para la Mesa y la presidencia del Congreso.
La amenaza del rechazo en el Comité Federal
Pero para llegar al éxito de sacar adelante la investidura Sánchez tiene que superar algunos obstáculos. El primero será el Comité Federal del 1 de octubre en el que el sector crítico tiene previsto rechazar la propuesta que este lunes ha aprobado la Comisión Permanente, previo debate de cuatro horas en el que los dirigentes andaluces, Carme Chacón, la madrileña Eva Matarín y el asturiano Nino Torres (líder de Juventudes Socialistas) le han afeado el plan.
Los números en el Comité Federal están muy ajustados. En Ferraz están convencidos de que tienen mayoría para dar el visto bueno a la fecha del 39º Congreso. “Esa votación saldrá adelante”, ha sentenciado Sánchez.
Las federaciones críticas siempre han presumido de tener el control de ese órgano interno. Sin embargo, sus intentos por descabalgar en él al secretario general acabaron en simples amagos. “Hay que contar delegados e intentar tumbarlo”, dice un dirigente alejado de la dirección, que admite, no obstante, su temor a que Ferraz tenga atada la mayoría que necesita.
Dimisión si pierde y batalla después
¿Y qué pasa si pierde la votación? Sánchez no ha querido contestar en su rueda de prensa, pero fuentes próximas al secretario general admiten que dimitirá de ese cargo pero se quedará en el escaño. Así, forzaría la creación de una Comisión Gestora que pilotara al PSOE en el proceso de investidura.
Evidentemente, ese órgano interino no lanzaría una candidatura al Gobierno y Sánchez da por hecho que provocaría la abstención de la bancada socialista para que el gobierno eche a andar. Él votaría que no y después se presentaría al congreso del PSOE para pelear de nuevo por liderar el partido. En Ferraz están convencidos de que Sánchez se ha hecho con la militancia y más con su mantenimiento del rechazo a Rajoy.
No obstante, horas después, en una entrevista en la Cadena SER, el líder socialista ha cambiado de opinión y ha asegurado que no se plantea dimitir si el sábado su plan es rechazado en el Comité Federal.
¿Y si gana la votación? Sánchez y sus hipotéticos rivales tendrían hasta el 11 de octubre para recabar los avales necesarios para competir. Los plazos establecidos por la dirección socialista dejan poco margen para lanzar una candidatura alternativa.
Los ojos de los socialistas se posan en Susana Díaz. Sin embargo, la presidenta andaluza teme batirse en unas primarias en las que no tiene clara la victoria y con su sucesión complicada al frente de la Junta de Andalucía. Además, el debate sobre el estado de la región está previsto para el 19 de octubre. “Parece que lo han hecho aposta. Son unos tramposos”, reprocha un diputado crítico.
Si Sánchez no tiene rival, a partir del 11 de octubre tendría manos libres para negociar. Si no, tendría que esperar a las primarias del 23. Una derrota le mandaría directo a casa mientras que una victoria, además de reforzar su liderazgo –es lo que pretende, que el PSOE “tenga una sola voz”–, le daría pie a negociar con el resto de formaciones, con las que pretende ir avanzando incluso antes de saber cuál será su destino.
El segundo escenario provocaría una investidura exprés, si es que Sánchez logra los apoyos suficientes. El último día para convocar el pleno sería el 27 de octubre y previamente tendría que haber una ronda de contactos con el rey. De fracasar sus negociaciones con Pablo Iglesias, Albert Rivera y las fuerzas nacionalistas, la opción más probable es que se celebren terceras elecciones en diciembre.