La noticia caía como una bomba en Bruselas justo a la hora de comer. El juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, irrumpía de lleno en plenas conversaciones para la investidura de Pedro Sánchez entre el PSOE y Junts al decidir investigar al expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, y a la secretaria general de ERC, Marta Rovira. Justo en este momento y por delitos de terrorismo. Un movimiento recibido por las dos partes de esas negociaciones como el intento claro de interferir en el proceso de negociación de la ley de la amnistía, ya en su recta final, y la formación del Gobierno.
Los socialistas, inmersos en un apagón informativo para evitar filtraciones que puedan complicar aún más las ya delicadísimas negociaciones con el independentismo catalán, apenas reaccionaron en público al paso dado por García Castellón. Ningún alto cargo del partido se posicionó y solo la diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid y secretaria de Cultura y Deportes, Manuela Villa, criticó la decisión en sus redes sociales. “Jueces haciendo política”, señaló.
Mucho más encendida, y al más alto nivel, llegó la reacción de Junts. Fue el propio Puigdemont quien también en sus redes sociales acusó directamente a la judicatura de flirtear con la idea de un golpe de Estado. “Es el golpe de Estado permanente que tanto les gusta revivir, sea con sables o sea con togas”, dijo Puigdemont tras el paso dado por García Castellón.
En pleno tira y afloja para rematar el pacto definitivo sobre el texto de la amnistía, los socialistas y los independentistas catalanes se conjuraron este lunes para blindar la negociación e impedir que la ofensiva judicial hacia líderes del procés como Carles Puigdemont o Marta Rovira haga zozobrar el acuerdo. Según las fuentes al corriente de las conversaciones, que el pacto siguiera sin cerrarse a última hora del lunes nada tenía que ver con el movimiento del juez de la Audiencia Nacional.
Aunque todas las partes insisten un día más en que el acuerdo está “casi sellado”, la rúbrica de ese pacto sigue sin concretarse. Todo estaba listo, de hecho, para que la escenificación de la fumata blanca tuviera lugar este lunes. Con esa idea se desplazó a Bruselas la plana mayor de Junts a primera hora de la mañana. Sin embargo, tras retomar las conversaciones a las que se emplazaron durante el fin de semana los equipos negociadores, a mediodía todo el mundo descartaba que el acuerdo definitivo pudiera concretarse de manera inminente.
La situación, en realidad, es parecida a la de los últimos días. Las prisas del PSOE por investir a Pedro Sánchez esta misma semana no coinciden con los ritmos políticos que manejan en Junts. Y más desde que se oficializó el acuerdo del PSOE con ERC el martes de la pasada semana. Aunque la previsión de los socialistas era la de oficializar primero el pacto con los de Puigdemont, los escollos en torno al perímetro de la amnistía alteraron los tiempos e influyeron directamente en las negociaciones.
En plena competición acérrima en el seno del independentismo, en Junts sentó mal que los republicanos se anotasen algunos tantos políticos con el anuncio de su acuerdo, como el contenido de la propia ley de amnistía o la figura del verificador entre partidos. Desde entonces, y a pesar de que todas las partes insisten en que los escollos técnicos en los que trabajan los equipos jurídicos de ambos equipos son reales y muy complejos, la sensación en las filas socialistas es que en Junts intentan estirar las conversaciones para distanciarse, temporal y políticamente, de Esquerra.
Una jornada frenética
Durante todo el lunes las conversaciones fueron incesantes, con el número tres del PSOE y el núcleo duro de Junts presencialmente en Bruselas. A su llegada a la capital belga, la plana mayor del partido de Puigdemont se reunió en el Club de Prensa, donde el expresident hizo su primera aparición ante los periodistas tras marcharse de España en 2017. Un sitio emblemático donde, en principio, iba a producirse la escenificación del acuerdo por parte de los independentistas. Sin embargo, a las 13:20 horas abandonaron el lugar sin hacer declaraciones a los periodistas. A apenas 300 metros, en un hotel, estaba el número tres del PSOE.
Fuentes de la negociación explican que se están produciendo intercambios constantes de documentos para pulir cuestiones “técnicas” de la ley de amnistía y que el “acuerdo político” está encarrilado pero que se debe limar el texto ante la cascada de recursos por parte de la derecha que ya se han anunciado. Y, según esas fuentes, se está en esa fase de intercambiar papeles para que los supervisen los dirigentes de Junts y los juristas del PSOE.
Nadie se atreve a poner una fecha para cerrar el acuerdo, que en las filas socialistas quieren que sea inminente tal y como demuestra el tercer viaje de Cerdán a Bruselas en una semana. “Pueden ser cinco minutos o 20 horas”, decían los negociadores en la mañana del lunes. Sin embargo, a primera hora de la tarde ya estaba claro que no era el día. La intención del PSOE es cerrarlo cuanto antes para que Sánchez pueda incluso ser investido esta semana. Algo aún no descartado pero que, conforme pasan las horas, se hace más improbable. El martes podría resultar, otra vez, el día definitivo.