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La segunda y definitiva muerte política de Susana Díaz

Susana Díaz no se lo esperaba. La todavía presidenta andaluza, desde hoy en funciones, estaba segura de que iba a ganar las elecciones y, aunque temía que la victoria no fuera todo lo holgada que deseaba, el todopoderoso PSOE andaluz ni siquiera había previsto el escenario de que el batacazo electoral pusiera en riesgo la Junta de Andalucía por primera vez en la historia para los socialistas. Por eso disolvió el Parlamento regional y convocó elecciones, semanas después de que Ciudadanos rompiese el acuerdo por orden de Albert Rivera.

Tras 36 años ininterrumpidos de poder autonómico, en el PSOE andaluz estaban más pendientes de la futura composición del Ejecutivo regional que preocupados por el resultado electoral hasta la recta final de la campaña, cuando palparon la escasa movilización y avivaron el discurso del miedo frente a Vox.

Pero durante el grueso de la competición, Díaz optó por una campaña de perfil bajo, muy centrada en Andalucía, y sus rivales le han pasado por encima azuzando el discurso nacional, fundamentalmente Catalunya. En el PSOE ya hay un cruce de reproches: en Ferraz creen que la campaña ha sido de “baja intensidad” mientras que el susanismo cree que le ha pasado factura la posición de Pedro Sánchez ante el independentismo.

La historia se repite. También en la batalla por el liderazgo del PSOE frente a Pedro Sánchez los susanistas la dieron por ganada. El fracaso les sorprendió entonces a muchos en el recuento de papeletas. Díaz hizo una campaña alejada de las bases de su partido y ni siquiera se preocupó por presentar un programa hasta tres días antes.

“Me encanta ganar”, fue el mantra que repitió constantemente Díaz en su enfrentamiento con Sánchez. Y perdió. Tuvo que reconocer que le habían dado una “hostia” ante los delegados del PSOE-A en el 39º Congreso del PSOE. Se enfrentó al hoy presidente con el mensaje de que representaba al “PSOE ganador” y este domingo los andaluces le han señalado el camino de la jefatura de la oposición salvo sorpresa mayúscula.

La crisis en el socialismo andaluz ahora está servida y Díaz, que trató de resucitar de las cenizas tras la derrota frente a Sánchez y centrarse (esta vez sí) en Andalucía, se enfrenta a su muerte política. Ni en San Telmo ni en Ferraz habían previsto que el PSOE pudiera perder la Junta y están muy cerca de hacerlo.

Al filo de las 23 horas, Díaz ha comparecido en lo que ha definido como una “noche triste”, a pesar de haber ganado las elecciones. Díaz ha perdido 14 diputados y casi siete puntos (cerca de 400.000 votos). La presidenta andaluza ha hecho un llamamiento a las fuerzas “constitucionalistas” –PP y Ciudadanos– para frenar a la extrema derecha de Vox. “Para mí es una responsabilidad ser el dique de contención de la extrema derecha para que no se reproduzca en el futuro ciclo electoral”, ha expresado. Pero PP y Ciudadanos ya han dejado claro que no es su intención.

La muerte de Díaz la ha certificado el que ha sido su socio en los últimos tres años: Ciudadanos. “Hoy hay diputados suficientes para un cambio”, ha afirmado Juan Marín. Albert Rivera estaba a su lado aplaudiendo y luego ha aprovechado para mandar un mensaje a Sánchez: “No es gratis pactar con Rufián y con Torra ni cederle la economía a Pablo Iglesias”.

A Sánchez tampoco es que le venga bien la caída de su otrora rival. Las elecciones andaluzas marcaban el inicio de un ciclo electoral que tendrá su próxima parada el 26 de mayo en las municipales, autonómicas y europeas. La tendencia al alza de la que estaban seguros en Moncloa y en PSOE se ha demostrado un espejismo en Andalucía, donde aseguraban que Díaz se iba a beneficiar del “viento de cola” de la moción de censura y del nuevo gobierno socialista.

De nada les ha servido a los socialistas, que se quedan con su peor resultado en Andalucía en la historia y están a un paso de perder el Gobierno que ostentaron durante 36 años ininterrumpidos.