Crónica

Sánchez asume los cambios de Gobierno impuestos por Iglesias para reducir la tensión interna de la coalición

15 de marzo de 2021 21:30 h

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Y llegó el idus de marzo, el del 15, el dedicado al dios de la guerra Marte, el mes de Martius para los romanos. Esas jornadas de buenas noticias hasta que Julio César fue asesinado, a pesar de ser advertido del peligro que le acechaba. Lo ignoró y aquel 15 de marzo se tiñó de sangre. Luego Shakespeare al recrear la conspiración que acabó con el asesinato del mandatario, acuñó la frase: “¡Cuídate de los idus de marzo!”

Isabel Díaz Ayuso podría ser el Julio César del siglo XXI. El PP le ha advertido en varias ocasiones del peligro de adelantar elecciones y no ha hecho caso. O lo puede ser Pablo Iglesias. O Pedro Sánchez. O, con más boletos en la rifa que nadie, Inés Arrimadas. Es pronto para aventurar el final de esta guerra de todos contra todos porque los idus de marzo aún no han acabado y porque a la política española le falta energía y le sobra fanatismo. Todo es tacticismo y todo salta por los aires en más ocasiones de las necesarias en tiempos de pandemia. ¿Pandemia? Ya no es la primera, ni la segunda, ni la tercera pantalla. Primero fue Murcia, después Madrid y ahora España. El “terremoto murciano” y el “canibalismo político” (como ha dicho José Luis Ábalos) han convertido todo en sobresalto, inestabilidad y espectáculo.

Cuando el viernes creíamos tener todas las respuestas sobre el alcance de la operación de transfuguismo con la que el PP frenó la moción de censura de naranjas y socialistas en Murcia y el domingo supimos por el TSJM que el 4 de mayo los madrileños irían a las urnas, el lunes desayunamos con un nuevo giro de guión. Esta vez de Pablo Iglesias. El líder de Unidas Podemos anunciaba en redes sociales su salida del Gobierno de Pedro Sánchez. No para irse a casa, sino para disputar la presidencia de la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso. ¡¡¡¡¡Bombazo!!!!! 

El último golpe de audacia

El movimiento desvelaba varias cuestiones. Una, el riesgo cierto de la desaparición de Unidas Podemos que habían pronosticado los sondeos si no había por parte de los 'morados' un golpe de efecto. Dos, la voluntad de Iglesias de marcar la senda por la que debe transitar el relevo de su liderazgo, al imponer a Yolanda Díaz como vicepresidenta segunda del Gobierno y próxima candidata de la formación a las generales. Tres, que el secretario general de Podemos es mejor estratega que vicepresidente. Y, cuarto, se certifica con todo ello que que la política no es un arte ni una ciencia, sino el último golpe de audacia para confundir al contrario con mil trucos y añagazas. 

Iglesias trata de resolver de este modo, no solo su porvenir político, sino que traza una solución al futuro liderazgo de su partido y añade tensión a las elecciones que Isabel Díaz Ayuso ha convocado a modo de plebiscito. “En política hay que tener valentía para dar las batallas que hay que dar”, señaló tras asegurar que “el bipartidismo no va a volver, pero la democracia está amenazada por una nueva derecha trumpista, bien situada en el Estado profundo e impulsada por enormes poderes económicos y mediáticos”.

En unas elecciones que el vicepresidente cree decisivas, “hay otro deber político y ético que nos impone la historia a todos los que somos madrileños y de izquierdas”, que es la unidad de la izquierda. De ahí que que haya ofrecido a Más Madrid concurrir en una única lista, lo que obligaría a un reencuentro con su ex número dos, Iñigo Errejón. Veremos… “Soy consciente de que no va a ser fácil, de que hay muchas cicatrices, pero lo que nos estamos jugando, la democracia, la sanidad, la educación de nuestros hijos, es lo suficientemente importante como para que seamos capaces de estar a la altura y de intentar esa unidad que nos está pidiendo toda la gente de izquierdas”, afirmó el todavía vicepresidente segundo. De la decisión de Iglesias no estaban enterados más que un reducidísimo grupo de los “morados” que ya desde el miércoles pasado, cuando Ayuso anunció elecciones anticipadas, empezaron a tramar la jugada que, sin duda, tendrá profundas consecuencias en la política madrileña pero también en la española.

Iglesias se la juega al todo o nada. De un lado magnifica a Díaz Ayuso y polariza aún más una campaña, en la que Unidas Podemos y su presencia en el Gobierno de España era la bestia negra de la derecha y la ultraderecha españolas. “Los españoles me deben una. Hemos sacado a Pablo Iglesias de La Moncloa”, afirmó una crecida presidenta madrileña, cuyo equipo se regodea de que vicepresidente del Gobierno de España baje a la arena madrileña para medirse con ella. 

Si acierta con la treta para una izquierda madrileña desmotivada y fragmentada, el líder de los morados se anotará el tanto de haber recuperado un territorio que lleva 25 años en manos de la derecha. Si yerra, no sólo habrá salido del Gobierno de España, sino que quedará por completo fuera de la política institucional. La duda es si ello le retirará definitivamente del universo político o se dedicaría desde fuera a hacer oposición y a preparar la salida definitiva de los morados de La Moncloa, lo que precipitaría un adelanto también de las generales. Este es un escenario que no descartan en el PSOE y tampoco en algunas fuentes gubernamentales, que creen que la salida del líder de Podemos servirá para “ganar institucionalidad y reducir bronca”, si bien no descartan que si se pierde “el órdago madrileño” Iglesias haga oposición desde fuera.

Sea como fuera, nadie sabía de su jugada. Ni siquiera Pedro Sánchez que a las 9.30 de la mañana del lunes antes de tomar el avión rumbo a Francia para homenajear, junto a Macron, a Azaña en una simbólica cumbre en Montauban, no tenía información sobre lo que tramaba su vicepresidente segundo, quien le informaría unos minutos antes de hacer pública su decisión a través de las redes sociales. Tampoco estaban al tanto siquiera los ministros de Podemos. La noticia sobresaltó a propios y a extraños, y en el PSOE cayó como un jarro de agua fría. No por la estima que profesan a sus socios de gobierno, sino por su afición al órdago a lo grande, además de por no haber informado previamente de ello. 

“Nada está cerrado hasta que lo diga el BOE”

Tampoco gustaron las formas en las que Iglesias puso a Sánchez ante un plato de lentejas, que estaba obligado a comerse. Yolanda Díaz, como vicepresidenta segunda e Ione Belarra, como ministra de la Agenda 2030. La una por delante en el orden de protocolo de Nadia Calviño, su principal enemiga dentro del Gobierno. La otra, la que más ha confrontado con todos los ministros socialistas del Ejecutivo. Con Calvo, con Robles, con Ábalos, con Escrivá, con Montero, con Calviño. No hay un ministro que haya escapado de la crítica de la hasta ahora secretaria de Estado y sus afilados tuits. De ahí que haya más recelos con su probable nombramiento que con el de Díaz. Aún así, el presidente del Gobierno cree, aseguran desde La Moncloa, que aceptar la propuesta de Iglesias reducirá la tensión interna de la coalición. Otros dicen que la designación de Díaz como vicepresidenta segunda añadirá leña al fuego en la batalla abierta entre su Ministerio y el área económica del Gobierno que encabeza Nadia Calviño. En todo caso, avisan: “Nada está cerrado hasta que lo diga el BOE. A día de hoy será, pero el presidente tendrá que volver de Francia, sentarse, pensar, decidir y ejecutar”.

Lo previsible es que Pedro Sánchez, según sus colaboradores, “no quiera remover más el tablero ni provocar más inestabilidad de la que ya tenemos” y acepte sin más la propuesta telefónica que le hizo su vicepresidente. Sea de un modo u otro, hasta mayo, en todo caso la política entrará en pause. Y, en función de los resultado de Madrid, se verá “si conviene una crisis de gobierno de mayor alcance, una ruptura de la coalición o unas anticipadas”, añaden los mismos interlocutores. 

Lo que nadie niega es  que además de zarandear el tablero madrileño, Iglesias ha removido también el del Ejecutivo y a la vez el destino de su propia formación. Todo en una mañana de lunes, por cierto, donde la atención informativa estaba en Ciudadanos, ese partido que decidió suicidarse hace ya tiempo de la mano de Albert Rivera y que ahora, de la de Inés Arrimadas, prepara las exequias de la formación después de que el PP haya decidido extirparle los hígados. 

¿Y mañana? Mañana, se verá. Todo es posible en esta enloquecida política.