La participación en las elecciones es un indicador de integración. Lo dicen los expertos y es un parámetro que se tiene en cuenta, por ejemplo, a la hora de realizar proyectos de integración. “Una de las caras de la exclusión es no participar, en un sentido amplio, en lo que hacemos en la sociedad”, explica la doctora en psicología social Cristina Cuenca.
En la ciudad de Madrid, en las últimas elecciones autonómicas de 2015, la diferencia entre la tasa de abstención de los distritos con las rentas más altas era de 10 puntos porcentuales respecto a las más bajas. Donde la renta media de los hogares superaba los 50.000 euros al año, la tasa de abstención fue del 26,5%. En los que estaba entre los 20.000 y los 30.000 euros, fue del 36,5%. Distrito a distrito, en Puente de Vallecas, el que tiene la renta media por hogar más baja, se abstuvieron el 36,6% de los votantes. Solo le supera en abstención Usera, con un 38,4%. Es el segundo distrito por la cola en renta. El tercero y el cuarto, tanto en renta como en abstención son Villaverde y Carabanchel, donde el 35,7% de los electores no acudieron a las urnas. Los que menos se abstuvieron (25,1%) fueron los vecinos de Retiro, los terceros en el ranking de renta media. Les siguen lo de Moncloa-Aravaca (26,2%), los segundos; y los de Chamartín (26,3%), que ocupan el primer lugar en cuanto a ingresos. Entre todos estos distritos la tendencia se mantiene, según los datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre renta media anual de los hogares a partir de las declaraciones de IRPF.
Ocurre lo mismo en el gráfico por municipios de más de 10.000 habitantes de la Comunidad de Madrid, con datos obtenidos de la estadística de la Agencia Tributaria, que tienen en cuenta la renta bruta. Ciempozuelos y Parla, que fueron los dos que más se abstuvieron (un 39,9 y un 37,2%, respectivamente), son también de los que tienen una renta media menor. Hay excepciones, como Humanes, la renta más baja de la lista, pero donde se abstuvieron el 30,2%. En Pozuelo de Alarcón, donde se encuentra la renta media más alta, la abstención fue del 27,1%. En general, se abstuvieron el 28,3% de los hogares que ingresaron más de 50.000 euros al año, frente al 36,5% de los que ingresaron entre 20.000 y 30.000 euros.
“Se sienten excluidos”
“Hay una causa muy tradicional, que es la sensación de ajenidad a los procesos electorales que tiene los sectores más vulnerables de la sociedad. En general, se sienten excluidos por sus propias condiciones de pobreza o de empobrecimiento que han ido sufriendo”, explica el doctor en ciencias políticas y profesor de la UNED Jaime Pastor. Pero también existen causas relacionadas con los periodos históricos: “En los últimos tiempos, es posible que asistamos también a una mayor desafección a la política entre esos sectores, porque ha podido cundir en ellos una mayor desilusión y frustración. Primero, por lo que han sido las políticas austericidas a partir de 2010. Luego, por el desencanto que ha podido generar que, si han votado en alguna ocasión, hayan visto que los partidos a los que votaron, como pueden ser Unidos Podemos u otros, no han respondido a sus expectativas de renovación de la política o de cambio”.
El profesor de política de la Universidad Carlos III de Madrid, Javier Redondo, señala que las personas en riesgo de exclusión o con menos ingresos “entienden que la toma de decisiones no va con ellos, porque no les soluciona su estatus, ni su pobreza, ni sus dificultades”. Para Cuenca, que es también investigadora del Colegio Profesional de Politólogos y Sociólogos de Madrid, “pertenecer a un colectivo vulnerable, que las sitúa en una posición de clara desigualdad en la sociedad, hace que estas personas no participen”. “Aunque realmente digamos que no hace falta gran cosa (para votar), coger tu DNI y acercarte al colegio electoral, algo que nos parece sencillo, no lo es para muchas personas. Al hecho de una situación de desempleo cronificada, súmale una situación de discapacidad, una familia afectada porque el padre o la madre tenga un problema de adicción, de enfermedad mental, una persona sin hogar... ¿cómo le puedes decir que vaya a votar?”, explica.
La mayor abstención en zonas con renta más baja y con las problemáticas derivadas de esta situación responde también a una cuestión social. “Generalmente, el mensaje que les lanza la sociedad es: no te veo, me das igual, no me importas. Piensa en las personas sin hogar: no te quiero ver en mi plaza, no te quiero ver aquí”, desarrolla Cuenca. “Muchas veces, las personas en exclusión tienden a sentirse culpables y a pensar que han llegado ahí por un cúmulo de decisiones personales que les han llevado por el mal camino, cuando son cuestiones sociales. Que haya una gran parte de la población que no tiene formación o que son parados de más de 50 años sin acceso al mercado laboral no es culpa suya, es culpa de todos”, defiende la experta. Por eso, “cuando se hacen proyectos de integración, se intenta que las personas sean conscientes de sus derechos y sus deberes como ciudadanos, y que participen, no solo yendo a votar, también estando al tanto de lo que sucede en política o involucrándose en campañas”, continúa.
La cuestión social, “a un segundo plano”
“La única forma de generar esos factores de desafección sería”, para Pastor, “que en el centro de la agenda política estuviera la acción social”. Y, para él, no lo está, principalmente por el interés de los partidos de derechas que, “en cuanto que defienden más abiertamente las políticas neoliberales, tratan de dejar en un segundo plano la cuestión social”. “Es verdad que está el tema de la desigualdad social, la pobreza o la pobreza energética, que si ha sido planteada, pero la tendencia en los grandes partidos, sobre todo, en mi opinión, en los de la derecha, ha sido poner en primer plano el conflicto catalán. Esa tendencia de trasladar el problema social en torno al conflicto territorial hace que gran parte de esos sectores vulnerables se sientan ajenos”, explica.
La abstención entre los electores más pobres y el discurso de que “todos son iguales” genera, para el politólogo un “efecto perverso que perjudica, precisamente, sus propios intereses”. “Sabiendo que en elecciones de alta competitividad, como van a ser las próximas, y siendo conscientes de que la derecha se moviliza masivamente, personas de estos sectores vulnerables que se sienten atacados por las políticas neoliberales, que acaben no votando o que, incluso, una parte de ellos se deje llevar por otras líneas de fractura, por ensayar nuevas experiencias, como puede ser convertir en chivos expiatorios a los inmigrantes o al independentismo catalán, va contra sus intereses más elementales”, desarrolla Pastor.
Clases medias
“Hay que tener una serie de necesidades básicas cubiertas para poder participar libremente en el proceso político”, explica Redondo, citando a los liberales clásicos de los años posteriores a la II Guerra Mundial. Pero se remonta más atrás: “Las instituciones representan a las clases medias o burguesas. Es un análisis del XIX, pero no deja de tener esa conexión con la realidad en cuanto a que los satisfechos son los que participan”. Volviendo al momento actual, identifica también una crisis de confianza. “El estado social es conciliar economía de mercado y estado redistributivo. Eso ha funcionado hasta la última crisis, salvando, incluso, las crisis cíclicas, de los 90 o de los 70. ¿Por qué? Porque no se cuestionaba la política. Ahora, junto a la crisis económica, se cuestionó el proceso de toma de decisiones”, por eso, “al haber crisis de confianza se pone en duda el sistema de representación”, señala.
Para reducir las altas tasas de abstención en las zonas más pobres, Cuenca aboga por soluciones colectivas, aunque reconoce que “las personas con este problema, tienen necesidades cotidianas, diarias e inmediatas, y confiar en que la política les va a dar soluciones, es confiar mucho”. Y hace hincapié en “votar es un factor de integración”: “Las personas que están fuera ni votan, ni hay tantas otras cosas que no hacen: no utilizan BiciMad, no van al teatro, ni de vacaciones, ni a manifestaciones...”.