En Vilna se mira a Kiev. Pero, por el retrovisor, también a Madrid. La cumbre de la OTAN que se celebra en Lituania hereda los acuerdos alcanzados hace un año en España, donde se forjó un concepto estratégico para una década. Así lo reconocen las conclusiones aprobadas este martes, en las que se menciona hasta seis veces la cumbre celebrada en la capital de España.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha llegado este martes de Vilna después de un duro cara a cara con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien embarró el debate hasta tal punto que no existió tal debate. Sánchez sufrió más de lo esperado, y no pudo imponerse en la cita que los socialistas veían como el inicio de la remontada a un oponente que comparecía como rival supuestamente más débil en ese formato. “¿Habéis dormido?”, preguntaba Sánchez a los periodistas a su llegada al recinto de la cumbre: “Habéis seguido el debate y, claro, luego habéis empalmado. Como yo, claro”.
Sánchez bromeaba a su llegada a Vilna, a pesar de las pocas horas de sueño –el huso horario ha jugado en su contra, además de los 3.500 kilómetros de distancia con Madrid–, en medio de un gran contraste: las buenas noticias y el reconocimiento que le brinda el escenario internacional, donde encuentra una paz que no ha tenido en España durante toda la legislatura que no le ha dado descanso tras cuestionar desde el primer minuto la legitimidad del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos.
La cumbre de la OTAN de Madrid, de la que se ha vuelto a hablar en Lituania, pasará a la historia por suponer un hito en el reforzamiento una organización militar comandada por Estados Unidos –en detrimento de la autonomía estratégica europea–. El éxito de la cita que reconocen los países de la organización atlántica contrasta con la lectura que todavía anoche hacía el líder del PP en el plató de Atresmedia, donde utilizó la cumbre de Madrid para atacar a la coalición con el argumento de que solo participó “medio gobierno” en una cumbre a la que sólo acuden tradicionalmente –como ha vuelto a evidenciarse en Vilna– los responsables de Defensa y Exteriores. Es la lectura casera que hacen los populares sobre la actividad internacional no sólo de Sánchez, del Gobierno en su conjunto.
Todo vale contra el sanchismo. Y más en campaña. El Gobierno español ha conseguido que la Unión Europea aplique un mecanismo similar a los ERTE (el SURE) para los 27; ha sido de los países que empujaron para un fondo de recuperación millonario con deuda comunitaria, cosa que se consiguió; está impulsando la ley rider europea; sus políticas de igualdad son aplaudidas por el Ejecutivo comunitario; ha logrado que se reconozca la excepción ibérica para rebajar la factura del gas y, también, que haya un tope al gas y se ponga en marcha la reforma del mercado eléctrico en la Unión Europea.
Y, además, ha sido el primer país en recibir los fondos de recuperación y a cuenta de reformas que, por primera vez en España, han supuesto recuperar derechos en lugar de perderlos: la reforma laboral y la reforma de las pensiones. De los alrededor de 160.000 millones adjudicados a España –unos 70.000 en subvenciones y el resto en préstamos blandos–, más de 20.000 millones dependían de las reformas laboral y de las pensiones.
Mientras eso ha ido ocurriendo fuera de las fronteras, mientras la Comisión Europea ha ido avalando todas las reformas españolas, el PP y Vox las han ido votando en contra en España, y eso a pesar de que la presidenta del Ejecutivo comunitario es una líder del PP europeo.
Y no sólo eso: hasta tal punto es el divorcio entre el PP de Feijóo y la Comisión Europea que han movilizado al PP europeo para alinearse con las políticas andaluzas contra Doñana y contra el pacto verde europeo para abrir otro frente contra el Gobierno español. Eso sí, en uno de los conflictos centrales de la legislatura, la negativa de la derecha política, mediática y judicial a renovar el Poder Judicial, que lleva cuatro años caducado, Bruselas se ha alineado con el Gobierno y no con el PP: ha dicho en numerosas ocasiones que primero hay que renovar y luego hay que reformar el sistema de elección.
Mientras la extrema derecha y la derecha tradicional han acusado al Gobierno de “gobernar con asesinos” y “soltar violadores”, el presidente del Gobierno se ha reunido con el presidente de EEUU, Joe Biden, en la Casa Blanca; y con el presidente chino, Xi Jinping; para hablar, entre otras cosas, de la guerra de Ucrania.
A 3.500 kilómetros del barro ibérico y lejos del ruido de un debate que no resultó como los socialistas (y algunos de sus socios) esperaban, Sánchez vuelve a encontrar en una cita internacional –esta vez es Vilna, en la cumbre de la OTAN– la paz que suele negársele en la política deoméstica y que ya solo puede ir a peor en la recta final de la campaña, con las derechas intensificando su campaña de acoso y derribo (en las últimas horas usando como arma arrojadiza el terrorismo y el asesinato de Miguel Ángel Blanco) a diez días de unas elecciones que se le presentan muy cuesta arriba a la izquierda.