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Punto muerto a dos años de la disolución de ETA
Este domingo, en plena pesadilla del COVID-19, se cumplen, sin pena ni gloria, dos años del final de otra pesadilla, la de más de cuatro décadas de violencia de ETA, sin que partidos ni organizaciones, ocupados ahora con otras urgencias, se hayan parado a recordarlo.
El 3 de mayo de 2018, a las 14.00 horas, ETA escenificó su final definitivo, a través de un comunicado que se dio a conocer en la sede de la Fundación Henri Dunant de Ginebra (Suiza), a la vez que se publicaba en los medios habituales, los portales Naiz.info y el diario Berria.
ETA, latente desde 2011, confirmaba “el final de su trayectoria” y anunciaba su “disolución”, el certificado definitivo que daba carpetazo a la historia de esta organización terrorista tras décadas de violencia en las que asesinó a más de 850 personas.
Si el pasado año el primer aniversario de este hito histórico pasó desapercibido para la sociedad y los partidos vascos, con la excepción de EH Bildu, este año, cuando una pandemia amenaza la salud y el futuro de los ciudadanos vascos, la efeméride se torna irrelevante.
El proceso de “convivencia” que debía seguir a la desaparición total de la violencia se encuentra en “punto muerto”, ya que el permanente contexto electoral de los últimos meses, en primer lugar, y el parón de toda actividad política por la pandemia, después, han relegado estas cuestiones a lo más hondo de las prioridades ciudadanas.
El fin de ETA, hace dos años, fue investido de solemnidad con un acto el día después, 4 de mayo, en la localidad vascofrancesa de Cambo-les-Bains, en el que “fedatarios internacionales” promulgaron una declaración que reclamaba una “solución global, justa y duradera” para una Euskadi que aún debía “construir la paz”.
Estas preocupaciones, más presentes en el discurso de la izquierda abertzale que en el del resto de fuerzas, parecen ahora lejanas, con una EH Bildu que, sin el lastre de ETA, ha acometido una vía de pragmatismo que le ha llevado a hacer valer su influencia incluso en Madrid, donde ha colaborado en el sostenimiento de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
Disuelto el Parlamento Vasco, la pandemia hace que cuestiones como la memoria, el relato, los presos, los delitos pendientes, los homenajes parezcan preocupaciones de otros tiempos.
Quedan aún 203 presos en cárceles españolas y 36 en Francia, país que ha concentrado en las dos prisiones más cercanas a la frontera (Lannemezan y Mont-De-Marsan) a 26 reclusos de la organización terrorista, mientras que España ha acometido algunos acercamientos, pero muchos menos.
Quien no olvida a ETA, además de sus víctimas, son las Fuerzas de Seguridad del Estado, que mantienen abierta la agenda de los casos sin resolver y han seguido durante este tiempo persiguiendo los cabos sueltos.
El más importante cayó el 16 de mayo de 2019, cuando la Guardia Civil detuvo en Francia al exjefe político de ETA José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, la voz que leyó el comunicado que puso fin a la trayectoria de la banda terrorista. El último gran fugado de ETA.
También fue detenido, en enero de este año, otro histórico etarra, Antton López Ruiz, “Kubati”, junto con otros miembros de Sortu, para declarar en una investigación sobre los homenajes a miembros de la banda, una práctica que este año se ha reducido drásticamente, incluso antes del confinamiento.
Así, mientras que en 2019 el observatorio de radicalización del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) contabilizó 20 actos de homenaje, durante este año únicamente se han detectado 2.
La entrega de documentación sobre ETA por parte de Francia ha permitido en este periodo reabrir el caso del asesinato del funcionario de prisiones Máximo Casado, por el que el 1 de octubre fue condenado a 33 años de prisión el exjefe de ETA Javier García Gaztelu “Txapote” y otros tres miembros de ETA.
En este último año se cerró otro de los capítulos pendientes, al celebrarse el juicio contra los 47 acusados del llamado “frente de Makos”, que se resolvió en septiembre de 2019 con condenas leves y el ingreso en prisión para cumplieran el resto de la pena de los abogados Arantza Zulueta y Jon Enparantza, quienes se encuentran en libertad desde el pasado mes de febrero.
Los expertos antiterroristas intentarán seguir reabriendo casos sin resolver y resolviendo flecos, pero no ven ningún indicio de que exista alguna facción de ETA dispuesta a volver a las armas.
Mientras el recuerdo de ETA languidece, el relato cristaliza en nuevas obras de ficción -siempre las hubo sobre ETA- más populares, como la recién estrenada serie “La línea invisible”, de Mariano Barroso, sobre los inicios de la violencia etarra, o “Patria”, que HBO estrenará el 17 de mayo. Una mirada atrás a la sangrienta historia de ETA como entretenimiento en tiempos de confinamiento.
Rafael Herrero
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