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Sito Miñanco: el piloto de planeadoras que financió campañas de Noriega y se codeó con Pablo Escobar

Mucho más que un capo de la droga y el tabaco de batea, Sito Miñanco, el narco detenido a primera hora del lunes en Algeciras, representa toda una época en Galicia: aquellos tiempos en que los contrabandistas eran honorables hombres de negocios que se codeaban con políticos y traían riqueza al pueblo.

En su tierra se han escrito toneladas de papel sobre las sagas más conocidas: los Charlines, el matrimonio Laureano Oubiña-Esther Lago (el hijo de esta, David Pérez Lago, también figura en la lista de arrestados en la macrooperación del pasado lunes), o el fotogénico Marcial Dorado, que alternó durante los noventa en yates y mansiones, excursiones al mar y a la montaña, con un ambicioso alto funcionario de la Xunta de Galicia llamado Alberto Núñez Feijóo, entonces número dos de la Consellería de Sanidad.

De todos aquellos patriarcas de las Rías Baixas de los que se han contado vida milagros y también algunos infundios, José Ramón Prado Bugallo, Sito, era el más carismático. Nacido en una familia de mariscadores furtivos, escaló todos los peldaños del negocio: piloto de planeadoras en la era del Winston de batea, blanqueador de capitales en Panamá, y capo entre los capos cuando decidió dar el salto a la cocaína, que le permitió tratar de tú a tú con el cartel de Cali y el personal de confianza de Pablo Escobar.

Nacho Carretero, periodista, es autor de Fariña, Historias e indiscreciones del narcotráfico en Galicia (Libros del KO), un tratado sobre las familias de la droga que ha vendido diez ediciones e inspirado una serie que rueda Antena 3. Carretero atiende a eldiario.es por teléfono el día después de la detención del capo gallego: “Sito es el narco más importante que ha conocido Galicia y probablemente España en toda su historia. No es que haya vuelto, es que según los investigadores no llegó a irse. Viene del estraperlo, de toda una generación de contrabandistas de los años 70, y se distingue del resto por una gran inteligencia y su olfato para los negocios y las relaciones personales. A través de sus canales de lavado de dinero en Panamá, donde blanqueaba los beneficios del contrabando, hace contactos y se convierte en socio predilecto del cartel de Medellín y luego del de Cali. En los años 80 empieza a introducir miles de kilos de cocaína a través de la costa gallega. Cuando la Policía y la Guardia Civil estaba persiguiendo fardos de tabaco, el clan de Sito introducía ya toneladas de coca”.

Uno de los mandos policiales que ha participado en varios de sus arrestos, completa ese retrato: “Prado Bugallo es un hombre obsesionado por la seguridad, por evitarnos, a la Policía y a la Guardia Civil. Lleva años repitiendo que él no está ya en nada, igual que antes decía que nunca había tocado la droga. Los carteles colombianos siempre lo han visto como un hombre de fiar. En sus transportes no había robos, nunca faltaba mercancía, como sí sucedía con otros de los gallegos. Y además, los colombianos valoraban su conocimiento del mar. Todas las operaciones en las que se le ha pillado están relacionadas con alijos en barcos”.  

En el mar y en los negocios Sito siempre ha corrido más. El servicio de Aduanas no solo iba detrás de él en aquellas persecuciones a tiros por el interior de la Ría de Arousa, los cuerpos policiales tampoco eran capaces de seguirlo en la carrera tecnológica. Sus astilleros –el primero fue Sipra (acrónimo de Sito Prado) y ahora Facho- construyeron algunas de las lanchas más veloces de la península de O Salnés, el kilómetro cero del narcotráfico en Galicia.

“Disponía de más medios que Vigilancia Aduanera”

Habla la periodista Elisa Lois, premio Ortega y Gasset en 1990 por sus investigaciones en El Correo Gallego sobre el narcotráfico y hoy corresponsal de El País en las Rías Baixas: “Llegó un momento en el que Sito tenía más infraestructura y medios que el propio Servicio de Vigilancia Aduanera. En los 90, cuando ya estaba metido de lleno en la droga y el tabaco, los jefes de Aduanas andaban tras un ordenador con GPS que manejaba Sito cuando en España no se había visto nada parecido. Era un ordenador superpotente que, por lo que comentaron entonces quienes estaban en la investigación, usaban los servicios secretos israelíes. Le servía para detectar los posicionamientos de las lanchas de Aduanas sin necesidad de tener a gente con prismáticos vigilando. Y las planeadoras que sus astilleros preparaban siempre al gusto de Sito, que antes que nada fue piloto, también eran muy rápidas”. 

La Operación Nécora, un macrodespliegue comandado por el juez Baltasar Garzón -quien llegó a aterrizar en las Rías Baixas en helicóptero en medio de un operativo muy cinematográfico- supuso las detenciones simultáneas de los señores de la droga en Galicia. Cayeron, entre otros muchos, sus dos socios (Ramiro y Olegario, dos de las tres iniciales de la R.O.S., como se denominaba su organización) pero a Sito Miñanco la cadena de arrestos y la orden de detención de la Audiencia Nacional lo pilló ya en Ciudad de Panamá con su residencia custodiada, día y noche, por parejas de agentes de seguridad armados hasta los dientes.

Desde ese exilio de lujo fue capaz de concertar una reunión con el entonces jefe de la Unidad Fiscal de la Guardia Civil, el Coronel Ayuso, con el que llegó a entrevistarse en un hotel de Portugal para negociar su entrega. Cuando trascendió el encuentro, las notas de prensa oficiales tuvieron que destacar que el juez Garzón no estaba al tanto de la cita ni la había autorizado.

Finalmente, Miñanco cayó meses después, el 19 de enero de 1991, en un chalet de Pozuelo de Alarcón (a las afueras de Madrid) mientras dirigía una operación de un par de cientos de kilos de cocaína. La investigación la había instruido también Garzón, hiperactivo en aquellos años contra la narcodelincuencia gallega y motivó años más tarde una condena a España en el Tribunal de Derechos Humanos por la forma en que se le capturó: con micrófonos ocultos en todas partes. La sentencia dándole la razón en Estrasburgo le llegó al narco cuando ya cumplía una segunda condena por otro alijo de cinco toneladas de cocaína.

El narco que pagó el altar de la Iglesia

La periodista Elisa Lois nunca olvidará aquel primer arresto. Tres días después de producirse, el 22 de enero de 1991, tenía pactada una entrevista con el narco en Panamá. La conversación finalmente se celebró con Miñanco ya en prisión. “Me juró por sus hijas que nunca había tocado la droga y mira… Estaba muy ofendido y le mandó un mensaje en la entrevista al cura de Cambados, don José. Decía que a ver quién era él para lamentar desde el púlpito que la condena era pequeña. Que si no recordaba el sacerdote que había sido Sito quien había pagado el altar y otras obras en la iglesia”.

Ese es otro de los rasgos definitorios del personaje. Lo que Carretero llamó en su libro “marketing social”: “Él toma el ejemplo de los capos colombianos y su máximo referente es Pablo Escobar, al que llega a imitar hasta estéticamente con ese bigote… Todavía muchísima gente en Cambados y en la ría de Arousa habla bien de él. Pagaba tratamientos médicos a los vecinos que no tenían dinero en su época de contrabandista. Y cuando dio el salto al narcotráfico, supo mantener esa imagen. A diferencia de Oubiña y otros capos malencarados, él siempre cuidó mucho eso y su entorno y la sociedad de Cambados nunca fueron un obstáculo para su actividad”.

Lo cierto es que esa legitimidad que le dio el dinero y la supuesta filantropía alcanzó bastante más lejos del vecindario. Mientras las Fuerzas de Seguridad de los Gobiernos de Felipe González lo perseguían por tierra, mar y aire, dirigentes de Alianza Popular en Galicia acudían a los homenajes que se le dispensaban como benefactor social.

Célebre fue la foto del alcalde de Cambados, Santiago Tirado, aplaudiendo en la entrega de una placa que reconocía a Sito Miñanco la gesta de haber ascendido a Segunda División B al equipo de la localidad. Las nóminas millonarias que pagaba el hasta entonces modesto Juventud de Cambados asombraban en la categoría, casi tanto como las giras del equipo por América y la imponente grada del campo que pagó a tocateja el contrabandista y donde cabía prácticamente el pueblo entero.

Sito también supo cuidar de los suyos. Llegó a establecer un sistema de pensiones de su propio bolsillo para las familias de los pilotos de planeadoras que caían en las operaciones o de algún colaborador que acababa en prisión.

Carmen Avendaño ha sido durante años la cara más visible del colectivo Madres contra la Droga, que se enfrentó a la industria del narco tratando de erosionar su credibilidad y la imagen de intocables que tenían los capos como Sito que se paseaban en Ferrari Testarossa por las carreteras comarcales de las Rias Baixas.

Desde el último arresto el pasado lunes, Avendaño no ha parado de atender al teléfono, como si hubiera retrocedido 25 años: “Miñanco es una persona que sigue gozando del cariño de los vecinos. Él es muy listo. A nosotros nos llegó a decir que iba a poner una mesa de donaciones para los trabajos que hacíamos de la denuncia del narcotráfico. Yo no daba crédito. Todavía hoy no es una persona a la que se desprecie en el entorno en el que vivió. Se construyó esa imagen de tipo altruista. No sé cómo acabará su historia pero, de momento, la realidad en Cambados es esa. Seguro que estoy yo peor vista por allí que él. Lo que deben enseñarnos estas últimas noticias es que a la hora de dejarlos en libertad no hay que tener en cuenta solo su comportamiento en prisión, donde viven como reyes, sino la posibilidad de que estos delincuentes reincidan”.  

Si Narcos, la serie de Netflix, abriese más el foco y saliese de América, Sito sería el socio de fiar a este lado del Atlántico, con su acento gallego y su propia biografía de película. “Fue el primero que dio el salto internacional. A finales de los 80 estaba en Panamá haciendo negocios y contactos. En la alta sociedad de Panamá estaba muy bien introducido. Llegó a financiar campañas del dictador Manuel Antonio Noriega, existe abundante documentación sobre eso. Invirtió mucho dinero en comprar voluntades. En su vida hay muchas historias que no se aclararon. Se supo que había estado detenido por Aduanas una vez pero que se le dejó en libertad. Yo le pregunté por aquel episodio en una entrevista y me dijo que dejase estar esas cosas. Pero no me lo negó”, asegura Elisa Lois, probablemente la periodista que mejor lo conoce. 

El lunes de madrugada el Grupo de Operaciones Especiales de la Policía despertó a Sito Miñanco cuando dormía, en compañía de su actual pareja, en un chalé de Algeciras. En la vivienda los agentes se encontraron cientos de miles de euros en metálico y numerosos teléfonos encriptados. Un equipaje sospechoso para el cobrador de una empresa de aparcamientos -el trabajo que declaró para poder disfrutar del régimen de semilibertad en 2015- que además hacía tareas comunitarias ayudando a una ONG de enfermos terminales. Los agentes también registraron la inmobiliaria de su exesposa Rosa en Cambados. 

Los investigadores que siguen sus pasos desde hace 30 años están convencidos de que el narcotráfico y los tratos con los carteles de la droga colombianos no es un trabajo temporal que pueda dejarse así como así. Menos si uno se llama Sito Miñanco y ha sido durante décadas el gran capo gallego.

“No se mostró violento, no es su estilo, pero estaba muy inquieto y quería saber por qué se le arrestaba. Tampoco opuso resistencia, sigue siendo el de siempre. La segunda vez que lo arrestamos nos llegó en bañador”, señala un mando policial que lleva décadas vigilando sus movimientos.

La Policía dio a su arresto el tratamiento de las grandes ocasiones. Facilitó a la prensa imágenes de la detención, de la residencia con piscina en la que vivía, de fajos de billetes de 50 euros hallados en el interior y del propio Sito en zapatillas y ropa náutica, esposado y escoltado por dos agentes encapuchados.

La juez de la Audiencia Nacional que ordenó su detención, Carmen Lamela, lo relaciona con dos alijos que suman 4.400 kilos de cocaína, uno a bordo del carguero Thoran entre Azores y Madeira interceptado el pasado octubre y otro en un contenedor en Holanda en noviembre. Algunas de esas causas estaban ya instruyéndose en otros juzgados, aseguran fuentes que conocen los entresijos del caso.

La juez tiene horas de conversaciones de Sito Miñanco hablando de esas operaciones y también de traer a España un millón de euros. El capo obsesionado con la tecnología para protegerse, que según los investigadores había invertido más de 700.000 euros en aparatos electrónicos y teléfonos encriptados, ha vuelto a caer porque le estaban grabando. Como la primera vez, hace ahora 27 años.