Sáenz de Santamaría y Cospedal: una década de guerra por el poder en el PP y fuera de la política en cinco meses
Hace solo medio año eran dos de las mujeres con más poder en España. Tenían hilo directo con el presidente, Mariano Rajoy -que, fiel a su estilo, trató de equilibrar las fuerzas dando a una la vicepresidencia en el Gobierno y a la otra, la secretaría general y el mando en el día a día del PP-, influyeron en decisiones trascendentales para el país y también protagonizaron una guerra soterrada por la sucesión.
El hiperliderazgo de Rajoy y la estructura piramidal del PP que reserva todas las decisiones importantes a su líder sin apenas contrapesos internos evitó que los choques entre ambas, cada vez más indisimulados, se dirimiesen en la trastienda del Gobierno sin grandes sobresaltos. Pero todo eso saltó por los aires en cuanto Rajoy salió de La Moncloa y anunció, para sorpresa de todos sus compañeros, su abandono inminente de la política. Cinco meses después, Santamaría y Cospedal están también fuera de la vida pública. Pero sin su choque larvado durante la última década no se explicaría la llegada de Pablo Casado a la cúpula del PP ni la historia reciente y futura del partido.
Hoy, las dos mujeres que más poder han acumulado en la historia del PP y que mantenían una conocida enemistad que marcó durante diez años el día a día del partido, están ya fuera de juego a pesar de que ambas fueron las favoritas para suceder a Rajoy en el proceso de primarias que se abrió en junio, cuando el expresidente perdió la moción de censura y decidió dejar la presidencia de los populares. Finalmente el XIX Congreso lo ganó Pablo Casado.
Santamaría no se sintió integrada en el equipo del nuevo líder del PP con el que se batió en duelo en la segunda vuelta de las primarias y al que exigió sin éxito una mayor cuota de representación acorde al resultado del proceso interno. La exvicepresidenta decidió marcharse en septiembre después de una “profunda reflexión” y desde el convencimiento de que era “lo mejor tanto para la nueva dirección del PP” como para su familia.
Cospedal cayó el pasado miércoles a raíz del escándalo de las grabaciones del excomisario José Manuel Villarejo que demostraron sus tratos oscuros con el policía. La exsecretaria general no resistió la presión después de que los audios revelaran que tanto ella como su marido, Ignacio López del Hierro, ordenaron en 2009 espiar a compañeros de partido como Javier Arenas o buscaran información sobre los casos que afectaban al PP durante sus reuniones secretas con el excomisario. “Hoy dejo mi escaño. Lo hago para liberar al Partido Popular de cualquier ataque, por muy injustificado que este sea”,apuntó la expresidenta de Castilla-La Mancha en un comunicado difundido en su cuenta de Twitter.
En la última década, Santamaría y Cospedal se habían convertido en las mujeres más influyentes en las filas del PP. Eran las dos dirigentes en quienes más confiaba Rajoy, que con su poder total en el partido entre 2008 y 2018 equilibró esa complicada relación entre ambas dirigentes primero desde la presidencia de los populares y después desde la Moncloa.
El origen del conflicto
La rivalidad se remonta al Congreso del PP de 2008. Las dos habían saltado desde sus puestos técnicos como Abogadas del Estado a altos cargos de los Ejecutivos de José María Aznar y mantenían una amistad con el que fue su vicepresidente y sucesor, Mariano Rajoy. En el cónclave en el que éste fue refrendado como presidente y, por ello, como líder de la oposición a José Luis Rodríguez Zapatero, las dos esperaban recibir de su máximo jefe un puesto de responsabilidad. Finalmente, Rajoy optó por premiar a Cospedal con la Secretaría General y a Sáenz de Santamaría le entregó la portavocía en el Congreso de los Diputados.
Ahí empezaron los roces de dos dirigentes que salieron de una cantera a la que el PP ha acudido tradicionalmente para nutrirse de cargos orgánicos: la Abogacía General del Estado. El entorno de Cospedal siempre acusó a Santamaría de no mojarse por el partido mientras a ella, dijo, le “partían la cara” por hechos del pasado como Gürtel, que siempre consideró herencia de la gestión de José María Aznar.
Primero, desde el Congreso de los Diputados como portavoz. Y una vez que Rajoy fue presidente, refugiada en la sala de prensa del Consejo de Ministros donde Santamaría despejó todas las preguntas sobre los escándalos que sacudieron al PP. Convivieron durante un tiempo pero nunca llegaron a empatizar y al final su relación se volvió imposible. Llegó un momento en que sus equipos de confianza ni siquiera disimulaban.
Todo lo equilibraba Rajoy, que en el Gobierno dio a Santamaría la vicepresidencia –asumiendo algunas de las responsabilidades más importantes del país como el control del Centro Nacional de Inteligencia o la gestión de la crisis catalana– y a Cospedal le concedió más poderes en el partido –tuvo que lidiar con los casos de corrupción que afectaron al PP, una lucha de la que la exsecretaria general presumió en su comunicado de despedida– y le designó como candidata en Castilla-La Mancha, comunidad que presidió de 2011 a 2015. Cuando ésta perdió el poder autonómico, la nombró ministra de Defensa. Ambas dirigentes instalaron una permanente polarización en el PP. Sus enfrentamientos se han reproducido prácticamente en todos los congresos autonómicos. Si Sáenz de Santamaría apostaba por un candidato, Cospedal lo hacía por otro y viceversa.
La relación marcó las primarias
Las primarias para suceder a Rajoy estaban destinadas a convertirse en la batalla final entre las dos exdirigentes. Santamaría fue la primera en anunciar su intención de presentarse al proceso. Pocas horas después le seguía Cospedal. Ambas se sumaban al listado de aspirantes –en total fueron seis– que también optaron al proceso y a los que inicialmente se consideró con menos opciones de ganar. Entre ellos estaba el actual líder del PP, Pablo Casado, que dio la sorpresa en la primera vuelta al lograr el segundo puesto en la votación de los afiliados, solo por detrás de Santamaría. Como la normativa de los populares establece que a la segunda fase únicamente pueden pasar los dos aspirantes más votados, Cospedal, que quedó tercera, fue eliminada.
La enemistad con la exvicepresidenta del Gobierno hizo a la exsecretaria general volcar todos sus apoyos a favor de Casado, que acabó ganando las primarias en el XIX Congreso del partido, en julio, en el que votaron los compromisarios. Estos respaldos condicionaron la configuración de la nueva dirección del PP, en la que el líder dio el 25% de los puestos de mayor responsabilidad a afines a Cospedal, entre ellos el de la portavoz en el Congreso, Dolors Montserrat, que había sido la portavoz de campaña de la exnúmero dos del PP en las primarias.
Casado solo concedió al equipo de Santamaría un puesto en su cúpula, lo que no contentó a la exvicepresidenta, que al no verse integrada en con la representación que ella consideraba justa –exigía el mismo porcentaje que el del XIX Congreso, cuando obtuvo el 46% de los votos, frente al 53% de Casado– decidió dejar la política el pasado 10 de septiembre. Un mes y una semana después, el 18 de octubre, trascendía que Pedro Sánchez había ofrecido a la exvicepresidenta ser nombrada consejera electiva del Consejo de Estado y que ésta había aceptado. La gestión se hizo a espaldas de Casado, que conoció el nuevo destino de Santamaría por la prensa.
Cospedal, por su parte, fue nombrada por Casado vocal de su Comité Ejecutivo, máximo órgano de dirección del PP, por su apoyo en las primarias. Además, en la reestructuración del Grupo Parlamentario Popular del Congreso, el líder popular le dio a la exsecretaria general la presidencia de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, un puesto que le permitía disfrutar de un salario de 4.362 euros al mes, 1.400 más que un diputado raso, tener pasaporte diplomático y solicitarlo para su marido, Ignacio López del Hierro.
El resultado hace un par de semanas era obvio. Apartado voluntariamente Rajoy, Cospedal había ganado la batalla interna. No había logrado suceder al presidente -quedó tercera en la primera ronda de las primarias- pero sí evitar la victoria de quien fue la rival durante la última década. Ella no solo había logrado un puesto cómodo en el Congreso sino que había reservado a sus fieles algunos puestos claves en el nuevo Partido Popular.
Vidas dedicadas a la política
Eso fue antes de que el lunes 29 estallase el escándalo con una nueva entrega de las grabaciones del excomisario Villarejo que en esta ocasión detallaban las reuniones que mantuvieron Cospedal y su marido con el polémico policía y sus maniobras para espiar a rivales y compañeros de partido. La gravedad del contenido de los audios difundidas en los últimos días, que han demostrado que la exministra de Defensa se reunió en secreto con Villarejo en 2009 en la sede nacional del partido y que mientras era secretaria general encargó investigar a rivales internos como Javier Arenas o externos, como el hermano de Alfredo Pérez Rubalcaba, forzaron primero su dimisión del Comité Ejecutivo el pasado lunes y después su renuncia al escaño, el miércoles.
Aunque Cospedal no ha especificado a qué se dedicará ahora, 22 años después de que dejara su puesto de funcionaria para dedicarse de lleno a la política, dirigentes populares consultados por eldiario.es aseguran que la exministra de Defensa tiene previsto solicitar el reingreso a su plaza de abogada del Estado.
El día después de su adiós, Santamaría reaparecía en el Consejo de Estado tomando posesión del puesto que le ofreció Pedro Sánchez y posando junto a Carmen Calvo y María Teresa Fernández de la Vega en la foto de las últimas tres vicepresidentas del Gobierno.
Acaban así dos lustros en los que Cospedal y Santamaría encabezaron las quinielas como las dirigentes populares con más opciones de llegar a la Moncloa. Esas posibilidades se han truncado en los últimos cinco meses en los que ambas dirigentes han visto cómo la vertiginosa actividad política se ha llevado por delante todas sus ambiciones.