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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Crónica

Sánchez zarandea a Feijóo y siembra dudas sobre su solvencia

6 de septiembre de 2022 21:45 h

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Hay días que en el Senado pasan cosas. Este martes fue uno de ellos. La Cámara Alta no está acostumbrada al barullo. Senadores por aquí, asesores por allá. “Plumillas” y cámaras por todos lados y un cuerpo a cuerpo entre primeros espadas. La culpa fue de Feijóo. Retó a Sánchez a un cara a cara sobre la crisis económica en el comienzo de este curso político, y el presidente aceptó. La próxima vez se lo pensará mejor. Porque todo acabó en un colosal zarandeo del presidente a su principal rival. Por la contundencia de sus palabras, por las dudas que sembró sobre su solvencia y mala fe y por el abuso, también hay que decirlo, que hizo del reglamento. Quien está en el poder no tiene límite de tiempo en sus intervenciones. Quien aspira a tenerlo, lo tiene tasado. Y así se escucharon réplicas de hasta 45 minutos a intervenciones de sólo 15. Nada, por otra parte, que no hiciera el propio Feijóo cuando era presidente de la Xunta y debatía con sus oponentes. 

Y como experiencia parlamentaria no le falta, antes incluso de entrar en la plaza de la Marina Española, el líder del PP ya había hecho saber a los suyos que no aspiraba a ganar, sino a empatar, que es tanto como darse por vencido antes del partido. Lo que no sabía es que, además de no imponerse al jefe de Gobierno, iba a recibir una retahíla de mandobles. Y es que si en su primera intervención el presidente Sánchez subió a la tribuna para hilvanar un discurso en tono presidencial, medido, contenido y dirigido a los ciudadanos para hacerles saber que vienen tiempos de incertidumbre económica en los que habrá que estar preparados “para lo peor”, en la segunda se despojó del corsé institucional y entró sin freno, directo a la yugular. El objetivo no era otro que desenmascarar a un Feijóo que lidera todos los sondeos. Queda así inaugurada una larga campaña electoral de 16 meses hasta que se celebren las próximas generales .

El presidente dio pistas de cuál será en adelante su estrategia: aprobar todas las medidas sociales que sean necesarias durante el tiempo que sea necesario para proteger a las clases medias y trabajadoras frente a la crisis; poner al PP frente al espejo de su propia realidad –que es, en su opinión, la de un líder que no es lo que parecía ser–  y refutar cada dato falso o inexacto. Antes, despejó cualquier duda sobre el catastrofismo que alienta la derecha ante la crisis energética: “No va a haber ni apagones de electricidad, ni racionamiento de bombonas de butano, ni escenas apocalípticas que alientan desde la bancada de la derecha y la ultraderecha”, aseguró.

Decía Camba que el peor defecto del Parlamento es la retórica porque allí se habla mucho para no decir nada. No fue esta vez el caso de Sánchez, que este martes dijo y dijo mucho. Sobre la crisis energética, sobre el aumento de los precios, sobre la guerra, sobre las eléctricas, sobre la banca y sobre Feijóo. Sobre todo de Feijóo, al que acusó de jugar con el miedo de la población y ofrecer una visión apocalíptica de la situación económica y de creer, como las energéticas y las entidades financieras, que España le pertenece y que no prevalece la voluntad popular.

La cita parlamentaria, convocada inicialmente para debatir sobre la crisis energética y sus consecuencias, viró en una sacudida constante al líder de la oposición. El presidente aprovechó para desmontar su relato, hablar de sus errores, despreciar sus propuestas y confrontar sus datos. Y entre una cuestión y otra, reiterar hasta en una docena de ocasiones con la misma pregunta: “¿Esto es insolvencia o es mala fe?

 Sánchez desmenuzó una a una las posiciones de Feijóo en un claro intento de acabar con su imagen de moderación y solvencia, pese a sus  cuatro mayorías absolutas en Galicia, y presentarlo ante la Cámara y la opinión pública como un político en absoluto preparado para asumir la presidencia del Gobierno. Y lo hizo, implacable, del siguiente modo: 

“En marzo, dijo que el Gobierno de España se estaba forrando, cuando el grueso de los ingresos de esos impuestos iban a las Comunidades autónomas. ¿Eso es insolvencia o es mala fe? En abril propuso una deducción para inversiones que ya se había aprobado. ¿Insolvencia o mala fe? También dijo que en Galicia en lo rural no se pagan impuestos. Es falso, es una falta de respeto y demuestra que su conocimiento en impuestos es justito. ¿Esto es insolvencia o mala fe? Además, ha dicho que el Gobierno no puede subir las pensiones por la regla de gasto cuando las pensiones no entran en la regla de gasto. ¿Insolvencia o mala fe? Dice que el Gobierno cambia votos por cheques y en la misma entrevista propone cheques para los jóvenes. Pide aumentar la gratuidad de los libros de texto y la primera medida que tomó en Galicia es suprimir  las ayudas a los libros de texto. Me permito recomendarle que se rodee de buenos asesores”

Aún diría más cuando igualó al líder del PP con los intereses de las energéticas y los bancos y acusó a la derecha de intentar boicotear en Europa la excepción ibérica que, según afirmó, ya ha permitido a empresas y familias ahorrar 2.000 millones de euros en la factura eléctrica. “Señor Feijóo, usted va a fracasar como fracasó el señor Casado. Puede que usted actúe con insolvencia o mala fe, pero usted no olvida quién le puso, que fueron las grandes corporaciones energéticas”, zanjó un Sánchez cada vez más inclemente mientras su adversario se arrugaba por momentos en su escaño.

El debut parlamentario de quien fuera presidente de los gallegos durante casi tres lustros apenas le sirvió para encadenar unos cuantos mantras contra el Gobierno y defenderse de algunos de los ataques que le había proferido Sánchez: “Decir que a mí me han puesto las empresas es un insulto a la democracia española y a los militantes y simpatizantes del PP. Me llama usted insolvente. He leído los currículums de algunos ministros. Me ha llevado algunos segundos hacerlo. Y he visto que usted, antes de ser presidente, fue concejal de la oposición en Madrid. ¡Menuda experiencia!”. 

Por lo demás, nada nuevo bajo el sol patrio: que si Sánchez puede contar con su apoyo para completar el mandato siempre y cuando rompa con Unidas Podemos, ERC y Bildu; que España “no merece un gobierno volátil, sobredimensionado y sometido”; que si “los volantazos”; que si la “improvisación”... Y todo, tras presentarse como víctima de una campaña de insultos por parte del Gobierno, que le tachan de  “ignorante”, “catastrofista” o “trumpista”, pedir a Sánchez que deje de gobernar con “prejuicios” ideológicos y presente con urgencia un nuevo modelo energético y decir que el “no es no” es el “único principio inmutable” en la trayectoria política del presidente. Eso fue todo.

¿Debate o campaña electoral?