2021 es año de renovación en el PSOE. El calendario de los socialistas está en rojo porque han pasado ya tres años y medio desde que celebraron el último congreso, en el que Pedro Sánchez se impuso y configuró un partido a su medida, y tienen hasta junio para celebrar un nuevo cónclave en tiempo y forma. Sin embargo, la dirección del PSOE ha decidido que el 40º Congreso se retrase hasta la segunda quincena de octubre. Esa dilación tendrá un efecto dominó sobre los procesos autonómicos, que se celebran de manera encadenada tras el federal.
Sánchez quiere celebrar un congreso con carácter presencial y dentro de la máxima normalidad posible. Por eso el verano es pronto aún. Aunque la intención del Gobierno es llegar a ese momento con el 70% de la población vacunada. Los estatutos del partido establecen que tendrán que celebrarse “entre el tercer y cuarto año desde la celebración del congreso ordinario anterior”. El acto en el que Sánchez fue aclamado tras su victoria frente a Susana Díaz y Patxi López se celebró a mediados de junio de 2017. La Ejecutiva celebrada este lunes, encabezada por la vicesecretaria general, Adriana Lastra, ante la ausencia de Pedro Sánchez, que estaba en una reunión del comité de protección civil, ha establecido que se posponga a la segunda quincena de octubre, según fuentes presentes en la reunión. Fuentes de la dirección socialista sostienen que el aplazamiento es prácticamente inapreciable –y más ante la ausencia de elecciones generales a la vista– y admiten que afectará en mayor medida a los procesos autonómicos y locales.
El Comité Federal, el máximo órgano entre congresos y el encargado de convocarlos, que se reúne con carácter semipresencial el próximo sábado 23 de enero, acordará posponer ese cónclave. El encuentro se ha pospuesto una semana -estaba previsto para el 16 de enero- ante la situación de emergencia por el temporal Filomena y la posterior ola de frío. Se trata de la primera reunión de ese órgano, que tiene que reunirse con carácter ordinario al menos dos veces al año, desde el 15 de febrero de 2020. Además de abordar el tema de los procesos congresuales, la reunión servirá como pistoletazo de salida de los socialistas para el próximo curso. Sánchez hará, además, balance de gestión –que coincide con el cumplimiento de un año de la coalición– y de valoración de la pandemia, según fuentes socialistas. Dada la alta incidencia de la pandemia estas semanas, tan solo Sánchez y su núcleo duro participarán con carácter presencial desde Ferraz, así como los miembros de la Mesa del Comité Federal, y el resto de miembros –unos 300– lo harán por videoconferencia.
Sánchez quiere llegar a ese congreso con el viento de cara: en el Gobierno y con la pandemia prácticamente derrotada. El secretario general se enfrenta a un cónclave radicalmente distinto al de hace cuatro años, cuando retomó las riendas de un PSOE partido en dos tras una de sus batallas más cruentas, aunque hizo un partido a su medida con un marcado carácter presidencialista en el que los territorios perdieron mucho poder. La composición piramidal del partido causa malestar en las federaciones, aunque Sánchez apenas tiene contestación interna. “Tenemos que encontrar un término medio”, dice uno de los dirigentes territoriales que le apoyaron hace cuatro años. Sin embargo, en Ferraz no esperan ningún sobresalto.
A pesar de los tiempos, los tambores congresuales ya sonaban en el PSOE antes de que la COVID–19 azotara al mundo y la cúpula socialista se había llegado a plantear celebrarlo a finales de 2020 o en la primavera de 2021. El objetivo de Sánchez es renovar la Ejecutiva y rodearse de perfiles con mayor peso político que la actual, en la que situó a quienes habían estado a su lado en la travesía del desierto de las primarias. De hecho, a principios del pasado año incorporó a la Comisión Permanente a los ministros con carné del PSOE.
Donde no ha dejado de sonar ese ruido interno ha sido en Andalucía, uno de los territorios en los que los socialistas dan por hecho la guerra –también en Galicia, aunque en menor medida, y relevos puntuales en federaciones como Euskadi–. Tras la pérdida de la Junta por primera vez tras décadas de poder ininterrumpido, Ferraz señaló a Susana Díaz la puerta de salida, aunque hasta ahora ha habido una tregua. Sin embargo, los ejércitos se han ido rearmando en los últimos meses. La secretaria general del PSOE–A lleva tiempo en campaña interna y está dispuesta a pelear para seguir al frente, pero ha ido haciendo enemigos a lo largo de estos años que están trabajando en una candidatura conjunta con la que hacerle frente. Por ahora el que más se ha posicionado es el portavoz adjunto en el Congreso, Felipe Sicilia, aunque en el cada vez más abultado sector crítico sostienen que primero plantearán un proyecto y después vendrá el candidato, que aseguran que será de consenso.
Ese bloque crítico con Sicilia a la cabeza aboga abiertamente por un cambio en el PSOE–A tras la debacle de 2018. El último barómetro del CIS andaluz pronostica una victoria del PP de Juanma Moreno Bonilla frente al retroceso de los socialistas. En la federación cada vez hay más voces que consideran que con Díaz al frente no se revertirá esa tendencia. A pesar de que la alternativa no está aún perfilada, la expresidenta va ganando tiempo y jugará la baza de la cercanía de las elecciones para que el partido no se abra en canal poco tiempo antes de los comicios.