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Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

La fuerza de las madres refugiadas sirias, salvoconducto para llegar a Italia

EFE

Beirut —

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Si no fueran por la determinación de estas madres sirias para dar un futuro diferente a sus hijos, sus familias no formarían parte de la lista de 101 refugiados que mañana viajarán desde Líbano a Roma en el marco de los “corredores humanitarios”, organizados por la asociación católica Comunidad de San Egidio.

Desde la Comunidad de San Egidio, la Federación de las Iglesias evangélicas y la Iglesia Valdese, que han ideado estos “corredores humanitarios” para poder legalmente llevar a Italia hasta 1.000 personas en los próximos dos años, señalan cómo en este segundo viaje la mayoría son mujeres y hay cerca 40 menores.

Una de ellas es Ruba, que recibe a Efe en una pequeña casa en la periferia norte a varios kilómetros del centro de Beirut y en la que vive con su marido Fadi y su hijo Marcos, de 8 años, y otros 9 miembros de su familia y por la que pagan 650 euros de alquiler al mes.

El cooperante que representa a la Iglesia Valdese, Francesco Piobbichi, le informa del horario en el que se tienen que presentar mañana, del lugar, de que sólo pueden llevar 23 kilos por maleta y les aconseja “llevarse algo que les recuerde su país”.

Pero Ruba tiene ya las maletas hechas desde hace tiempo para que ella, su marido y su hijo Marcos dejen este lugar para siempre y cuando se le pregunta que llevará a Italia como recuerdo de Siria asegura: “Por desgracia no me queda nada, no pudimos traernos nada”.

Ruba y su familia son asirios caldeos huyeron de la región de Hassakeh, en Siria, debido a la guerra y a la persecución religiosa contra los cristianos y llegaron a Líbano el 8 diciembre de 2015.

La familia de Ruba ha sido elegida para este proyecto por su “vulnerabilidad”, “en Líbano no tendrían ningún futuro”, explican desde San Egidio, pues a ella le falta un brazo y a su marido una pierna y se mueve con mucha dificultad.

En Siria, a pesar de sus problemas físicos, trabajaban ambos en un centro de llamadas, pero en Beirut nadie les dará trabajo y sobreviven gracias a sus familiares lo que hace su situación “insostenible”, lamenta Ruba.

“Todo lo hacemos por Marcos, es un regalo de Dios porque tanta gente no puede tener hijos y nosotros con nuestros problemas físicos lo hemos podido tener y sacar adelante, por ello todo lo que hacemos es por él. Es nuestra fuerza y nuestros ojos”, relata Ruba, que con una fuerza arrolladora ha sido quien ha conducido a su familia a Líbano y ahora a Italia.

Su destino es Terni, una pequeña ciudad de la región de Umbria, en el centro de Italia, donde ya sueña con “invitar a comer” a todos los cooperantes, periodistas que la visitan estos días y, sobre todo, volver a coser a máquina, una de sus pasiones.

Otra de esas madres sirias que viajará el martes con un vuelo de línea de Alitalia hacia Roma vive también en un barrio periférico de Beirut, donde no llega ningún medio de transporte, con su hija y sus dos nietas, de 10 y 7 años.

Ninguna de ellas quiere dar a conocer su nombre o ser grabadas porque tienen miedo de las represalias, pues uno de los hijos, cuya foto preside la pequeña habitación en la que viven, fue capturado en Damasco en un puesto de control cuando comprobaron que procedía de una zona donde viven los católicos.

“Mi hijo no ha hecho nada. Es sólo una confusión y sigue preso y le están torturando”, explica llorando esta mujer, quien confiesa que sólo quiere marcharse y que su hija y sus nietas puedan rehacer su vida y “olvidar todo lo que han vivido en los últimos años”.

Esta familia también ha sido elegida por San Egidio debido a las dificultades que dos mujeres solas y dos niñas tienen en Líbano.

Cuándo se le pregunta si está nerviosa por este viaje que le cambiará la vida, ella lo tiene claro: “Quiero alejarme de este país, quiero alejarme de Siria, de un Oriente Medio que nos ha dado la espalda y creo que en Italia volveremos a tener un futuro, sobre todo mis nietas”.

En Líbano con más de 1.200.000 refugiados sirios y 100.000 iraquíes, “no nos quieren y no nos tratan bien”, explica esta mujer. La más pequeña de las niñas, de 7 años, que ha perdido a su padre y a su madre y viajará con su abuela y su tía, no deja de cantar y bailar ante la felicidad de viajar, porque comenta, algo resentida, que aquí no tiene amigas porque las otras niñas no son simpáticas con ella, pero está convencida que en Italia hará muchas amistades.

Cristina Cabrejas