El pasado 29 de enero Quim Torra anunciaba un adelanto electoral en Catalunya para el que no puso fecha. Seis días después, el portavoz del gobierno vasco, Josu Erkoreka, confirmaba que el adelanto electoral en País Vasco también estaba sobre la mesa y mientras tanto, desde Galicia, Alberto Núñez Feijóo juega al despiste sin aclarar si dejará correr el calendario hasta septiembre o se adaptará al ritmo marcado por País Vasco, como ya hizo en los comicios de 2009, 2012 y 2016.
El nuevo ciclo electoral está a punto de activarse y todos están pendientes de que Íñigo Urkullu apriete el botón para activar un proceso del que dependerá la estrategia del resto.
El adelanto electoral en Euskadi es probable pero la decisión “no está tomada”, según cuentan a eldiario.es fuentes de la dirección del Euzkadi Buru Batzar (EBB), la ejecutiva del PNV. En el Gobierno vasco dejan entreabierta la puerta a un adelanto que podría situar la fecha de elecciones en cualquier momento entre el 5 de abril y el 25 de octubre. La reflexión instalada entre la cúpula del PNV se inclina por procurar que el ciclo electoral catalán no afecte a la contienda vasca. En esta clave el adelanto inmediato sería la opción con mejores garantías para que Íñigo Urkullu pueda evitar un cruce de caminos con la fecha que Quin Torra anunciará tras el debate de presupuestos que finalizará el 18 de marzo.
A partir de este punto, la decisión que adopte País Vasco puede desencadenar movimientos en otro territorio con elecciones pendientes: Galicia. El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, se mantiene por el momento en su intención de agotar el plazo y llevar las elecciones a septiembre. En esta idea estaba instalado su equipo a principios de semana, antes de conocerse el debate abierto en Vitoria sobre un adelanto inmediato. Ahora, cualquier pronóstico realizado por los máximos colaboradores del líder gallego se antecede con la coletilla “a día de hoy, nuestro plan es...”.
En el Partido Popular de Galicia tenían la decisión tomada de alejar la batalla electoral de los ritmos impuestos por Torra para Catalunya y hacer coincidir sus elecciones con las vascas. Lo que Feijóo no había previsto era el movimiento del PNV ni verse sometido a la encrucijada entre adelantar a primavera o ser el último en pedir turno para poner en marcha la liturgia de las elecciones. La convocatoria inmediata ofrecería al líder gallego la ventaja del factor sorpresa en un escenario político en el que los espacios vinculados a Unidas Podemos, las mareas o Anova carecen de candidatos y estrategia definida. Las elecciones en primavera también le permitirían al barón gallego sortear la reflexión que asume el Partido Popular de Pablo Casado sobre coaliciones electorales con Ciudadanos, una formación irrelevante en aquel territorio.
Frente a estos argumentos están los que aseguran que las encuestas en poder de Feijóo serán clave a la hora de tomar una decisión. El último sondeo sobre aquella comunidad fue elaborado por Sondaxe, una empresa vinculada a La Voz de Galicia. Según esa encuesta, el PP perdería tres escaños con respecto a su posición actual y se quedaría 38, al límite de perder la mayoría absoluta.
Si País Vasco confirma el adelanto y Feijóo se decanta por esperar, se romperá la costumbre de concurrir en la misma fecha que ha unido la suerte de ambos territorios en las tres últimas elecciones autonómicas. Gallegos y vascos votaron el mismo domingo en las autonómicas de 2009, 2012 y 2016. Fuentes de la dirección del PNV confirman a esta redacción que no habrá intercambio de mensajes con el PP gallego para coordinar las convocatorias: “Con el PP ya no tenemos ninguna interlocución”, aseguran las mismas fuentes.
En ambos territorios se da por seguro que sus actuales presidentes optarán a la reelección, pero ni Feijóo ni Urkullu han sido proclamados como aspirantes. En el caso del PP, Feijóo ha evitado desvelar su intención de concurrir a un nuevo mandato, aún cuando esta se da por seguro. En País Vasco, la ejecutiva del PNV ha propuesto el nombre de Íñigo Urkullu pero la propuesta deberá ser refrendada en el debate que a tal efecto deben abrir las juntas locales y provinciales y hasta la primera semana de marzo no habrá una decisión oficial.
Urkullu puede disolver el parlamento sin esperar a que se le refrende como candidato. Las posibilidades están abiertas y todos pendientes de la decisión final que adopte el ejecutivo de Vitoria.