Los cuatriciclos ligeros, más conocidos como coches sin carné, han llegado a la mayoría de edad desde su implantación en España a finales de los 90. Eran entonces una alternativa novedosa para la movilidad de personas de edad avanzada en el ámbito rural, tal como fueron concebidos en la vecina Francia, y en los 18 años transcurridos han cambiado tanto en su planteamiento como en su aspecto, ahora mucho más atractivo.
Una reciente reforma legislativa europea establece que los microcoches matriculados a partir del 1 de enero de 2017 podrán pesar un máximo de 425 kilos, no sobrepasarán los 8,2 caballos de potencia ni los 500 centímetros cúbicos de cilindrada y no excederán estas dimensiones: 3 metros de largo, 1,5 de ancho y 2,5 de altura.
No cambian ni la velocidad máxima a la que pueden circular, 45 km/h, ni la obligatoriedad de contar con un permiso de conducción, el AM (ciclomotor), lo que hace que la denominación sin carné sea inadecuada salvo que se refiera a todos aquellos titulares de permisos A1, A2, A y B que, naturalmente, también pueden conducir este tipo de vehículos sin pasar ninguna prueba adicional.
Se mantiene igualmente la prohibición de usar otras vías que no sean las urbanas y las carreteras convencionales. En aquellas que dispongan de un arcén transitable y suficiente, los minicoches están obligados a circular por él; y si el arcén no reúne esas condiciones, tienen que utilizar solo la parte derecha de la calzada estrictamente imprescindible.
Después de hacerse populares entre aquellas personas mayores que nunca habían tenido la oportunidad de sacarse el carné de conducir, los cuatriciclos ligeros pasaron a ser una especie de segundo coche para mujeres urbanitas de entre 35 y 50 años; más tarde, los fabricantes –Aixam, Ligier, Microcar, Chatenet, Grecav– pusieron los ojos en jóvenes de 15 a 18 años que vieron en estos coches una alternativa más segura a la moto.
A este último público están dirigidos productos como los que acaba de dar a conocer Aixam, empresa líder del sector, que incluyen un vistoso Coupé GTI de 8,16 caballos que, aunque no pueda exceder los 45 km/h, es seguro que gozará de una agilidad que combatirá en buena medida el estigma de lentitud que acompaña a esta clase de vehículos.
La lentitud es, precisamente, una parte clave del debate que afecta a los microcoches. La forma más precisa de referirse al problema es la disparidad de velocidades que se produce cuando coinciden en la calzada un coche sin carné y un automóvil convencional, así como la mayor probabilidad de que el primero sufra una colisión por alcance.
Los pobres resultados de estas carrocerías en los crash test y la disparidad de tamaño con otros vehículos que utilizan la vía son otras cuestiones candentes que aconsejaron recientemente a la DGT publicar un folleto acerca de las precauciones que era deseable adoptar al ponerse al volante de un minicoche.
Los argumentos esgrimidos en su favor son un consumo muy reducido, la facilidad de aparcamiento y la buena capacidad de carga –por no disponer de plazas traseras–, además del hecho de no necesitar carné (aunque sí licencia, como hemos explicado). En su contra, además de la seguridad, hay que citar su precio, en ningún caso acorde a su pequeño tamaño.