El vídeo biográfico es una carta de presentación esencial en las elecciones en Estados Unidos. Es un país de 330 millones de habitantes, donde uno puede ser gobernador de un Estado y casi completamente desconocido en el resto del país. Nadie sale ganando por ser modesto en ese apartado audiovisual. Impera el estilo épico con el que si un político fue militar en sus años jóvenes pero no disparó un tiro, aparece reflejado como si fuera una versión moderna de Alejandro Magno.
El Partido Popular ha creído necesario difundir un vídeo –de diez minutos en su versión larga– que sirva para ofrecer el perfil de Alberto Núñez Feijóo. No es que sea la chica nueva en la oficina. Lleva 30 años metido en política. En la última encuesta del CIS, un 94,8% de la gente dice conocerlo, lo que está muy cerca del límite máximo. Se trata en estos casos de darle un rostro humano, una idea habitual en la propaganda de los partidos en campaña, no sea que los votantes piensen que se trata de un reptiliano que se alimenta de roedores.
En el vídeo, Feijóo se presenta a sí mismo, lo que ya de entrada indica que no quieren arriesgar mucho. No sale nadie hablando del líder del Partido Popular, un recurso efectivo cuando mucha gente diferente conoce al biografiado desde hace años y puede aportar frases sentidas o anécdotas atractivas. Y así no pasa lo que ocurre en esta pieza audiovisual. Como revelación principal, Feijóo repite varias veces que es muy importante “ser serio”, que es algo que le recomendó su padre. Siempre está bien hacer caso a los padres, aunque la virtud es un poco básica y es en la que se esconden los que no tienen mucho que contar. Esos de los que huyes en una fiesta.
El vídeo destaca que Feijóo nació en una aldea de Ourense. Hay un intento velado de presentarlo como un producto de la España rural que tiene que esforzarse para conseguir estudios y trabajo a diferencia de las facilidades que ofrecen las ciudades. Sus padres le enviaron de interno al colegio de Maristas en León, porque tenían dinero para hacerlo. Eso no se comenta. No pegaría tanto con la imagen de hombre hecho a sí mismo.
La segunda idea por la que apuesta el vídeo es destacar que es “un político que no quería ser político” con rótulo incluido. Una vez obtenida por oposición una plaza de funcionario de la Xunta, disfrutó del apoyo de un buen padrino, José Manuel Romay Beccaría, uno de los pesos pesados del PP gallego. Para no querer ser político, Feijóo lo disimuló muy bien. Presume de que con 21 años votó al PSOE de Felipe González en 1982 (esto lo ha contado muchas veces). Con treinta, ya tenía un puesto de confianza política en la Consejería de Agricultura de la Xunta.
Más adelante, habla de esa “gente humilde” que levanta el país todos los días con esfuerzo. Con mucha presunción por llevar tres décadas en política, la mayor parte del tiempo con coche oficial, sostiene que él está a su altura. “Para mí, es un orgullo ser uno de ellos”. Pero con un patrimonio y un salario mucho mayores, aunque no quiera hablar en detalle de lo segundo.
En su tramo final, Feijóo pronuncia solemne: “Sólo sabiendo de dónde venimos, podemos saber a dónde vamos”. Hay que ser realista: es el tipo de frase que podrías encontrar en una galleta de la fortuna.
A la hora de que la gente se entusiasme por la figura de Feijóo, el vídeo es un intento fallido. Quizá ahí esté la clave. Él mismo se ha definido en más de una ocasión como un “político previsible”. El adjetivo es la palabra que le suelen adjudicar los perfiles perezosos escritos con pocas ganas.
Se trata de contraponerlo al “guirigay”, según su propia expresión, del Gobierno de Pedro Sánchez. Toda esa tensión provocada por los roces de los miembros de un Gobierno de coalición le parecen algo ajeno a la política, la que él conoce, pero son bastante habituales en Europa. De algún modo, los nuevos gobiernos del PP y Vox en varias regiones desde el 28M van a servir para que Feijóo amplíe sus conocimientos sobre política.
Una forma de ser previsible es no permitir que se prolongue el suspense durante mucho tiempo. Mejor resolver el enigma cuanto antes para que con suerte se hable menos de ello. En la relajada entrevista con Ana Rosa Quintana del lunes y antes en El Mundo, explicó que ya ha aceptado que Vox forme parte de un Gobierno nacional dirigido por el PP si su partido saca menos escaños que el PSOE y Sumar juntos y Vox le da la mayoría absoluta. “Donde necesitemos el 'sí' de Vox, lo lógico es que Vox esté en el Gobierno. Si no le tengo que pedir el 'sí', lo lógico es que no forme parte”, dijo.
La decisión política está tomada. Sólo queda comprobar los números para concretar la oferta.
Feijóo ya se maneja como si hubiera ganado las elecciones y sólo le falte conocer la magnitud de la victoria. No cree que esos acuerdos con Vox vayan a suscitar problemas de conciencia a sus votantes. No lo ha parecido en las locales y autonómicas de mayo. Quintana le había dicho antes, en la única frase que buscaba sorprenderle un poco, que “se va a tener que casar de alguna manera con Vox”. Los gobiernos ya pactados en Comunidad Valenciana y Extremadura serían los juegos preliminares antes de meterse en faena.
Por si acaso, se apresuró a decir después que “la violencia machista es un hecho incuestionable”. Las referencias a la “violencia intrafamiliar” en los pactos valenciano y balear confirman que el Gobierno de esas comunidades no va a ser muy previsible, a menos que Vox opte por permanecer callado sobre el tema, cosa poco probable. La tensión será constante, aunque ahora no sepamos si alcanzará el nivel de guirigay que tanto preocupa a Feijóo. Con los presidentes de las asambleas autonómicas valenciana y balear, ya se puede garantizar que lo tiene difícil.
Veremos qué ocurre cuando se intente firmar una declaración institucional contra la violencia machista o se celebre una concentración por ese motivo. En el Ayuntamiento de Madrid, donde no hay acuerdo de gobierno entre ambos partidos, se repitió la imagen del mandato anterior. Carla Toscano, concejala de Vox, se situó a unos metros de distancia del lugar donde estaban el alcalde y varios ediles, para no estar junto a la pancarta que decía “no a la violencia de género”.
Un tipo serio y de apariencia aburrida no es lo que un candidato norteamericano espera del vídeo con el que se presenta a la opinión pública. Con algo así, no le vota ni su familia. Es curioso que el PP piense que puede funcionar con Feijóo. También es posible que no se pueda sacar más de su presidente. No se pongan exigentes. Lo que ven es lo que hay.
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