Serrat, 'ara que tens vuitanta-un anys' y otras lecturas provechosas

25 de mayo de 2024 22:03 h

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Nota previa.– Yo de ustedes-vosotros, leería este artículo escuchando el doble LP de Joan Manuel Serrat Banda Sonora D'un Temps D'un País, grabado en directo en el Palau Sant Jordi de Barcelona (en este enlace, Ariola, 1996). Es un homenaje en 34 canciones significativas de los cantautores de la Nova Cançó, así como algunos de sus maestros, músicos y poetas, una antología de aquel movimiento musical cuyo antifranquismo nos acompañó, en catalán, durante el 'segundo franquismo' de nuestra rebeldía juvenil, de 1962 a 1975.

La 83ª edición de la Feria del Libro de Madrid, que comenzará el próximo 31 de mayo en su habitual escenario, el Parque del Retiro de Madrid, es buena ocasión para hablar de algunos libros que, por diversas razones, no suelen merecer menciones ni recomendaciones en las listas que abundarán en estos días. Vaya por delante una confesión sincera: los autores son amigos míos, de larga data y trayectoria paralela, pero pueden confiar en mí: no les recomendaría la lectura de los libros de otros próximos si no lo merecieran: los míos, sin ir más lejos.

Ara que tinc 20, 40, 81 anys...

La biografía de Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943), es la historia de esa generación de la que hablábamos la semana pasada en esta sección, la generación obrera y estudiantil antifranquista de los 60 que será la generación del cambio, la de la Transición democrática. Lo es hasta el punto que A propósito de Joan Manuel Serrat (Libros Cúpula, 2023), la biografía que ha escrito su amigo (común), el periodista y escritor Juan Ramón Iborra (Granada, 1954) está llena de nombres, referencias, sitios, músicas, acontecimientos que han vivido biógrafo y biografiado y buena parte de los lectores; de este lector que es su seguro escribidor, desde luego.

Juan Ramón Iborra es periodista de largo recorrido y uno de los entrevistadores (y retratista) más notables de la prensa de la transición, con una larga estancia en París –Henri Cartier-Bresson le enseñó a buscar “la luz bajo las sombras”–, la subdirección de El Periódico de Catalunya y cuya serie de entrevistas a mujeres en Interviú fue materia docente en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Agitador cultural, instituyó los Premis Internacionals Terenci Moix de Literatura, Cinematografia, Músiques i Arts Escèniques con Ana Maria Moix, que se concedieron desde 2005 a 2013. Autor de otras biografías –Detrás del arcoíris. En busca de Terenci Moix y José Montilla: radiografía de la calma–, la de Serrat coincide con la retirada del 'noi del Poble Sec', el 'Nano', de los escenarios, a los 81 años, y la define como una biografía oral, que es la basada en testimonios tanto propios como ajenos, una técnica que fue la base de la historia como disciplina.

Y el espíritu de su trabajo lo deja claro desde el principio: “Si lo esencial es invisible a los ojos, como dijera al Principito aquel zorrillo tierno y sabio, intentaré tocar eso, lo verdaderamente esencial, la médula del caso, sin adentrarme en chismografía de salón más allá de lo estrictamente necesario, ni buscar la cara oculta de quien no la tiene”.

El autor conoció al cantautor en 1973, aunque desde su Granada natal lo seguía desde el principio de su carrera, en 1965, y cuyas primeras canciones –Ara que tinc vint anys, Cançó de matinada (“la noche ha muerto y ya clarea”), Paraules d'amor– ya anunciaban una pujanza poética y musical destinada a triunfar: su tercer LP, Com ho fa el vent, fue número uno en Catalunya y un éxito en toda España. Cuando en julio de 1973 se conocen, por relaciones entre familias republicanas, tras su concierto en la plaza de toros de València, Serrat ya está consagrado. Y su independencia artística es polémica: su cuarto LP, La paloma, íntegramente cantado en castellano, despierta reticencias entre sus colegas de Els setze judges –él es el número 13 de 'Los 16 jueces', grupo impulsor de la Nova Cançó catalana–. Pero Serrat es bilingüe al cuadrado: no sólo como la mayoría de los catalanes sino porque su madre, Ángeles Teresa, es de Zaragoza: el castellano es también su lengua materna y a lo largo de toda su carrera compondrá e interpretará en ambos idiomas.

Su decisión de no representar a España en el Festival de Eurovisión de 1968 si no puede cantar en catalán la canción seleccionada –el La, la, la del Dúo Dinámico, finalmente interpretada por Massiel y que ganará el concurso–, lo colocan definitivamente por encima de las polémicas lingüistas. Ya no es sólo uno de los Jutges de la vanguardia cultural catalana sino uno de los mascarones de proa del antifranquismo, el progresismo, que se extiende imparable. Como tampoco ya no es el cantautor principiante con una guitarra sino un compositor y cantante maduro que trabaja con músicos tan reconocidos como Francesc Burrull, Tete Montoliú y Ricard Miralles, que arreglan sus canciones y le acompañan al piano en sus conciertos. Con Miralles, edita el LP Dedicado a Antonio Machado, poeta (1969), producido por Zafiro/Novola, que teme un fracaso y resulta uno de los best sellers de Serrat, por lo que lanza entusiasmada el LP Miguel Hernández (1972), con arreglos de Burrull. En 2015 ofrecerá dos conciertos en el Palau Sant Jordi acompañado de los 86 profesores de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya.

Cuando Iborra comienza su amistad con Serrat, Barcelona es la vanguardia cultural, europeísta, y política, de una nueva política, en la que se miran las ansias de cambio de todo el país. La que se tacha de frívola gauche divine es una numerosa tropa de artistas, profesionales, intelectuales que se bate el cobre contra la dictadura –en la ‘Caputxinada’, 1966, se encerraron con más de 500 estudiantes, en el convento de los capuchinos de la capital catalana con motivo de una asamblea para aprobar los estatutos fundacionales del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona– al tiempo que desarrollaban una ingente labor creativa. Como apunta con agudeza Rosa Regàs, de ser en Gran Bretaña en vez de en el estéril páramo franquista, el movimiento hubiera tenido una resonancia similar al Grupo de Bloombury.

Serrat participa activamente en todas esas facetas. En julio de 1973 es detenido en Pamplona por referirse en un recital a la huelga de Motor Ibérica y posterior paro general solidario en Navarra.

En diciembre de 1970, participa en el encierro en el Monasterio de Montserrat en protesta contra el proceso de Burgos y la pena de muerte. Y, de gira en México, tras los últimos fusilamientos del franquismo del 27 de septiembre de 1975, convoca una rueda de prensa para condenarlos, así como para aplaudir la tradición de la presidencia mexicana de no mantener relaciones diplomáticas con la dictadura y no reconocer más gobierno español que el democrático de la Segunda República. Lo que le supuso un penoso año de exilio perseguido por una orden de busca y captura que se mantendría hasta la primera amnistía del post franquismo, la del 4 de agosto de 1976.

El libro de Iborra no sólo recoge sus extensas entrevistas y vivencias con el 'Nano' sino como biografía oral que es, el coro de voces periodísticas, biográficas y cercanas que han acompañado la trayectoria del biografiado, “a un personaje y a una persona muy poco alejados el uno de la otra”, dice el escritor. Es, también, la crónica de un tiempo y de un país –“D'un temps que ja és un poc nostre,/ d'un país que ja anem fent” (“De un tiempo que es ya un poco nuestro,/ de un país que ya estamos haciendo”), como canta Raimon e interpreta Serrat–; un relato de las generaciones del tardofranquismo, la Transición y la democracia y, por tanto, una autobiografía. Con un himno transgeneracional, Mediterráneo, en su octavo LP del mismo título, donde, con arreglos de Manuel Alejandro, donde reúne la esencia de su poética, desde las “pequeñas cosas”, al amor, las penas y alegrías propias, de la gente y de la sociedad y la lucha por las causas nobles y la libertad. “Desde un invariable compromiso progresista”, apunta Iborra.

Seis décadas de actividad artística han alumbrado 58 álbumes y numerosos premios, condecoraciones, doctorados honoríficos, reconocimientos que se cierran, de momento, con la concesión del Princesa de Asturias de las Artes 2024, pues, dice el jurado de la 40ª edición, “sus canciones forman parte de la memoria emocional de varias generaciones en España y América Latina, tanto en catalán como en castellano, dos lenguas que ha fomentado y ayudado a progresar, lejos de cualquier enfrentamiento, desde un equilibrio natural como vehículos de concordia y entendimiento”.

Joan Manuel Serrat es el Nadal de la música. Como el tenista mallorquín, le gusta a todo el mundo, a los entregados y a los que apartan lo que les desagrada para rendirse al genio y a la honestidad de su trabajo. Concluye Juan Ramón Iborra: “Es un ser con un don. Los hay que lo tienen para el deporte, y él lo tiene para la creación. Dicen que la sabiduría está en la ancianidad, pues ahora tiene más razones para que podamos considerarlo así. Artista, compositor…, tiene muchos ángulos. Yo prefiero el de buena gente. Su principal genialidad para mí ha sido saber estar siempre donde él ha preferido estar”. 

Poemas de ausencia

El escritor Ramón Serrano i Balasch (Barcelona, 1933) fue un agitador cultural en esa época dorada de agitación político-cultural barcelonesa de la que también fue parte activa, desde el encierro en Montserrat a las noches de la discoteca Bocaccio (con esa particular grafía). Fue uno de mis primeros editores: ya he contado que con Eduardo Chamorro tuvimos el honor de llamarle dictadura a la dictadura por primera vez en letra impresa legal en España en nuestro libro Las bases norteamericanas en España (enero de 1976). Lo editó Ramón en el sello editorial Euros, del grupo de La Vanguardia, que dirigía, y cuyo propietario, el conde de Godó, decidió cerrar tras una audiencia con Carlos Arias Navarro, presidente del último gobierno del dictador y primero de la monarquía, quien le espetó: “Conde, me han dicho que tiene usted una editorial roja”. Serrano venía de un medio exilio en México, como Serrat, donde dirigió Editorial Labor tras problemas con las 'abnegadas autoridades' con la editorial Dopesa y el Club de Debate del Grupo Mundo de Sebastián Auger que dirigía.

Su labor como editor –luego dirigiría los libros de Cambio 16 y Flor del Viento ediciones– relegó su trabajo como escritor, que lo llevó en 1957 a fundar y dirigir La Ballena Alegre, una revista de cultura, de corta y políticamente azarosa vida, y comenzar su trayectoria en 1971 con el poemario Grito para la niebla. Y aunque continuó publicando otras obras, de poesía, novela y no ficción –ganó el premio de novela Ateneo de Sevilla 1991, con Gentes de la soledad–, no fue hasta la jubilación, a los 79 años, cuando pudo dedicar todo su tiempo a su primera vocación de juventud, la de escritor.

Hoy traigo su último libro, Poemas a Carol (Ed. La Fragua del Trovador, 2024), una plaquette de 60 páginas dedicadas a la memoria de su esposa, Carolina Rosés i Delclós (1926-2012), dividida en dos partes: los poemas escritos inmediatamente después de su fallecimiento, en enero de 2012, El pequeño libro de Carol, y los escritos desde entonces a hoy, La memoria. Poemas de la Ausencia.

Conocí bien a Carol; profesora de ciencias naturales y francés de bachillerato y traductora de catalán y francés, era una mujer de gran atractivo, elegancia y con esa peculiar y exquisita educación natural que, cuando viví en Barcelona, descubrí en no pocos catalanes, al margen de su estatus y extracción social. Su fuerte personalidad hacía que la gran mujer estuviera delante del gran emprendedor: los Carolos los llamaban los amigos de aquellos años dorados.

A las 16.00 horas del día de Reyes de 2012, Carol emprendió el largo viaje. Por esas cosas que les pasan a los poetas, el reloj de Carol que nunca se quitaba se paró en el mismo momento en que lo hizo su corazón.

La poesía elegíaca es poesía lírica de la experiencia que se singulariza por lamentar lo perdido. Una militia amoris que, con ánimo de rememorar los placeres y los obstáculos de la relación con el sujeto amoroso ido para siempre, moviliza la empatía del lector y, de alguna forma es también un canto de lamentación del autor, desposeído para siempre de una parte de sí mismo.

Un fragmento:

“(...) entonces descubrimos las dimensiones

que tu ausencia mostraba a tu presencia

y así en aquellos tiempos de luz

reescribimos la historia (...)“.

Etileno o cómo madurar sin morir en el intento

Carmen B. Mikelarena (Madrid, 1998) –hija de mi amigo Enrique Barrueco, uno de los grandes más grandes reporteros de investigación de aquella escuela periodística que fue el semanario Interviú– es una artista de amplísimo registro –pintora, ilustradora, muralista, artista textil y digital, cartelista, ceramista, animación– e integra sus diversas técnicas y habilidades en Etileno (UOU Impresiones, 132 páginas, 2024), su primera novela gráfica tras algunas incursiones en el cómic en forma de fanzines e historias cortas. Una lectura en las antípodas de lo que venimos hablando.

O no tanto, porque Etileno también reflexiona sobre la sociedad, las amenazas del sistema y las dificultades de las relaciones personales.

El etileno es la hormona que regula la maduración y envejecimientos de las especies vegetales y tiene la particularidad de que en contacto con otras que han dejado de producirlo para no pudrirse, las induce a seguir produciéndolo hasta echarse a perder. La protagonista de la novela, Cata (por Catalina), pintora sin trabajo en un entorno vagamente antropomórfico, sufre de nomofobia, esclavizada al teléfono móvil, donde sigue y envidia los éxitos ajenos y que busca liberarse de la adicción, de la rutina de procrastinación que conlleva y del 'etileno' relacional que pudre su rol vital en la sociedad.

Su cómic –“de los mejores cómics españoles que hemos leído”, dice la crítica– supone un paso adelante en el llamado noveno arte, tanto por la innovación artística con la incorporación de técnicas que le eran ajenas como por la personalísima paleta de colores, del rosa al naranja, pasteles y tierras, la estructura narrativa y el propio contenido del guion, inserto en las corrientes de la autoficción y el coming-of-age, una maduración no 'putrescente', de la literatura, el cine y el cómic.