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PERFIL

Santos Cerdán, de la trastienda de Ferraz a la foto con Puigdemont

El secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, en una foto de archivo en el Congreso

José Enrique Monrosi

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Cuando Santos Cerdán (Navarra, 1969) aterrizó este jueves en Madrid desde Bruselas recibió una noticia con la que no contaba: de ahora en adelante, volverá a tener escolta. El número 3 del PSOE llevaba años sin necesitar seguridad personal. Para ser exactos, desde que ETA dejó de matar. Porque antes, en los años de plomo del terrorismo etarra, Cerdán fue uno de tantos dirigentes socialistas que en Navarra o en Euskadi tenía que revisar cada día los bajos del coche. Tuvo escolta durante más de una década. Ahora, en plena oleada de ataques a las sedes de su partido por toda España y tras las concentraciones violentas en Madrid, la Policía cree que, de nuevo, corre peligro. Esta vez, por la extrema derecha. 

Al secretario de organización de Ferraz lo ha puesto en el foco su fotografía junto al expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont. Negociador principal con Junts de la histórica y polémica ley de amnistía y del acuerdo de investidura de Pedro Sánchez, fue él quien apareció en la imagen que rehabilitaba como interlocutor político al hombre que en 2017 declaró la independencia de Catalunya y se fugó de España. La foto más esperada por Junts y la más incómoda y difícil de digerir entre las filas socialistas, donde no sobraban los voluntarios para salir en una instantánea que podría resultar achicharrante para cualquiera. No podía ser nadie del Gobierno. Él lo sabía y, según los que le conocen, ni dudó ni se le pasó por la cabeza intentar escurrir el bulto. 

Quienes han trabajado con él encuentran una explicación sencilla a su aparente arrojo: no le obsesiona su carrera política. Y eso hace que no le dé tantas vueltas a las consecuencias personales que pueda acarrear el trabajo que tenga entre manos, por delicado o poco gratificante que parezca. “No está en política para estar cómodo. Si tiene algo que hacer y piensa que es bueno para el PSOE y para la política, va y lo hace y no le asusta. Y le da igual lo que digan de él o los pelos que se deje en la gatera”, describe una de las personas que le conoce de cerca desde hace años. 

Otro dirigente socialista que mantiene una estrecha relación personal, además de política, con Cerdán, incide en la idea. “Hablé con él antes de viajar a Bruselas y era perfectamente consciente de lo que suponía esa foto con Puigdemont. Y muchos la hubieran esquivado por el desgaste que implica hacia afuera. Pero es que Santos no es así, nunca lo he visto dudar cuando ha tenido que sacar adelante una tarea complicada y que no es plato de buen gusto para nadie, aún a riesgo de sacrificar su posición personal”, apunta. 

Esa foto en el despacho del expresident en el parlamento europeo -bajo un mural con una urna de las que se sacaron a la calle en 2017 y que está en el origen de todo lo que vino después- es la que ha puesto en el foco de la opinión pública a un hombre desconocido hasta hace unos días para el gran público y acostumbrado a tejer acuerdos entre bambalinas. De carácter reservado, destacan de él su absoluto desinterés por su propia exposición mediática convencido de que, más que ayudarle, incluso podría dificultar algunas de las tareas políticas que lleva a cabo desde su puesto en la Ejecutiva Federal del PSOE y al frente de la secretaría de organización. “No lo verás nunca dar codazos por salir en los medios o posicionarse en un cásting a no sé qué cargo. Ese egocentrismo tan habitual en la política, él no lo tiene. Y eso es una ventaja”, apunta otro compañero. 

Como negociador, coinciden dentro y fuera del PSOE en que uno de sus principales atributos es que no se embarca en misiones en las que no cree. En su día abanderó la discusión interna en el seno del Partido Socialista por normalizar las relaciones políticas e institucionales con EH Bildu tras la desaparición de ETA. Un auténtico tema tabú en el PSOE hasta la investidura de 2019 en la que los independentistas vascos se convirtieron en aliados parlamentarios habituales de Pedro Sánchez. 

Cerdán, el mismo que había llevado escolta y mirado debajo del coche durante diez años largos, fue quien defendió desde su cargo en la dirección del PSN, por ejemplo, que María Chivite pudiera ser proclamada presidenta de Navarra con la abstención de EH Bildu. Un movimiento que generó un intenso debate interno en Ferraz al más alto nivel y que estuvo a punto de perder. “Y no lo hizo solo por tener una presidenta socialista en Navarra. Él llevaba mucho tiempo abanderando el debate interno de normalizar políticamente a una fuerza que había roto con quienes defendían el terrorismo. Sostuvo entonces que integrarlos en la gobernabilidad de la administraciones y legitimarlos como interlocutores políticos era también una forma de certificar la victoria de los demócratas respecto a los violentos, que así se les cerraba aún más el paso. Y hoy, con perspectiva, vemos que tenía razón”, apunta una compañera de filas. 

Sobre esa convicción cuentan algunos de sus interlocutores estos últimos meses que ha afrontado también la negociación con Junts para la investidura de Pedro Sánchez. “Él ha ido a Bruselas a conseguir la investidura de Sánchez, claro. Pero él no ha ido con un encargo debajo del brazo en el que no creyera. Está convencido de que un Gobierno central sensible a la diversidad territorial del país es más fuerte y más sano democráticamente. Y ha pensado antes que nadie dentro del PSOE que arrastrar a Junts de vuelta a la política era una necesidad y una buena noticia para todo el mundo”, sostiene una de las personas que ha abordado con él el contenido del pacto político con los Puigdemont y también de la ley de amnistía. 

Antes, y a raíz de la primera investidura de María Chivite, dio pasos similares con EH Bildu cuando todavía era un hombre que pasaba inadvertido para las portadas de periódicos y las cámaras de televisión. En el entorno de la izquierda abertzale hablan hoy abiertamente de Santos Cerdán como una de las vías de interlocución de mayor confianza con el PSOE. Y eso a pesar de que el político navarro fue durante muchos años señalado como un enemigo en ese espacio. “Es fuerte que hoy podamos ir por esta calle tan tranquilos cuando hace nada nos escupían”, le dijo un compañero del PSOE una tarde paseando por el centro de Pamplona. 

Los independentistas vascos y catalanes y también el PNV, con quien el secretario de organización del PSOE mantiene una estrecha relación política, coinciden en resaltar de él que es un interlocutor fiable, discreto. “No vende burras ni plantea las conversaciones como un intento de humillación al otro”, apunta una persona que ha estado sentado a la mesa con él despachando asuntos de primer orden. “Y también sabes que lo que le digas no sale en la prensa al día siguiente. Eso facilita el clima de confianza”, añade. 

También le reconocen sus interlocutores que a esa predisposición al entendimiento le acompañan, sin embargo, unas “profundas convicciones” y unas reglas del juego que para él resultan sagradas. Fuentes al corriente de la negociación cuentan, por ejemplo, que las conversaciones con Carles Puigdemont y con la dirección de Junts comenzaron con el dibujo de las líneas rojas que en ningún caso ni su partido ni él iban a traspasar jamás, aún a riesgo de una repetición electoral, como es el caso del referéndum de autodeterminación. “Él es claro desde el principio, no engaña a nadie. Y para empezar a construir un acuerdo es importante no partir de mentiras que luego resulten inasumibles”, dice otra de las personas que lo trató como negociador. 

El respeto granjeado entre otros actores políticos con los que habitualmente despacha le reporta una ascendencia sobre ellos que luego le ha resultado útil a la hora de afrontar algunos episodios delicados. Reconocen en EH Bildu, por ejemplo, que fue Santos Cerdán el primero que puso el grito en el cielo por la inclusión en las listas electorales de las municipales del pasado mes de mayo a personas con pasado criminal en la banda terrorista ETA, un caso que la derecha se encargó de amortizar electoralmente. Tras un intenso debate interno en la formación liderada por Arnaldo Otegi, Bildu decidió excluirlos. 

Portavoz parlamentario socialista en Navarra en 2015, antes de su aterrizaje a la política nacional tuvo un destacado papel orgánico en la turbulenta vida del Partido Socialista durante los primeros pasos del sanchismo. Previa a la irrupción del actual presidente del Gobierno, Cerdán había sido una de las personas más destacadas de la candidatura de Carme Chacón que se enfrentó en primarias a Alfredo Pérez Rubalcaba. Papel que repitió en las siguientes primarias entre Sánchez y Eduardo Madina en favor del hoy secretario general. 

Tras el cisma interno en Ferraz la noche del 1 de octubre de 2016 en el que la dirección del partido desalojó a su secretario general del sillón de mando, Sánchez convocó una reunión de urgencia con un reducido número de fieles en un hotel junto a la estación madrileña de Chamberí. Recuerdan algunos de los presentes a esa cita que allí estaban Francina Armengol, Óscar López, Luis Tudanca, Idoia Mendia, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, José Luis Ábalos y Santos Cerdán. Y el hoy presidente planteó la posibilidad de volver a presentarse a las primarias después de haber sido desahuciado. 

En ese momento la mayoría le trasladó que se sumaba a la candidatura de Patxi López. En concreto, todos menos Celis, Ábalos y Cerdán. Y de esos tres últimos apoyos inquebrantables, Celis y Ábalos llegaron a mostrar algún reparo sobre la conveniencia de dar el paso por la necesidad de proteger personalmente a un hombre abrasado políticamente en ese momento tras ser expulsado de la secretaría general por sus propios compañeros. “Solo Santos defendió que había que seguir adelante, que la militancia estaba encendida después de todo lo que había pasado y que, si se presentaba, ganaría de calle”, recuerda uno de los testigos de aquella reunión. 

Número dos de José Luis Ábalos hasta 2021, sucedió al exministro al frente de la secretaría de organización. No faltaron las tensiones internas que trascendieron entre la vicesecretaría general de Adriana Lastra y su departamento. Tras la salida de su puesto de la hoy diputada asturiana, que dejó su cargo en mitad de esas tensiones exponiendo motivos personales, Pedro Sánchez decidió confiar en Santos Cerdán y mantenerlo al frente de la Secretaría de Organización del PSOE. 

Refieren de él quienes comparten horas de trabajo en Ferraz una tenacidad inquebrantable que ahora ha puesto a prueba en la, seguramente, negociación más difícil de cuantas haya afrontado hasta el momento: la ley de amnistía al procès catalán y el acuerdo para investir a Pedro Sánchez negociado con Carles Puigdemont por un hombre nacido en un pequeño pueblo de 3.000 habitantes a 70 kilómetros de Pamplona llamado Milagro.

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