Nadie ha visto tantas veces tan de cerca su propia muerte (política) como Pedro Sánchez. Y nadie ha demostrado más capacidad para levantarse de sus cenizas y remontar el vuelo. Esta semana ha vuelto a hacerlo. Tras una derrota histórica en Andalucía, tradicional granero de votos del socialismo; una gestión más que cuestionable ante la muerte de una treintena de personas en la valla de Melilla; una inflación por encima de los dos dígitos; un desgaste notable en los sondeos y la enésima crisis con sus socios de coalición –esta vez a cuenta de un aumento del gasto en Defensa comprometido con la Alianza Atlántica–, el presidente del Gobierno pone rumbo a un otoño que se presenta negro, tras el espejismo del consumo en verano. La prolongación de la guerra en Ucrania puede agudizar el alza de precios y dañar todavía más el crecimiento previsto.
Pero si alguien cree en Pedro Sánchez ese es Pedro Sánchez. Y con la efervescencia que ha supuesto el éxito del debate sobre el estado de la nación, en La Moncloa no descartan contar incluso con los apoyos necesarios para aprobar los últimos Presupuestos del mandato, un escenario que hace unas semanas nadie se atrevía ni a plantear. “Al presidente se le ha puesto cara de cumbre de la OTAN”, ironizan en su equipo, en alusión al descollante papel que el jefe de Gobierno desempeñó en la escena internacional y que fue ampliamente elogiado por hasta por el mismísimo Joe Biden.
El clima abúlico en el que estaban instalados los socialistas ha tornado de repente a la esperanza y, contra el mantra instalado por la derecha sobre un inminente cambio de ciclo, ellos creen que nada está perdido y que, pese a los sondeos, hay margen para ganar las elecciones. Sánchez sale a por todas y quiere al Gobierno y al PSOE a pleno pulmón.
La próxima semana no habrá reunión de la dirección federal del partido por incompatibilidad de la agenda presidencial, pero en Ferraz están preparados para la convocatoria del Comité Federal en la primera semana de septiembre. Será allí donde el máximo órgano del partido entre congresos escuche del presidente las coordenadas con las que afrontar las elecciones municipales de mayo de 2023, que es la cita que históricamente anticipa el resultado de las generales que le suceden. Sánchez no quiere una organización apática ni deprimida al estilo de la que afrontó la campaña de las elecciones andaluzas.
Fue después de aquella derrota sin paliativos cuando al presidente se le escuchó en Ferraz la amonestación más severa que se recuerda ante la dirección federal y también cuando se empezó a especular con la posibilidad de que hiciese algunos ajustes para acabar con las guerras internas que se libran en el partido y también entre la dirección y el Grupo Parlamentario, que tienen siempre como protagonista a la vicesecretaria general, Adriana Lastra. Esta es una batalla que quiere dejar resuelta cuanto antes y nadie descarta que lo pueda hacer antes de agosto, si bien el presidente mantiene el hermetismo.
El debate sobre el estado de la nación le ha servido, en todo caso, para rearmarse en un marco social complejo, en el que los ciudadanos demandan soluciones urgentes para contener el alza de los precios y, sobre todo, para reparar la pérdida del poder adquisitivo. Con los mensajes de empatía hacia la clase media trabajadora, la claridad del discurso, las medidas de protección social anunciadas en el Congreso y el nítido giro a la izquierda, el presidente busca que no haya la más mínima duda sobre la sensibilidad del Gobierno con los que más padecen los efectos de la crisis. Y, de paso, responder a su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que había declarado días antes de la cita parlamentaria por excelencia que el Ejecutivo carecía de alma.
“¿Alma? 'Alma, corazón y vida'”, como en la canción, es la respuesta que desde el entorno presidencial dan a la impulsora de la plataforma Sumar, que conoció las medidas anunciadas por el presidente a la vez que todos los españoles. “Alma porque hay capacidad para sentir y pensar, corazón porque las medidas aprobadas demuestran que nos hacemos cargo del estado de ánimo de la gente y mucha vida por delante”, asegura con sorna un ministro socialista.
En La Moncloa se felicitan no solo por haber dado profundidad a la legislatura con el anuncio de los impuestos extraordinarios para 2023 y 2024 a las energéticas y los bancos, sino también por haber roto el marco del adelanto electoral con el que coqueteaba la derecha y replican machaconamente sus terminales mediáticas.
Incluso en algunos sectores del PP, que ha desaprovechado esta semana la ocasión de consolidar la ventaja que le atribuyen las encuestas, admiten que Sánchez ha recuperado la iniciativa política e incluso que ha logrado cohesionar la coalición de gobierno, si bien se aferran a la gravedad de la crisis económica para que Sánchez salga de La Moncloa.
La entusiasta respuesta de Unidas Podemos a las medidas anunciadas por el presidente han dado, sin duda, apariencia de estabilidad al Gobierno, más allá de la estéril reclamación sobre la paternidad de las mismas y de que los morados las puedan usar electoralmente para demostrar la utilidad de su presencia en el gabinete.
Sánchez ha conseguido, además, amalgamar al bloque de la investidura, aunque con distintos grados de adhesión. Y la mejor prueba de ello fueron las votaciones sobre las propuestas de resolución que siguieron al debate sobre el estado de la nación y el apoyo con el que salieron las leyes de Memoria Democrática –siete partidos votaron a favor–, la reforma del Poder Judicial que busca acabar con el bloqueo del PP a la renovación de los órganos constitucionales y el segundo paquete de medidas anticrisis. Las alianzas pueden ser frágiles o inestables, pero hasta ahora el PSOE no ha perdido una sola votación en la Cámara Baja.
Una inflación que no da tregua
Lo que pase a partir de septiembre está por ver porque, pese a los buenos datos de empleo, la incertidumbre económica es un hecho y España, pero también toda Europa, se prepara para una contención del consumo, un drástico plan de ahorro energético en invierno y un dato de la inflación que no parece que vaya a dar tregua. Todo ello ya ha hecho que Bruselas reduzca las previsiones de crecimiento para el último tramo de la legislatura. Sánchez tendrá que lidiar con todo ello, pese a que en el PSOE sostienen que “hay tiempo” para remontar y que para las generales aún falta mucho. Tanto que el presidente se va a hartar de escuchar a sus aliados parlamentarios que no gobierne sin escucharles, que hacen falta cambios estructurales además de medidas coyunturales y que ni su paciencia ni su entente con el Gobierno son infinitas. “Si el giro a la izquierda no es una pose coyuntural, que lo demuestre, además de con reformas estructurales y con contenido netamente social en los Presupuestos Generales para 2023”, reclaman desde la izquierda parlamentaria.
De momento, en el área económica del gobierno trabajan con que la inflación no dará tregua por la prolongación de la guerra en Ucrania, pero también con unas previsiones de la Comisión Europea que anuncian un crecimiento del 4%, por encima de la media europea, de la zona euro y de las grandes economías de nuestro entorno. Y será con este escenario con el que se diseñen las cuentas públicas para 2023 y para las que en el PSOE hace unos días había dudas sobre si tendrían los apoyos parlamentarios necesarios para ser aprobadas. Ahora, no lo descartan en absoluto. “En plazas peores ha toreado Sánchez”, recuerdan quienes apelan a su inmensa capacidad de resiliencia y en advertencia a quienes le dan por muerto una vez más .
P.D. El PSOE siempre fue un partido con una facilidad pasmosa para pasar de la depresión a la euforia. Y esta semana ha vuelto a pasar. Lo que les dure, ya se verá.