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Rajoy no se ha movido desde el 21D para tratar de formar Gobierno

Si hay algo que saca de quicio a Mariano Rajoy y a sus fieles es que le acusen de inmovilismo o de indolencia. La respuesta automática es que España nunca ha tenido a un jefe de Gobierno más decidido a aplicar grandes reformas estructurales y a exprimir al máximo las prerrogativas de la mayoría absoluta en el Parlamento. Pero de los 176 diputados de la anterior legislatura, el líder del PP se ha quedado en 122. Aferrado al mantra de la lista más votada, durante las últimas semanas Rajoy no ha dado ningún paso para ofrecer a sus potenciales socios de investidura.

Su posición se mantiene inamovible desde las elecciones. La misma noche electoral, el candidato del PP se subió al balcón ante la sede de Génova para proclamar que la tarea que tenía por delante no iba a ser fácil. “No va a ser fácil. Pero, ante las dificultades, será necesario negociar mucho y hablar más. Y yo lo voy a intentar”, proclamó. Al día siguiente, tras celebrar el Comité Ejecutivo Nacional del PP y analizar los resultados, Rajoy compareció para anunciar que la gobernabilidad de España solo pasaba por que él repitiera al frente de la Moncloa con el beneplácito de PSOE y Ciudadanos.

Ni siquiera citó a los partidos por sus siglas, pero no hizo falta porque desde el primer momento quedó claro. Solo los que lideran Pedro Sánchez y Albert Rivera cumplían los requisitos para alcanzar un Ejecutivo “con una amplia base parlamentaria de más de 250 diputados”. Antes de que empezaran formalmente los primeros contactos, Rajoy dejó bien claras las cinco grandes áreas en las que daba por hecho que se podía producir una confluencia de intereses. A saber: una visión compartida sobre la unidad de España y, por tanto, un rechazo frontal a los planteamientos independentistas de Cataluña; ideas similares en cuanto a la política económica y exterior y un acuerdo en cuanto a cómo luchar contra el terrorismo yihadista.

Desde entonces, el presidente se ha mantenido en el mismo punto y se ha negado a explicar nada más. En ningún momento se ha abierto a entrar, con el argumento de que eso eran “detalles”, sobre los puestos que cedería en un hipotético gobierno de concentración entre los tres o en una gran coalición con los socialistas.

Tampoco ha optado por tomar la iniciativa en cuanto a la reclamación fundamental compartida por Sánchez y Rivera: la reforma constitucional. En este punto, Rajoy insiste en que no la llevaba en su programa electoral porque no la considera necesaria para solucionar el problema territorial de Cataluña. A partir de ahí: “No me niego a hablar, pero que me digan qué es lo que quieren hacer exactamente”.

Hasta ahora, el único encuentro del presidente en funciones con el secretario general de los socialistas es el que se produjo el pasado 22 de diciembre. De la visita de Sánchez a Moncloa, después de un saludo frío y 45 minutos de reunión, quedó claro que la abstención en un segundo intento de investidura no se iba a producir. Los socialistas lo dejaron por escrito unos días después. La reunión de los barones con Sánchez para preparar la política de pactos tuvo lugar el día 27 y la negativa quedó ratificada por el Comité Federal. El PSOE anunciaba oficialmente que votaría contra la investidura de Rajoy y de un nuevo Gobierno del PP. “Porque ese es el mandato de nuestros votantes y de la mayoría de los españoles”, rezaba el texto.

Con este panorama, las únicas novedades desde entonces por parte de Rajoy han consistido en quejarse de que Sánchez no ha querido negociar nada y ha establecido “un cordón sanitario” que recuerda al llamado Pacto del Tinell. Como complemento, las críticas contra el socialista por “falta de sentido de Estado” y “actitud antidemocrática” por su disposición a pactar “a toda costa con quienes quieren romper España”. Desde ese punto, Rajoy no se ha movido más. Al menos, en público. El líder del PP sólo ha avanzado que realizará su oferta desde la tribuna del Congreso, cuando se someta al debate de investidura.