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El PP se lanza a idolatrar a Rita Barberá

Minuto de silencio por Rita Barberá en el Congreso.

Luz Sanchis

Cuando hacía poco menos de dos horas que Rita Barberá había fallecido en la habitación que ocupaba en el Hotel Villa Real, frente al Congreso, los dirigentes del PP se lanzaron a una carrera por elogiarla. “Una mujer honrada y muy honesta y una gran española. Creo que eso es lo que le hubiera gustado oír decir a ella misma y eso es todo lo que tengo que decir”, zanjaba María Dolores de Cospedal, secretaria general del partido.

Como si el empeño de la exsenadora por mantenerse en el escaño y conservar su aforamiento no hubiera provocado una auténtica crisis en el PP.  Y como si ella no hubiera respondido a las amenazas de expulsión de la cúpula del partido renunciando a su carné para conservar su asiento en el Senado aunque le obligara a pasar a las filas del Grupo Mixto.

El fallecimiento de la dirigente política caída en desgracia ha logrado reunir a todo el partido en torno a ella. El enfado por la negativa de los diputados de Unidos Podemos a participar en el minuto de silencio en el Congreso ayudó a que varios altos cargos hablaran de “cacería”.

El comunicado de renuncia a las siglas

“He solicitado mi baja del PP porque así me lo ha pedido el partido”, dejó claro Barberá en el comunicado de su renuncia. “Con ello, además de dar una muestra de mi entrega a él, evito que nadie se ampare en mí para responsabilizarme de cualquier perjuicio o para esconder sus resultados políticos y electorales”, seguía. La citación judicial se había solapado con la campaña electoral en Galicia y Euskadi y suponía un peligro para Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Alonso.

La mayor parte de los dirigentes del PP habían tendido un cordón sanitario en torno a ella los últimos meses y su soledad resultaba evidente. Pocos días antes, durante la apertura de las Cortes, fueron contados los diputados que la saludaron. Durante el discurso del rey, logró sentarse en un lateral de la bancada más alta del que había sido su partido. Después, se hizo un hueco como pudo en la tribuna que se había situado en la calle para ver el desfile militar posterior. Al ver sus dificultades para subir el escalón, el diputado Gerardo Camps la ayudó a subir y acomodarse. 

La presión de la oposición y de la opinión pública para que el PP la apartara como signo de responsabilidad política había ido creciendo desde que su grupo municipal casi al completo fue imputado por un posible blanqueo de capitales. La apertura de la causa por parte del Tribunal Supremo, el 13 de septiembre, la colocó en una situación irreversible. Su familia no quiso confirmarlo, pero ella viajaba de Valencia a Madrid cuando se confirmó la noticia y optó por bajarse del tren a medio trayecto. 

La “cláusula Barberá” del pacto con Ciudadanos

El preacuerdo del PP con Ciudadanos en el que se recogía la obligación de expulsar a los imputados por corrupción se conoció durante las negociaciones como la “cláusula Barberá” porque estaba hecha a su medida y así lo reconocieron miembros de ambas formaciones. Un PP en minoría ya no podía seguir protegiéndola como en la anterior legislatura, cuando Rajoy la había incluido en la Diputación Permanente del Senado para que siguiera aforada aun con el Senado disuelto. La necesidad de apoyos para la investidura era acuciante.

El ultimátum de que el Comité de Derechos y Garantías, el órgano disciplinario interno del PP, comunicaría su baja si no lo hacía ella se tradujo en una dura negociación con Fernando Martínez-Maillo.

El responsable de Organización fue quien tuvo que enfrentarse a ella en nombre de Rajoy y Cospedal.  El presidente evitó hacerlo directamente y nunca le reclamó públicamente que dejara el carné y el escaño. Tampoco Cospedal, que siempre la defendió con entusiasmo en público.

Tres días después, el líder del PP reconoció que ya no tenía “ninguna autoridad sobre ella” y se refugiaba en que Barberá ya no era de los suyos. La relación entre ambos había llegado a ser de amistad desde que se conocieron hace más de 30 años. Peso pesado y alcaldesa imbatible, mantuvo una larga reunión en La Moncloa antes de ser oficialmente candidata por última vez. Ante su empeño en repetir y la falta de banquillo, Rajoy respetó su voluntad y ella volvió a competir por la alcaldía de Valencia sin lograr repetir en el cargo.

El papel de los vicesecretarios

Ante la defensa que los más altos dirigentes del PP hicieron de ella, todos los focos se pusieron sobre los nuevos vicesecretarios. Los más jóvenes procuraron dejar claro que no bastaba con que ella se prestara a declarar voluntariamente. La falta de credibilidad del PP en su mensaje de que iba a ser ejemplar contra la corrupción era evidente, y Pablo Casado, Javier Maroto y Andrea Levy fueron más duros.

De hecho, los dos primeros subrayaron que las explicaciones públicas de Barberá les parecían “insuficientes” pocos minutos después de que el presidente del PP dijera que a él le dejaban “tranquilo”. Maroto también habló de falta de “dignidad en el final de su carrera”. Casado recordó que “fuera de la política también hay vida”. Ambos reproches los compartieron otros muchos diputados y cargos del partido. Siempre sin micrófonos o grabadoras delante. 

Pero no fueron los únicos. En los últimos días de Barberá como militante, exministros como Alfonso Alonso le recordaron que o dimitía ella o el PP haría valer su autoridad. Luis de Guindos y Cristina Cifuentes, entre varios, también le pidieron que renunciara al acta en el Senado. 

Entre las muchas reacciones a su muerte, Carlos Floriano fue de los pocos que no se centró en culpar a los demás y pidió una “reflexión” general en la que incluyó a sus compañeros de partido.

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