Rubiales, una escapada de cinco meses que ha arrastrado al banquillo a su círculo de confianza

Elena Herrera

25 de enero de 2024 22:08 h

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La extensa carrera extradeportiva del que fuera máximo dirigente del fútbol español tendrá en la Audiencia Nacional una parada que se revela ya como prácticamente ineludible. Cinco meses después del beso que impuso en la boca a la futbolista Jennifer Hermoso, Luis Rubiales enfila el banquillo para rendir cuentas sobre ese acto y la trama que supuestamente urdió después para librarse de un escándalo que dio la vuelta al mundo y evidenció el machismo en el fútbol. Unas maniobras que han acabado arrastrando ante la Justicia a tres de sus estrechos colaboradores: el director deportivo de la selección masculina, Albert Luque, el exseleccionador Jorge Vilda y el exresponsable de marketing de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Rubén Rivera. 

Después de escuchar a los cuatro investigados, a la víctima y a casi una veintena de testigos —incluidos trabajadores de la RFEF y varias jugadoras— el juez Francisco de Jorge considera que existen indicios suficientes como para enviar a los cuatro a juicio. Respecto al beso, el juez califica de “sólidos” los indicios que apuntan a que “no fue consentido” y que se trató de “una iniciativa unilateral y sorpresiva” de Rubiales. En cuanto a las coacciones, atribuye a los cuatro una “acción concertada” para “doblegar la voluntad” de la jugadora y “conseguir que accediera a grabar un vídeo en el que dijese que el beso había sido consentido”.

Pero Hermoso no accedió aunque, para ello, tuviera que soportar un conjunto de “presiones” que le provocaron “una situación de ansiedad e intenso estrés”, en palabras del magistrado. Finalmente, Rubiales grabó en solitario ese vídeo que la Federación trató de vender como una disculpa que no lo fue. El dirigente dijo que “seguramente” se había “equivocado” y que, en todo caso, había sido un acto “sin ninguna mala fe” por “ninguna de las dos partes”.

El procedimiento judicial que ahora encara la fase de la vista oral se inició el pasado 11 septiembre, tres semanas después de la final de Sidney. Sólo unos días antes del inicio de la investigación y, en medio de una presión creciente, Rubiales había dimitido para defender su “inocencia”. En ese momento se encontraba ya suspendido de sus funciones cautelarmente por la FIFA y la Fiscalía había presentado contra él una querella por delitos de agresión sexual y coacciones tras escuchar a la jugadora.

Quedaba así en papel mojado el esperpéntico discurso en la sede de la RFEF en el que aseguró que no dimitiría y cargó contra “la lacra del falso feminismo”. Sus palabras fueron aplaudidas por el staff de la Federación. Entre ellos, por los subordinados que, posiblemente, le acompañarán en el banquillo. También por la actual seleccionadora femenina, Montse Tomé, que tendrá que declarar próximamente como testigo ante el juez tras una decisión de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.  

“Ansiedad e intenso estrés”

El auto de procesamiento conocido este jueves otorga credibilidad al relato de la futbolista, que en su declaración ante el juez el pasado enero dijo que el beso fue inesperado y en ningún momento consentido y que, en las horas y días posteriores, ella y algunos de sus familiares y amigos sufrieron un atosigamiento constante por parte de Rubiales y personas de su entorno. Según el magistrado, las “presiones” a las que se sometió a la jugadora crearon en ella “una situación de ansiedad e intenso estrés”.

Por contra, Rubiales defendió ese beso como “algo natural” entre dos personas que han convivido mucho tiempo y negó haber presionado a la jugadora, según extractos de su declaración publicados por El Español. “¿Cómo le voy a pedir perdón si estábamos los dos super contentos?”, dijo, durante el interrogatorio. Tras esa declaración, el juez le prohibió acercarse a menos de 200 metros de la deportista  y comunicarse con ella. Los otros tres investigados también negaron las coacciones. 

Frente a esta versión, el juez hace en su auto un pormenorizado relato de lo sucedido. Así, explica que en el momento en que Hermoso recibía el saludo protocolario, Rubiales sujetó su cabeza con ambas manos, a la altura de los oídos y “de manera sorpresiva e inesperada” le propinó un beso en los labios. Según el juez, ella ni percibió su intención ni dio su consentimiento para ello, lo que justifica su desconcierto inicial y que, en un primer momento, tratara de restarle importancia y seguir con la celebración. 

Pero el magistrado considera que conforme fueron pasando las horas, la “euforia” del triunfo fue dando paso al “malestar” y al “sentimiento de haber sido ofendida”. Ese malestar, dice el auto, fue en aumento ante las presiones de Rubiales y de su círculo próximo para que públicamente manifestase que el beso había sido consentido.

Las coacciones en Ibiza

En cuanto a las coacciones, la resolución se centra en dos hitos: lo ocurrido en el avión que trajo a la comitiva de vuelta a España y lo acontecido en los días posteriores en Ibiza, donde una decena de jugadoras —Hermoso entre ellas— disfrutaron de unos días de vacaciones pagados por la RFEF. En relación al vuelo, el auto relata que primero fue Rubiales quien “trató de conseguir” que la jugadora accediese a aparecer en un vídeo con él afirmando que el beso había sido consentido. Pero ella se negó. Así que tras pedir consejo a su equipo instó a Vilda a que hablara con el hermano de la jugadora. Siempre según el auto, éste le “advirtió de que si su hermana no accedía a participar en el vídeo, su negativa tendría consecuencias negativas para ella” y perjudicaría a su carrera. 

Hermoso no fue convocada en las dos primeras citas tras el mundial. Es un hecho sobre el que no se pronuncia el juez y sobre el que tendrá que responder próximamente la actual seleccionadora, Montse Tomé a petición del propio Vilda. El juez rechazó la petición de que compareciera, pero ha sido corregido por la instancia superior, la Sala de lo Penal, que ha considerado pertinente que comparezca para explicar si fue una decisión “impuesta por terceros, relacionada con las coacciones y ajena a criterios estrictamente profesionales o no”, según se recoge en el auto también conocido este jueves. 

El otro escenario clave para desentrañar las presuntas coacciones es el citado viaje a Ibiza. Allí se encontraban los otros dos procesados: Rubén Rivera y Albert Luque. El auto recoge la insistencia de ambos en hablar con la jugadora a través de WhatsApp, en persona e incluso utilizando a una amiga de intermediaria. Según el juez, Luque llegó a enviar un mensaje a la amiga de la jugadora expresando su enfado, acusándola de mala persona, deseándole que se encuentre muy sola en la vida y anunciándole que se alegraría de que eso sucediera.

Durante sus declaraciones, ambos negaron las coacciones. Luque reconoció que estuvo en la isla, aunque justificó que él se encontraba ya en Ibiza cuando llegaron las jugadoras. Sí admitió que allí trató de hablar con Hermoso pero para saber cómo se encontraba y que, como no lo consiguió, abordó a una de sus amigas, también citada en la causa como testigo. Rivera, por su parte, insistió en que su presencia en la isla era la de una especie de conseguidor o recadero y que estaba allí para realizar gestiones como comprar bikinis para las jugadoras o entradas para las discotecas.