Todo lo que creíamos saber sobre los zombies lo confirma un personaje como Susana Díaz. Son muertos vivientes, pero se mueven como si estuvieran vivos. Son fríos y no tienen vida, pero atemorizan y hasta rompen cráneos. Son rápidos. Tanto que, a veces, dispararles una vez en la cabeza no es suficiente para matarlos. Ya con dos, la cosa cambia, pero tampoco es segura su desaparición. ¿Tres? Quizá. La ex todopoderosa lideresa del socialismo andaluz ya es pasado, pero ella se atrinchera en la secretaría general.
Susana Díaz ya había muerto dos veces, pero seguía de algún modo viva. El primer disparo lo recibió de la militancia socialista en 2017, cuando la entonces “todopoderosa” presidenta de Andalucía y secretaria general de los socialistas andaluces se embarcó en unas primarias frente a Pedro Sánchez de las que salió KO, pese a una impúdica exhibición de todo el poder orgánico del partido. El segundo se lo propinaron los andaluces, en 2018, cuando en las elecciones autonómicas, pese a quedar como primera fuerza, perdió 400.000 votos y el 30 por ciento de los apoyos electorales y, después, gracias a un acuerdo de las tres derechas la Junta de Andalucía.
Este domingo ha recibido una tercera y clamorosa descarga al salir derrotada frente al alcalde de Sevilla y favorito de Ferraz, Juan Espadas, en las primarias donde estaba en juego el próximo cartel electoral del PSOE en Andalucía. “Este muerto sigue muerto”, decía un socialista que lleva meses advirtiendo que con Díaz al frente del liderazgo el socialismo andaluz se desangra frente al PP de Juan Manuel Moreno Bonilla, como demuestran encuestas de diferentes procedencias. “Seguirá viva”, disiente uno de los pocos incondicionales de la “zombie” Díaz, que anuncia que da un paso al lado en favor de Sánchez, pero se resiste al repliegue, ya que no dimite de su responsabilidad orgánica.
A saber. Sánchez, por el momento, recupera oxígeno y renueva su liderazgo interno tras cobrarse la cabeza electoral de Susana Díaz. La victoria de Espadas –con más del 55% de los votos– no es poca cosa para el presidente del Gobierno. Es todo un alivio, un triunfo holgado frente a su más furibunda crítica desde que en 2014 ganó por primera vez la secretaría general del PSOE. Pero no es tan épica ni tan trascendente como la de mayo de 2017 cuando, contra todo pronóstico, los militantes dijeron “no” a la vieja guardia, “no” a los barones, “no” a Susana Díaz y “no” al PSOE tal y como se conocía hasta entonces.
Hoy, Sánchez es presidente del Gobierno de España y Susana Díaz, jefa de la oposición en Andalucía, si bien este enésimo pulso llegaba en un momento crítico para el presidente porque acusa un notable desgaste por los indultos a los líderes del procés y por el hundimiento del socialismo madrileño en las elecciones del pasado 4 de mayo. El resultado del duelo deja a Sánchez el camino expedito para un congreso federal en octubre que no augura sorpresas ni sobresaltos, pero en el que Díaz seguirá como secretaria general de los socialistas andaluces, dispuesta a dar batalla tras el duro varapalo de este domingo, y a pesar de que ya hay quien apela a la generosidad para que entierre de una vez por todas “la arrogancia que la ha llevado a ser ya una caricatura de sí misma”. Sea como fuere, el socialismo andaluz arranca hoy un nuevo ciclo político, tras apostar claramente por el “cambio y revulsivo” que representaba Espadas y pedían Sánchez y la dirección federal desde que el PSOE perdió la Junta de Andalucía, al tiempo que acaba con las esperanzas de Díaz de volver San Telmo. Por su parte, el líder del PSOE refuerza aún más su poder como secretario general.
Hasta que el PSOE andaluz no celebre su cónclave regional en diciembre, el poder orgánico seguirá en manos de la derrotada de este domingo, de tal modo que Espadas no tendrá las riendas de la estrategia política y tampoco de la parlamentaria porque no es diputado. Díaz se echa a un lado, tras el revés de la militancia que le ha vuelto a dar la espalda, pero no presenta su dimisión como lideresa del socialismo andaluz, aunque anuncia que no se presentará a la reelección. “Dará batalla y pondrá todas las piedras que pueda en el camino de Espadas y por extensión de Sánchez”, pronostica un damnificado del “régimen susanista”. La diferencia es que esta vez no encontrará un solo barón socialista que apoye ninguna operación crítica ni de cuestionamiento del liderazgo de Sánchez, que hoy sale aún más reforzado.
En Ferraz decidieron anticipar las primarias andaluzas para salir del shock del 4M tras la experiencia del anticipo electoral en Madrid que sorprendió al PSOE sin candidato. Y en Andalucía no podía pasar lo mismo que había ocurrido con Ángel Gabilondo. Por eso se activó precipitadamente, y contra el criterio de la dirección regional, la batalla por el relevo, ya que desde Madrid se le había enseñado a Díaz la puerta de salida en varias ocasiones sin que ella se diera por aludida ni aceptase ninguna de las salidas que se le ofrecieron. “Una arrogancia y un empecinamiento”, que, barrunta un socialista andaluz, seguirá manteniendo para no replegarse y dar batalla en el cónclave regional, una señal de que sigue sin saber leer los mensajes que desde hace años le han dado la militancia socialista y también los electores.
La batalla por Andalucía trascendía el pasado de enfrentamientos internos y marcaba un punto de inflexión para el futuro del socialismo andaluz. Con el PP de Juanma Moreno al alza en las encuestas como primera fuerza, Sánchez no se podía permitir el lujo de ceder el bastión socialista por excelencia. No solo en el terreno de las autonómicas, a las que ya se mira de reojo, sino también con la vista puesta en las generales, ya que Andalucía es la región que más escaños reparte en el Congreso de los Diputados, un total de 61 en las últimas elecciones. De ellos, el PSOE obtuvo 25 en 2019 mientras que el PP logró solo 15. Tras el cambio de ciclo en Madrid, Sánchez quiere seguir manteniendo el pulso del socialismo andaluz como pulmón de oxígeno para una futura victoria en las urnas en 2023. Y, de momento, lo ha conseguido.
Susana Díaz empieza ya a ser historia, y no precisamente de la mejor que ha dado el socialismo. ¡Cuánto ciego hubo en otros tiempos en los que tantos vieron en ella lo que nunca tuvo! Ni talla ni volumen.