El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, dejó clara su intención de liderar la oposición el pasado martes, nada más conocer el acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos para formar Gobierno. El anuncio le pilló en plena reunión del Comité Ejecutivo Nacional para valorar los resultados del 10N, los segundos peores de la historia del PP, pese a que la formación conservadora creció en 800.000 votos y 23 escaños respecto al 28A. Casado consideró entonces que se había cerrado la puerta a “cualquier colaboración” con los socialistas y sentenció que el PP es “el único partido que garantiza el orden constitucional”.
El máximo dirigente de los populares se apresuró a ejercer de látigo del futuro presidente. Pidió la dimisión de Pedro Sánchez cuando aún no habían pasado ni 48 horas de las elecciones y pese a que el líder socialista fue el claro ganador de los comicios: el PSOE se mantuvo como primera fuerza con 120 escaños y con más de ocho puntos de diferencia respecto a la segunda, precisamente el PP.
El ánimo indisimulado de Casado por que eche a andar la legislatura y su discurso de ruptura con el PSOE están siendo sin embargo abiertamente contestados por relevantes compañeros de las filas populares, por la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, e incluso por el expresidente del Gobierno José María Aznar, uno de los padrinos políticos del propio Casado, que ha guiado la estrategia discursiva y orgánica del PP desde las primarias de julio de 2018.
El exmandatario que ha conseguido colocar a sus afines –el conocido como aznarismo– en los puestos de mayor responsabilidad de la dirección de Casado cree, a diferencia del líder del PP, que España necesita una “alianza de partidos constitucionalistas” para evitar que el régimen constitucional del 78 entre en una crisis “terminal”. En un acto de FAES, este lunes, avisaba en cambio de que esa alianza no puede liderarla el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.
“Jugando con fuego”
“Esa alianza de partidos constitucionales no puede estar encabezada por quien está haciendo la contraalianza”, señalaba. “Lo más conveniente”, insistía, sería una alianza de partidos constitucionales, pero no ve “concebible” que la encabece “la misma persona que negaba que fuese a pactar con los independentistas y ahora lo está haciendo”. “Es una broma, estamos jugando con fuego, hay personas que han perdido totalmente su respetabilidad”, remachaba Aznar.
Algunos de los barones territoriales con más peso en el Partido Popular, como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el castellano leonés, Alfonso Fernández Mañueco, o el líder del PP vasco, Alfonso Alonso, también se han mostrado públicamente a favor de buscar entendimientos con los socialistas para evitar un Ejecutivo de izquierdas apoyado por fuerzas nacionalistas, incluso sin exigir para ello la cabeza de Sánchez.
El domingo verbalizaba esta posición el presidente gallego en una entrevista en ABC. Feijóo consideraba “muy razonable” la formación de un Gobierno de coalición de PP y PSOE. “No es necesario que esté Ciudadanos, pero daríamos una imagen absolutamente distinta. Estaríamos hablando de la España de las libertades, como gran país de la UE, y de una madurez de nuestra clase política que nos volvería a reconciliar con la política”, apuntó.
También en contraste con la posición de Casado –en campaña el líder del PP llegó a decir que con Sánchez, “ni a la vuelta de la esquina”– Fernández Mañueco aseguraba este lunes en un acto en Arroyo de la Encomienda (Valladolid) que si el presidente del Ejecutivo en funciones piensa en el “interés de España” de cara a las negociaciones para conformar un nuevo Gobierno “allí encontrará siempre al PP”, informa Europa Press.
“Sánchez es el problema”
Para el presidente castellano leonés “no es positivo” ni para la economía ni para la “España constitucional” un Gobierno que se base “en el separatismo y en el extremismo”. “Pedro Sánchez va por un camino que está claro y evidente para todo el mundo”, lamentaba.
Con términos similares se expresaba el presidente de los populares vascos, Alfonso Alonso: “La solución sería que hubiera un gran acuerdo PSOE-PP, pero no ya para la investidura, sino para la legislatura y ver las reformas que hacemos”, sostenía, en una entrevista en Radio Euskadi, en la que consideraba, sin embargo, que ese entendimiento no parece posible con Sánchez al frente de los socialistas. “Sánchez es el problema de España, no es un hombre de fiar con capacidad de generar acuerdos”, denunciaba.
Alonso insistía, no obstante, en que “la única alternativa que dará estabilidad a la legislatura” es un acuerdo PP-PSOE, pero “no se produce ese escenario y conviene ser prudente y gestionar bien los tiempos”.
Una de las personas de confianza de Casado, Cayetana Álvarez de Toledo, representante del aznarismo y a quien el líder del PP colocó como portavoz del Congreso con medio partido en contra, discrepó del discurso oficial desde el mismo martes, día en que el presidente de los populares abogó por empezar a liderar la oposición al PSOE.
Una “alternativa de Gobierno”
Ante el Comité Ejecutivo que tuvo lugar a puerta cerrada y en el que el presidente del PP anunció su agenda de ruptura con el Ejecutivo, Álvarez de Toledo reivindicó un “Gobierno de concentración entre fuerzas constitucionalistas” –entre las que incluyó a PSOE, PP, Ciudadanos y Vox–. Su postura molestó sobremanera a la dirección popular, sobre todo al tratarse de la enésima discrepancia con Casado que la portavoz aireaba sin seguir la doctrina de Génova 13.
Después de una tensa comparecencia ante la prensa de Casado en la que el líder del PP verbalizó su posición sin aceptar preguntas, la portavoz de los populares en el Congreso expuso su propia postura de forma pública a través de un tuit: “Ante el desafío insurreccional, ante la crisis económica, ante la amenaza de un Gobierno con Podemos avalado por los sediciosos, reitero lo que he dicho ante el Comité Ejecutivo de mi partido: los españoles se merecen un Gobierno de Concentración Constitucional”.
Frente a esas voces que le reclaman entendimientos con el PSOE, la posición del líder del PP está lejos de facilitar la gobernabilidad de Sánchez esta legislatura, sobre todo porque Génova considera que el acuerdo de la izquierda sitúa al Partido Popular como principal fuerza de la oposición, un lugar que el propio Casado ha reclamado en los últimos meses en plena lucha por cada voto con Ciudadanos y Vox. Su objetivo es construir en los próximos años una “alternativa de Gobierno” tras los descalabros electorales encajados en el último año y medio por la división de las derechas. De momento, está lejos de lograr un discurso unánime en el partido.