El 'no es no' a la investidura de Pedro Sánchez que ha instaurado el líder del Partido Popular, Pablo Casado, desde que el pasado 10N el PSOE volvió a ganar las elecciones, y la desautorización por parte de la dirección del PP a todos aquellos dirigentes que han planteado la posibilidad de un acercamiento al PSOE tienen una explicación, según cargos de responsabilidad de la propia formación conservadora.
La cúpula popular encabezada por Casado teme que esos mensajes de barones, dirigentes como Cayetana Álvarez de Toledo e incluso del expresidente José María Aznar –padrino político de Casado–, que plantean una posible abstención en la investidura o un Gobierno de gran coalición con los socialistas con tal de evitar la coalición con Unidas Podemos y las fuerzas nacionalistas, allanen precisamente el camino a Sánchez en la negociación de su Ejecutivo de izquierdas.
Dirigentes del PP consultados por eldiario.es explican que el equipo de Casado cree que el presidente del Gobierno en funciones utilizará en las próximas semanas la baza de un posible acuerdo con la derecha para presionar a Unidas Podemos y, sobre todo, a ERC, de quien necesita su abstención, en las negociaciones para tratar de ser reelegido.
Según esta tesis, planteada por distintos cargos populares, Sánchez estaría pensando en amenazar a las fuerzas de izquierda con ser relegadas a la irrelevancia en la próxima legislatura si no atienden a sus exigencias y al reparto de cargos planteado por Moncloa –en el caso de Unidas Podemos– o con que no haya posibilidad de diálogo en Catalunya –en el de ERC– si percibe que es posible lograr la ahora improbable abstención o incluso el apoyo de PP y Ciudadanos en la investidura.
Un acuerdo “altamente improbable”
Todo ello puede ocurrir –explican las fuentes consultadas– siempre que sigan proliferando las declaraciones de barones y otros dirigentes del PP y de Ciudadanos en favor de ese acercamiento, que hagan creer al PSOE que existe la opción de que las dos derechas –descartan por completo a Vox– le puedan respaldar para establecer un “cordón sanitario” a los de Pablo Iglesias y los independentistas, sin cuyo apoyo o abstención resulta por el momento imposible conformar el Ejecutivo de izquierdas pactado entre PSOE y Unidas Podemos.
La dirección popular de Casado ha rechazado de plano las declaraciones de Aznar –que el lunes pidió una “alianza de partidos constitucionalistas”–, de la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo y de algunos de los barones territoriales con más peso en el partido, como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el castellano leonés, Alfonso Fernández Mañueco, o el líder del PP vasco, Alfonso Alonso, que se han mostrado públicamente en los últimos días a favor de buscar entendimientos con los socialistas.
Este jueves, Álvarez de Toledo volvía a abogar por ese “Gobierno de concentración constitucionalista” por el que ha apostado desde el 10N, pese a que sus palabras no gustaron nada en Génova 13. La dirección popular se vio incluso forzada a remarcar el pasado martes que solo “Casado habla en nombre del partido” y no otros dirigentes como Aznar, Feijóo, Alonso o Mañueco, el presidente de Castilla y León que aseguró que si Sánchez cambiaba de opinión “allí encontrará siempre al PP”.
Para la aún portavoz de los populares en el Congreso las elecciones generales solo dejaron tres escenarios posibles para la gobernabilidad: “Un Gobierno de sedición de PSOE, Podemos y ERC, un Gobierno de concentración de PP, PSOE y Ciudadanos o terceras elecciones”. “Si me preguntan cuál prefiero yo, la segunda. Si me preguntan si es posible, diría que es altamente improbable”, señalaba en una entrevista en EsRadio.
Contra “la ideología de género”
En opinión de Álvarez de Toledo esa gran coalición “sólo sería posible con condiciones tajantes, como la ruptura del PSOE con los nacionalismos y los independentistas” en muchas partes de España. La diputada electa por Barcelona apoya en cambio sin fisuras la negativa de Casado a la abstención. “La abstención no es patriotismo, es masoquismo. Sería entregar los votos a Sánchez para que los ponga al servicio de ERC”, concluía.
Casado ya dejó claro el miércoles, en su primera rueda de prensa con preguntas desde el 10N, la ruptura total con Sánchez. “El PP no puede facilitar la investidura al candidato del partido que ha protagonizado el escándalo mayor de corrupción de la historia de España”, aseguró el presidente de los populares en alusión a la sentencia de los ERE conocida el martes.
Lo hizo en Zagreb, donde participó en una reunión del PP europeo en la que este miércoles cargó contra los “populismos” y los “identitarismos”, entre los que incluyó “la ideología de género”, término con el que la derecha descalifica la lucha feminista, o “la religión verde” con la que se refirió a la batalla contra el cambio climático.
Pero aunque Casado recalca que “no hay ningún pacto que ofrecer a Sánchez más que los que están en la Constitución”, en referencia a los 11 acuerdo de Estado que Casado planteó en la campaña, el líder del PP sí deja “abierta la puerta para la estabilidad y la gobernabilidad”.
En contra del doble discurso
“El PP dejó claro que es un partido con el que se pueden pactar cuestiones esenciales. Seguimos con la puerta abierta para que se negocien los Presupuestos, para que no se suban los impuestos, para que podamos aplicar la Constitución en Catalunya o para desbloquear la negociación del pacto de Toledo. En lo que no podemos estar es en la agenda del cordón sanitario que ha vuelto a tejer Pedro Sánchez”, zanjó el martes el líder de los populares.
El objetivo principal de la dirección popular es que haya Gobierno para poder iniciar cuanto antes su consolidación como el principal partido de la oposición, un papel que han tratado de arrebatarle en los últimos meses Ciudadanos –cuando en las elecciones del 28A logró 57 escaños, solo nueve menos que el PP, que obtuvo 66, su peor resultado de la historia– y Vox, que ha conseguido ser tercera fuerza el 10N con 52 escaños, frente a los 89 de los populares.
Lo que no quieren Casado y los suyos es que el electorado de derechas perciba que existe un doble discurso en el PP sobre su relación con el PSOE y, sobre todo, que sus votantes puedan creer que han puesto las cosas fáciles a Pedro Sánchez en su plan de formar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos y la ayuda de las fuerzas nacionalistas.