Suenan dos disparos. Sin detenerse, la caravana de coches que desplaza a la delegación española encabezada por Pedro Sánchez avanza en paralelo a la valla metálica que delimita el perímetro fronterizo de Be’eri, a apenas tres kilómetros y medio de Gaza. Al llegar a la entrada de la explotación agraria situada al norte de la localidad de Néguev, y en la que Hamás asesinó el 7 de octubre a alrededor de 80 personas y secuestró a otras 30 (en total, las víctimas en esta comuna agrícola suponen el 10% de su población habitual), la comitiva desciende de los coches.
El presidente del Gobierno español y el primer ministro belga, Alexander De Croo, ambos con chalecos antibalas, saludan a los mandos del ejército israelí que les esperan para acompañarles por el museo de los horrores en que se ha convertido el kibutz (nombre en hebreo de este tipo de poblados). Y vuelven a sonar dos disparos. Los oficiales israelíes tranquilizan a las delegaciones española y belga, que empezaban a inquietarse. “Tranquilos, son disparos nuestros”, aclaran.
Sánchez y De Croo son guiados entonces por las ruinas de lo que, al menos en apariencia, fue hasta hace no mucho una pequeña urbanización tranquila y feliz. Se ven tendederos con ropa aún colgada de las pinzas, enanitos de jardín, una pequeña piscina hinchable o un correcaminos infantil de Winnie the Pooh. Y todo parece expuesto ante las viviendas unifamiliares arrasadas como llamada de atención al visitante y como demostración de que, una vez aquí, hubo vida antes de que la segase Hamás.
Una de esas viviendas era la de Vivian Silver, pacifista israelí de origen canadiense y enfrentada al Gobierno de Benjamin Netanyahu. Cuentan sus amigos que se dedicaba a ayudar a vecinos de Gaza con problemas de salud. Hamás también la asesinó el 7 de octubre. “Todo eso ha sido quebrado y ya lo único que podemos ver aquí son las consecuencias de ese dolor absolutamente injustificable”, dijo Pedro Sánchez tras recorrer la hilera de casas destruidas y quemadas y tras conocer la historia de Vivian.
Como a las delegaciones española y belga, el Gobierno israelí lleva semanas organizando visitas guiadas al kibutz a cualquier actor internacional que pisa el país. La intencionalidad parece evidente: que quien se convierta en testigo de las atrocidades de Hamás pueda llegar a justificar lo que pasa a ojos del mundo entero en Gaza.
Algo parecido intentó este jueves Benjamin Netanyahu con Sánchez y Le Croo, a los que expuso un vídeo de 20 minutos de duración al comienzo de su reunión. La proyección incluía imágenes muy explícitas de la violencia extrema perpetrada por Hamás durante sus ataques terroristas de octubre. Fuentes del entorno del presidente del Gobierno admiten que a Sánchez le impactaron las imágenes y que salió afectado del encuentro.
“Son los nuevos nazis”, llegó a referirse Netanyahu durante la reunión. “Hamás es un enemigo cruel e inhumano que quiere eliminar al Estado judío. La paz, solo con los palestinos que quieran la paz”, declaró. La delegación española salió este jueves de Jerusalén con el convencimiento de que el primer ministro israelí está lejos de abandonar la retórica y las acciones de una larga guerra.
A las puertas de un alto el fuego, esta semana Human Rights Watch ofreció una cifra clarividente: desde el siete de octubre Israel ha matado a un niño palestino cada diez minutos. Los muertos en Gaza ascienden a más 10.000, la inmensa mayoría población civil y casi la mitad de ellos menores de edad, según las organizaciones de derechos humanos. Y los cadáveres amontonados en hospitales y el aislamiento a los supervivientes, con graves problemas ya de suministros básicos, elevan la acción de Israel a la categoría de masacre.
En ese contexto, Pedro Sánchez fue ante Netanyahu mucho más explícito que casi cualquier mandatario europeo hasta la fecha a la hora de rechazar sin matices la respuesta de Israel a los ataques de Hamás. “El mundo entero está impresionado por las imágenes que vemos a diario de Gaza. El número de palestinos muertos es realmente insoportable”, declaró.
Sánchez exigió distinguir “claramente entre objetivos militares y la protección de los civiles”. Y le recordó a Israel que, como cualquier país del mundo, está obligado a cumplir con el derecho internacional. “Tienen derecho a defenderse pero esa respuesta debe respetar la ley internacional. Y debemos de manera urgente parar la catástrofe humanitaria”, reclamó tras expresar la solidaridad de España con los ataques de Hamás, que calificó como “terribles”.
Como presidente rotatorio del Consejo de la Unión Europea, Pedro Sánchez insistió ante los máximos mandatarios israelíes en la necesidad de avanzar hacia un reconocimiento del Estado palestino que haga por fin posible la convivencia de los dos países históricamente enfrentados. “Debemos empezar a trabajar desde ya para la solución de los dos Estados y así traer una perspectiva seria de paz y parar este ciclo interminable de violencia”, pidió. Ese reconocimiento entra dentro de los planes a medio plazo de la diplomacia española, si bien fuentes gubernamentales apelan a la importancia de que sea un paso “efectivo” y de la mano de otros socios europeos.
Tras entrevistarse a primera hora con el presidente israelí, Isaac Herzog, y con el propio Netanyahu, la caravana de Pedro Sánchez se cruzó un país repleto de sus banderas nacionales con la estrella de David y de carteles con los rostros de los rehenes secuestrados. El presidente hizo parada en Ramala para verse también con Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina a la que Sánchez encomienda la labor de volver a controlar Gaza en detrimento de Hamás. Abbas agradeció el impulso español al reconocimiento del Estado palestino y expresó su satisfacción por la liberación de rehenes y por el alto el fuego que arranca este viernes.
Precisamente, este mismo viernes Pedro Sánchez tiene previsto visitar el paso fronterizo de Raffah entre Gaza y Egipto por el que, a las cuatro de la tarde, deben pasar los ciudadanos israelíes que se ha comprometido a liberar Hamás. Del total de secuestrados, al menos una treintena son vecinos del kibutz de Be’eri. En uno de sus jardines también llama la atención una pelota pintada. “Welcome! Home, sweet home”, se lee sobre ella. Detrás, una casa destrozada por el odio fanático de Hamás justo a tres kilómetros y medio de la zona cero de la muerte impuesta en venganza por Israel.