A la hora de hacer oposición, el Partido Popular suele optar por emplear la mayor potencia de fuego: tanques, artillería, aviones, lo que tenga a mano que haga más daño. Otra vía es la guerra de guerrillas. Emboscarse en un tema que no es de los suyos con una posición distinta a la que tuvieron en el pasado para sorprender al Gobierno y propinarle una derrota inesperada, quizá menor pero derrota al fin y al cabo. Lo que ocurrió el martes es que fue Sumar quien entró en el juego y facilitó esa derrota, mientras los socialistas se quedaban sorprendentemente dormidos.
El PP intentó este martes la alternativa guerrillera con una proposición de ley con la que reformar la Ley de Defensa Nacional de 2005 y dar mayor poder al Parlamento en las decisiones sobre las misiones de paz en el extranjero con tropas españolas y –aquí está la trampa– en el envío de armas al exterior. El objetivo último: crear fricciones dentro de la mayoría de gobierno. Algunos de los socios del Gabinete dejaron claro que no iban a picar. Otros mostraron una actitud diferente, una de ambigüedad calculada. Sumar esperó al momento de la votación para dar el paso que se intuía durante la jornada, una abstención que permitió dar vía libre a la iniciativa del PP.
La propuesta de obligar al Gobierno a buscar el visto bueno del legislativo ha sido defendida en el pasado por partidos de izquierda al reclamar más transparencia en las políticas de Exteriores y Defensa, dos de los ministerios con menos interés en explicar los temas de su competencia. Los gobiernos del PSOE y el PP, cuando sólo dependían de sí mismos, raramente aceptaban que el Congreso pudiera poner en peligro sus decisiones sobre política exterior. El conflicto se hizo más evidente en 2003, cuando el PSOE exigió a José María Aznar que el envío de tropas españolas a Irak, al que se oponía, fuera votado en el Congreso.
“Aunque el Gobierno haya tratado de minimizarlo al máximo ante la opinión pública diciendo que es logístico y humanitario, (el despliegue militar) supone una participación en el conflicto”, denunció el portavoz socialista de Defensa. Semanas antes, el Congreso había votado por 183 votos a 164 a favor de la posición del Gobierno de Aznar, que era también la de EEUU y Reino Unido, sobre la crisis de Irak –la foto de las Azores ayuda a entender ese voto– y en contra de la oposición, que quería dar más tiempo a los inspectores de la ONU en sus investigaciones en Irak.
En esta ocasión, el PP planteó la necesidad de reforzar al Congreso a la hora de vigilar al poder ejecutivo. “El Gobierno no debe tener el monopolio en los asuntos de Defensa”, dijo Alberto Fabra. El Parlamento ya vota las misiones de paz de las Fuerzas Armadas en el exterior, entre ellas la de Líbano que se inició en 2006. La innovación de la propuesta, además de establecer plazos concretos, es que exige que se vote en el Congreso, digamos con efectos retroactivos, la entrega de ayuda militar ya realizada a países extranjeros. Es evidente que el PP tiene en mente el armamento entregado a Ucrania para ayudarle en su guerra contra Rusia. Aspiraba a que los otros partidos de izquierda dejaran solo al PSOE en el apoyo a esa medida.
Hubo una intervención que destacó el carácter insólito de esa última idea. “No tiene ningún sentido. Supondría problemas para los combatientes ucranianos y para la credibilidad de la política exterior del Estado español”, dijo Francesc-Marc Álvaro, de Esquerra. ¿Qué pasaría si se vota en contra?, planteó Álvaro. Habría que preguntarse si el Gobierno se vería obligado a pedir a Ucrania que devuelva el armamento enviado, una alternativa sin precedentes en las relaciones entre estados aliados en tiempo de guerra.
Lo que son las cosas. Tenía que ser un diputado independentista catalán el que se preocupara por los intereses y la imagen de España en el exterior más que un partido español y muy español como dice ser el PP.
Podemos mostró su oposición clara al envío de armas a Ucrania y denunció que se ha destinado a ese fin el doble de dinero que a la vivienda social. En realidad, ve como un error la solidaridad con Kiev en materia de ayuda militar frente a la invasión rusa. “¿Cuántos millones más vamos a destinar a la guerra de la OTAN contra Rusia?”, dijo Javier Sánchez Serna.
Fue el diputado del PNV Mikel Legarda el que primero reveló que el PP se estaba contraprogramando a sí mismo. El Senado aprobó una proposición en el mismo sentido hace algún tiempo. Llegó al Congreso y ahora está en proceso de recibir enmiendas en la Comisión de Defensa. Es cierto que puede quedarse ahí hasta el fin de los tiempos, como ocurre con otros proyectos de ley que el PP ha sacado adelante en el Senado gracias a su mayoría absoluta en la Cámara. Pero presentar lo mismo dos veces le permitía en el Congreso forzar una votación que suponga un desgaste para el Gobierno.
Legarda recordó que el PP ha tenido una posición muy diferente en el pasado, también cuando se aprobó la Ley de Defensa Nacional en 2005. Por entonces, el Partido Popular habló a favor de dar “más flexibilidad a los gobiernos” en temas de política exterior y Defensa.
Sumar hizo una de esas intervenciones en las que no se expresa con claridad el sentido del voto. Parece un poco extraño, pero ocurre con frecuencia en el Congreso. Eso deja margen para negociar con otros grupos el apoyo o la abstención si lo segundo es suficiente. Sumar estaba buscando el apoyo del PP para asegurarse la aprobación de otra proposición de ley sobre hipotecas que le interesaba que saliera adelante. Es otro truco parlamentario que es más fácil de sostener cuando tu posición de principios –en este caso, el control parlamentario de la venta o entrega de armamento– es favorable a la proposición.
Es lo que ocurrió finalmente. El PP se abstuvo en la votación de esa propuesta, como quería Sumar. Su objetivo es prohibir los desahucios ocasionados por la falta de pago en las hipotecas que incluyen cláusulas abusivas. El voto favorable de Junts hacía que ese apoyo indirecto del PP no fuera necesario, pero eso es algo de lo que nadie estaba seguro. Como es típico de Junts, no lo habían dejado claro con la intención de poner nervioso al Gobierno.
La política exterior es patrimonio del Ministerio de Exteriores y de Moncloa. Sumar ha decidido que eso le libera para presentar o apoyar propuestas que los socialistas no aceptan. En la tarde del martes, Sumar pidió la rescisión inmediata de los últimos contratos de compra que España mantiene con la industria militar israelí. Lo ha hecho a través de una carta enviada por el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, a la ministra de Defensa. Aceptando que no se han firmado más contratos en el último año, como dijo Pedro Sánchez, se han seguido ejecutando aquellos firmados con anterioridad y Sumar quiere que estos sean cancelados.
“Contratar aun indirectamente a empresas que contribuyen a la vulneración de derechos humanos en Palestina y otras regiones del mundo contraviene la política exterior de la UE y de nuestro país”, dice la carta de Bustinduy.
Sánchez ha mantenido una postura firme de denuncia del genocidio de Gaza al precio de que las relaciones diplomáticas de España con Israel hayan quedado congeladas. Ahora sus socios le reclaman que vaya más lejos y que corte relaciones con la industria militar de ese país. No tiene mucha lógica denunciar la conducta de un Estado y continuar aprovechándose de aquello que la hace posible.
Los socialistas habrían podido responder el martes apoyando la proposición del PP, que solo significa que inicia su camino parlamentario y a saber lo que ocurrirá con ella en los próximos meses, y evitar así la derrota. La negociación posterior podría servir para eliminar esa votación sobre la ayuda a Ucrania con efectos retroactivos. Por razones difíciles de discernir, no hizo nada, votó en contra y se lo puso más fácil al PP y, por motivos diferentes, a Sumar.
Sumar ha decidido que debe dar una imagen diferente como socio del Gobierno de coalición. En la legislatura anterior, Unidas Podemos fue un colaborador honesto del PSOE en el Gabinete presionando de puertas para adentro cuando era necesario sin montar un escándalo en las votaciones en el Congreso. La coalición que dirige Yolanda Díaz está en una situación en la que necesita enseñar los dientes de vez en cuando. Si el PSOE se enfada, sólo tienen que enseñarle las encuestas para dejarle claro que no tienen elección.